Todavía no daban crédito a lo acontecido. De hecho el corazón aún les latía apresuradamente, como si quisiera salirse del pecho. Trataban de reponerse del terrible sobresalto que les causó aquel imponente animal. Si un forense hiciese una descripción con la imagen que reflejaba el grupo se parecería a esta: la sangre se les había helado, los cuerpos aún se encontraban estremecidos, los ojos fueras de sus órbitas, y los cabellos de punta. Habían sufrido lo que se conoce vulgarmente como un susto de muerte. No obstante, continuaron con el plan establecido. Peter concluyó el esbozo de la balsa que una vez construida debía ayudarles a descender por el cauce del río, evitando el farragoso trabajo de ir abriéndose paso por la vasta y densa orilla tupida de matorral, arbustos y demás pastizal salvaje.
Dimensionada lo suficiente para soportar cuatro personas adultas sin riesgo de hundirse, la balsa debía medir, una vez construida, dos metros y medio de longitud por otros dos metros de ancho. Su estructura consistía en dos vigas longitudinales, con un mínimo de quince centímetros de diámetro por dos metros y medio cada una, y separadas dos metros entre ellas. Para una mayor estabilidad de la balsa, éstas harían la función de doble quilla[1], justo donde apoyarían los refuerzos transversales de al menos cuatro centímetros de diámetro cada uno; unidos paralelamente entre si uno tras otro formando un conjunto lo más compacto posible, y amarrados con posterioridad sobre la estructura longitudinal.
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[1] Viga longitudinal de un barco que actúa como columna vertebral. Su función consiste en apoyar en ella toda la estructura transversal.
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Muy cerca de donde ellos se encontraban, había una zona de cañizar. Allí crecía una especie de bambú de aspecto verdoso oscuro, con un porte bastante leñoso y resistente, cuya altura llegaba a medir alrededor de los cinco o seis metros; además presentaban diversos grosores para lo que ellos trataban de construir. De modo que no dudaron un instante en utilizarlos para la fabricación de la balsa.
Prepararon cincuenta travesaños de cuatro centímetros de diámetro. Para la estructura longitudinal cortaron las dos enormes quillas. Todo ello tomando como herramienta el filo dentado de los machetes. En algo más de dos horas y media apilaron sobre la roca todo lo necesario para comenzar a construir la balsa. Únicamente faltaba algo con que amarrar toda la estructura, para ello pensaron en utilizar las cuerdas de escalada.
—¡Gracias a Dios que estábamos en esta orilla del río! —comentaba Marvin acordándose del Mamut mientras unía varios travesaños—. No me hubiese gustado encontrarme bajo las patas de ese mastodonte.
—Probablemente —dijo Eddie— no hubiéramos tenido la oportunidad de contarlo.
—Nos habría aplastado como un crío aplasta hormigas en el patio de un colegio —sonrió Peter.
—Aplastado —saltó Norman—, o ensartado en sus colmillos. No sé qué es peor.
Mientras concentraban todo el esfuerzo en la construcción de la balsa, aún pasaban por la mente imágenes de aquel espantoso encuentro.
Una vez terminaron la construcción de la obra, los cuatro quedaron unos minutos observándola, satisfechos por el trabajo realizado. Tan sólo quedaba probarla.
—¡Vamos, echadme una mano chicos! —solicitó Eddie, agarrando uno de los vértices de la flamante balsa—. Llevémosla a la orilla y comprobemos si flota.
Sujetando un vértice cada uno, la acercaron al borde de la roca de tal manera que únicamente tenían que empujarla hasta dejarla caer con suavidad sobre el agua.
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EL SECRETO DE TIAMAT
Ficção CientíficaA finales de la década de los 50, cuatro exploradores llamados a realizar una misteriosa expedición a la Antártida viven la aventura más fascinante y peligrosa de sus vidas. Un trepidante recorrido en el que, mientras luchan una dura batalla interna...