Capítulo 37 -La guarida del acantilado-

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Apertura Polar Sur "El Anillo"

Aquella perspectiva surrealista de la apertura polar volvió a removerles las entrañas al grupo. Marvin se encontraba realmente mal y durante unos minutos tuvo que detener la marcha. La esfera de luz que pareciera entender la situación, se solidarizó y pacientemente esperaba unos metros más adelante.

Sus cuerpos no acabaron de acostumbrarse a aquella nueva percepción de la realidad. Se sentían extraños y como fuera de lugar. No conseguían comprender que les ocurría.

Al fondo de la llanura, donde observaron lo que parecía una especie de bruma, se dirigía la esfera de luz. Por un momento pensaron en abandonarla, ya que a medida que avanzaban empeoraba gradualmente su estado físico.

—Creo que nos han preparado una emboscada —dijo fatigado Marvin.

Nadie se atrevió a contradecirlo, ya que todos se encontraban en el mismo estado que él. En ese momento deseaban volver a la masa rocosa.

—Debemos seguirla —ordenó haciendo uso de su instinto Eddie.

Nadie mostró rechazo a la decisión de Eddie, pues su disposición fue siempre determinante para lograr la supervivencia, lo que le había hecho ganar con creces la total confianza del grupo.

A medida que se acercaban, la bruma, aunque no era demasiado espesa, se hacía cada vez más evidente. Detrás quedaba la verde llanura, acompañada del Sol con un ángulo mucho menor. Los pocos árboles desperdigados ya casi no se apreciaban. La vegetación desaparecía de la vista cuanto más avanzaban hacia la bruma, hasta convertir poco a poco su terreno fértil en una superficie plana y rocosa de color grisácea. El nuevo paisaje representaba la cima de la cordillera de un gigantesco desfiladero, similar al Cañón del Colorado, y asomándose unos metros por encima, como si de una taza de té caliente te tratase, lo cubría una especie de atmósfera creada por minúsculas partículas de vapor de agua; atmósfera que ascendía de las enormes profundidades de las que un descontrolado y enorme rápido fluía con furor. Casi dos mil metros de altura distaban inquietantes desde donde ellos ojeaban con gran expectación.

La esfera de luz permanecía justo al borde de la cima, cerca de un saliente escalonado, indicándoles por donde debían continuar. Descendió por estrechas y húmedas plataformas formadas irregularmente en la pétrea pared. Ellos la siguieron individualmente, cuidándose de posibles resbalones y caer al abismo. La vertiginosidad se hacía imponente, de la misma forma que lo era el eco que producía un vacío profundo, ya que el supuesto sonido que debía originarse en las aguas bravas no alcanzaba la altura suficiente para ser escuchado, tan solo un ligero murmullo. Además de su profundidad, el propio viento que la reinaba se encargaría de limpiar cualquier residuo acústico. En la vertical opuesta de la cordillera, que se distanciaba unos diez kilómetros, se podía apreciar cómo se precipitaban, aleatoriamente, diferentes cascadas, algunas de ellas desde la misma cima y muchas otras en perforaciones naturales de la pared rocosa; eran como blancos y largos hilos que parecían enhebrarse en los portentosos e infinitos muros.

Al fin, después de descender unos setenta metros, alcanzaron una superficie más amplia donde la esfera de luz se detuvo por unos instantes, momento que aprovecharon para tomar aliento. Sus cuerpos seguían extraños, la sangre que corría por sus arterias parecían ir a menor velocidad de lo normal, por lo que el pálpito del corazón se hacía más lento. Del mismo modo una sensación de inestabilidad causaba en ellos un continuo estado de desconcierto. Los ojos no terminaban de educarse a la nueva visión que tenían justo delante emergiendo hacia arriba; no era otra cosa que, el otro lado de "El Anillo", con la continua sensación de que de un momento a otro se les caería encima. El cielo exterior se redujo a una circunferencia, y ésta se hacía más pequeña a la vista a medida que iban avanzando.

EL SECRETO DE TIAMATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora