Capítulo 40 -Cuando el alma nos invita a tomar caminos diferentes-

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Apertura Polar Sur "Zona Oscura"

Eddie despertó sobresaltado agitando fuertemente su cabeza para intentar recordar dónde se encontraba. El sueño les venció, irremediablemente, durante casi dos horas, junto a un fuego del que ya solo quedaba la agonía del rescoldo. Y de forma inesperada, una misteriosa luminiscencia alumbraba todo el entorno. Una extraordinaria y hermosa aurora polar se suspendía en el vacío, y recorría toda la zona de "El Anillo", éste, quedaba tenuemente alumbrado por el espectacular fenómeno natural; tonos rojizos, anaranjados, celestes, verdosos, azulados. En definitiva, un concierto de colores que hacían tocar las más bellas melodías en un armonioso y calmado movimiento visual.

Eddie no daba crédito a lo que estaba presenciando, casi podía tocarla con sus propias manos. Se incorporó de un salto, y el ruido que hizo al pisar los cantos rodados de la ribera despertó a sus compañeros.

—¡Dios mío! —exclamó Peter aún tendido y frotándose los ojos.

La bella y espectacular visión dejaron literalmente sin palabras a Marvin y Norman.

Aunque dicha escena maravillosa demandaba recrearse en ella durante largo tiempo, no podían entretenerse por mucho más. Retomar la marcha lo antes posible era lo más sensato. Los Dracontes aún no desaparecieron de sus mentes y sentían terror con sólo pensarlo.

Después de que tomasen un trago más de aquel jugo vitamínico, Eddie, antes de partir, ordenó visualizar el plano de Izaicha; debían asegurar el recorrido y calcular la distancia que restaba por llegar a la "Zona Oscura". Curiosamente, la dirección la marcaba la propia aurora polar facilitando su localización. Algo más de veinte kilómetros los separaban aún del punto marcado.

Intentar franquear el bosque era toda una temeridad, más aún sabiendo de que pudiesen aparecer aquellos terrible seres. Los humedales o márgenes de pequeños arroyos, aunque para ello tuviesen que atravesarlos, fueron las zonas elegidas para garantizar el recorrido; sentían mayor protección a cielo abierto. Además, de esta forma aprovecharían la luz que le ofrecía la aurora.

La extraña sensación del principio se acentuaba cada vez más. Cuanto más avanzaban mayor era la percepción de que sus cuerpos se hacían más ligeros. Pero nadie se atrevió a decir nada durante el camino. Tan solo Peter quiso comentar al respecto.

—¡Perdonad chicos! —interrumpió la marcha, después de que recorrieran varios kilómetros— Algo no va bien en mi cuerpo.

—¿Qué quieres decir Peter? —preguntó Eddie.

—No lo sé, pero, desde que bebimos el preparado de Ciak me siento un poco alterado —explicó confundido—. Creo que debe tener alguna sustancia alucinógena que me está afectando.

—Pensé que sólo me ocurría a mí —comentó Norman—. Yo noto lo mismo.

—Quizá pusieran algo contra la fatiga —opinó Marvin.

Atendiendo a sus compañeros, Eddie, que llevaba unos kilómetros con la misma apreciación, se inclinó y cogió un gran canto rodado que le cubría toda la palma de la mano derecha. Lo tanteó durante unos instantes; lo hizo tirar unos centímetros hacia arriba para dejarlo caer nuevamente sobre su palma; después, se lo traspasó varias veces de mano, intentando dar una explicación a tan extraña sensación. Y por último, como si estuviese comprobando el estado de madurez de un melón, le asignó unos golpes intentado poner oído. Perplejo por el resultado, giró su brazo hacia atrás y, con todas sus fuerzas, lanzó la piedra intentando que ésta cruzara el arroyo. Los cuatro, que inmediatamente cruzaron sus miradas, quedaron completamente atónitos al comprobar que no solo cruzó el arroyo el gran canto rodado, sino que atravesó mucho más allá de la ribera de la otra orilla, casi perdiéndose de vista en medio de la penumbra. La sorpresa en los rostros era evidente. Una persona normal jamás podría haber realizado tal lanzamiento con una roca de esas proporciones y peso. En seguida, todos hicieron la misma operación con idéntico resultado. Efectivamente, no era la fuerza física la que se habría incrementado, sino más bien, se había disminuido la fuerza de gravedad de la zona en la que se encontraban. La sensación de peso era de casi un cuarto menos de lo normal, incluido sus propios cuerpos.

EL SECRETO DE TIAMATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora