Capítulo 11

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cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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Kym desvió la vista de su rostro. Su mirada se tornó sombría.

—No.

—¿No? —Ed frunció el ceño. ¿Le estaba ofreciendo la solución a todos sus problemas y ella lo rechazaba?

Se pasó una mano por el rostro hasta llegar a su cabello. La enana le sacaría más de quicio de lo que alguna vez pudo imaginarse. Volvió a mirarla con un deje de fastidio. Ella seguía con la vista fija en el suelo, sus manos se enredaron en la enorme camisa que la cubría al sentir los ojos de Ed puestos en ella. De no ser por ese movimiento Ed no habría caído en cuenta que Kym no tenía por qué estar usando esa ropa, si la mayor parte de su dinero lo gastó en ella precisamente para que no anduviera por allí vestida así, además que le quedaría mucho mejor que una gran camisa que le llegaba hasta las rodillas.

—¿Dónde está tu ropa? —Kym le miró con desconcierto —. La ropa que dejé en el bosque, ¿dónde está?

—Es mía.

Ed se le quedó viendo dos segundos antes de esbozar una gran sonrisa para evitar reír. Ella no preguntó si la ropa que él dejó en el bosque era suya, al contrario la reclamó como suya al instante. Le había gustado, y no podía evitar sentirse bien con ello.

—Sí, es tuya. Ve a buscarla, te quedara mejor que la camisa que llevas puesta. ¿Recuerdas dónde la escondiste? —La enana se limitó a alzar la vista. Ed siguió la línea de su mirada para quedar boquiabierto. ¿A quién se le ocurría esconder ropa en los árboles? Solo a ella, sin duda.

Kym se alejó en busca de todos los conjuntos, tarea que a Ed no le motivó en lo más mínimo, por lo que decidió aguardar su regreso. Confiaba en que la enana no se encontraría con Leo, y en caso que eso sucediera podía llegar al lugar antes que alguno de los dos matara al otro. Por donde se viera no se corrían riesgos si no la acompañaba de árbol en árbol buscando pedazos de tela.

«Pedazos de tela que fueron de su agrado».

Volvió a sonreír. La enana y él tenían los mismos gustos para la ropa.

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Por enésima vez Ed se revolvió el cabello para contener la molestia que sentía. La enana, en efecto, resguardó toda la ropa en los árboles, pero no en un pequeño agujero, una grieta, incluso un nido de aves habría bastado, no, ella en su extraña lógica colocó la ropa en las ramas, cuidando que el viento no se la llevara pero nada más. La muy inteligente no pensó en los cambios climáticos, como la lluvia, evento que ocurrió la noche anterior. Todos los conjuntos estaban húmedos y con mal olor, había que lavarlos uno por uno y esperar que se secaran antes que la niña inteligente pudiera usarlos.

Miró a la enana con enfado. Kym desvió la vista hacia el montón de ropa amontonada en sus brazos, la apretó más contra sí. Ed suspiró. Una vez más se revolvió el cabello.

«¿Por qué tuve que encontrármela yo?», se lamentó antes de entrar a su casa, reparando que había dejado la puerta abierta de par en par.

Su humor no mejoró al echar un vistazo a su destrozada cocina. En ese momento no supo cuál de los dos males era peor, si Kym o Leo. Volvió a mirar a la enana. Kym observaba con curiosidad el desastre ocasionado, la camisa que llevaba se encontraba más oscura donde la ropa húmeda la había alcanzado. Al menos Leo era consciente de sus actos, Kym no.

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