(Relleno) Pacto de hermanos - Unión de sangre (1)

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El relleno empieza como si fuera la continuación directa del cap. 8, cuando Ed se encuentra narrando el momento en que fue atacado por el hombre lobo. ¿Ubicados?, ¿sí? Perfecto, que empiece la lectura. Recuerden que narra Leo.

cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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—¡Ed!, ¡ED! —gritó sin tocar a su hermano. La lluvia caía a cántaros, pero eso no impedía ver los músculos expuestos de su hermanito. Su tonto y torpe hermano. Si no lo hubiera dejado solo tal vez... —, ¡ED!

Leo se hizo a un lado al llegar su padre, el único que tuvo la entereza para tomar ese cuerpo desgarrado entre sus brazos y correr hacia la casa sin perder el equilibrio por el suelo lodoso. Leo se detuvo unos segundos para contemplar a la bestia que había atacado a su hermano. Era gigante, nunca en su vida vio algo tan grande, robusto y letal. Corrió a toda prisa tras la sombra de su padre, luego se ocuparía del cuerpo de ese animal, ahora estaría con Ed. No lo volvería a abandonar, no lo volvería a dejar solo.

Sintió que pasaron días en lugar de horas. El sol iluminaba con sus rayos el horizonte. Los gallos entonaron su canto, las vacas empezar a mugir. Leo  alzó la cabeza de sus piernas para ver a su hermano convertido en momia por la cantidad de vendajes que llevaba. Qué bueno que su padre poseía conocimientos médicos, los más básicos para atender a los animales que se enfermaban o sufrían accidentes. Vivir en el campo traía sus desventajas, una de ellas era que el médico o veterinario, según el caso, quedaba a kilómetros de distancia. Por ello, su padre tomó la tarea de adquirir los conocimientos más básicos para sacar adelante la granja, y gracias a esos conocimientos su hermano seguía respirando.

Leo detalló los puntos en el rostro y cuello de Ed. La piel de Ed era bronceada, curtida por el fuerte sol, pero ahora, por la pérdida de sangre, se veía tan pálida que los moratones y los puntos que llevaba sobre las heridas eran lo primero en llamar la atención, parecían ser grandes focos que impedían que la vista se apartara.

—Debes dormir. —Leo no se sobresaltó al sentir la mano de su madre acariciar su cabello. Estaba cansado y sentía culpa por lo que veían sus ojos.

—No tenía que haberlo dejado solo.

Cerró los ojos al no recibir respuesta. Todos los padres tenían un hijo favorito, el de su madre era Ed, lo sabía desde hace muchos años, por eso lo molestaba tanto con los apodos que le decía su mamá.

Al principio sintió celos, hasta envidia, pero luego ese pequeño niño llorón se hizo querer. Si lo seguía molestando era por mera diversión, Ed se desquiciaba con una facilidad asombrosa. Leo se divertía como nunca cuando Ed lo insultaba, era la única salida que tenía ante sus bromas. Su pequeño hermano siempre fue corto de mente al pensar en formas de venganza, también carecía de la fuerza y la agilidad para darle una paliza. Los insultos eran todo lo que le quedaba.

Se levantó de la silla y encaró a su madre, quien tenía los ojos enrojecidos. En seguida acudió la imagen de cuando su madre le abofeteó anoche y le recriminó por no ayudar a su hermano. «De haber estado con él esto no habría pasado», le gritó a todo pulmón. Su padre hubiera intercedido por él, pero estaba ocupado manteniendo a su hijo menor con vida. Leo no dijo nada, solo se quedó allí, de pie, con el rostro volteado y la mejilla en inicios de hinchazón.

—Un solo hijo es suficiente, Lennie. —Leo respingó al sentir el contacto de la suave mano femenina sobre su mejilla, justo en la parte dolorida. Al ver sus ojos tristes se sintió el peor hijo del mundo —. Ve a descansar, yo me quedo con él.

La QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora