Capítulo 12 -Una desconcertante visita-

733 38 6
                                    

Boston (Massachusetts)

Ajena a todo cuanto sucedía, al grupo de exploradores —allá en en continente blanco— con su marido al frente, se encontraba Ángela Barnes. Cuando de repente, el teléfono comenzó a sonar. La mujer bajó las escaleras con premura. Y su ritmo cardíaco se aceleró vertiginosamente.

—¡Dígame...! ¿Oiga...? —Ángela esperaba angustiada alguna contestación. No eran horas prudentes para llamadas telefónicas. Acababa de acostar a su hija Lisa de seis años.

Por un momento, temió lo peor: «¿Le habrá ocurrido algo a Eddie?».

—¡Soy yo, Mary! —después de dos segundos de eterna espera, por fin se tranquilizó al escuchar la voz de su amiga. Las oscuras y tenebrosas nubes que pasaron por su cabeza se desvanecieron rápidamente, y el corazón le volvió a latir con normalidad.

—¡Hola, Mary! ¿Cómo te encuentras? —preguntó amablemente mientras soltaba todo el aire que llevaba en sus pulmones.

Desde hacía casi siete años, Mary era la pareja de Marvin, y estaban a punto de contraer matrimonio. Conoció a Ángela en el grupo de sus parejas, entablando ambas muy buena amistad.

—Perdona que te llame a estas horas —dijo con voz temblorosa y recortada—. Estoy bien, bueno... aunque... te llamaba porque... lo siento estoy un poco nerviosa.

—Mary, tranquilízate. Dime qué te ocurre. ¿Por qué estás tan nerviosa?

—Hace un momento... me estaba dando un baño, cuando... escuché llamar al timbre. Salí corriendo con la toalla envuelta y, sin encender las luces, fui a mirar por la mirilla de la puerta para ver quién era... —Mary detuvo un instante su explicación. En el tono de su voz podía percibirse cierta ansiedad—. Eran tres tipos muy raros. Estaban muy bien vestidos, con traje negro. ¡Me dio tanto miedo que no les abrí! Hice como si no estuviese en casa. ¡Estoy muy asustada!

—Bien. Cálmate. No te preocupes. Seguramente se equivocaron de dirección —dijo intentando tranquilizarla—. Tal vez eran detectives indagando sobre algún asunto de narcotráfico.

—No sé... no parecían detectives... —decía agitada y aún con la voz entrecortada—. Después de llamar varias veces a la puerta... desistieron y se apresuraron a coger su extraño automóvil negro. Me da la impresión que sabían lo que estaban haciendo.

Justo en ese momento, sonó fuertemente la puerta de la casa de Ángela, como si la golpeasen con el puño. Ésta se sobresaltó y su corazón volvió a acelerarse.

—Mary, están llamando a la puerta —dijo asustada—. Tengo que colgar, mañana nos vemos en el Island Coffee para tomar un café —concluyó colgando el teléfono y casi sin despedirse de su amiga.

Se dirigió a la puerta y volvió a pensar en lo peor; una nueva tormenta oscurecía de nuevo su alma. Temía recibir malas noticias. Antes de abrir miró por la mirilla y observó a los mismos individuos que Mary le había descrito por teléfono hacía tan sólo unos segundos; al fondo de su ángulo de visión, un flamante Cadillac negro del 58, con sus prominentes aletas traseras.

Angustiada, abrió la puerta, con la mano izquierda sobre su corazón.

—Buenas noches señora Barnes. ¿Se encuentra su marido en casa? —preguntó con semblante serio el que estaba delante.

—¿Mi marido? —la pregunta la extrañó, si bien, una especie de relajación comenzó a recorrerle todo su cuerpo—. ¡Ah, sí, mi marido! No, en estos momentos no se está en casa —contestó aliviada.

—¿Podría decirnos dónde podemos encontrarlo? —volvió a sonsacar—. Queremos hacerle unas preguntas.

—Para eso tendrán que esperar a que vuelva. Partió hace unos días hacia la Antártida.

EL SECRETO DE TIAMATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora