Capítulo 30 -Una cacería sangrienta-

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Apertura Polar Sur "El Anillo"

Insadi intentó tranquilizar al pobre muchacho acompañándolo a su tienda. Allan, Eddie y sus compañeros lo siguieron.

El superviviente, totalmente aterrorizado, con el habla entre cortada les describió una escena espantosa. Al parecer, cuando el grupo de cazadores examinaba un sector del bosque, tuvieron la mala fortuna de cruzarse en el camino con algo que jamás habían visto, un enorme y extraño ser de más de dos metros y medio de altura se aproximaba velozmente. Ellos se asustaron y comenzaron a disparar sus flechas, sin embargo éstas parecían de juguete al tropezar contra el verde y escamoso cuerpo de aquella horrible criatura. Pero la desacertada y poco afortunada agresión de los cazadores no le sentó nada bien a aquella extraña bestia y, en un abrir y cerrar de ojos, saltó hacia ellos a una velocidad sobrehumana. Un gruñido ronco pareció salir de sus terroríficas fauces; entonces empezó a desgarrar los cuerpos de los pobres desgraciados. Algunos de ellos saltaron sobre la bestia intentado en vano acudir en la ayuda de sus compañeros, pero éste se los quitaba de encima con una simple sacudida de su extenso brazo, lanzándolos a varios metros de distancia y siendo estampados contra el suelo o con algún árbol que se les pusiera por delante.

El pobre hombre con el rostro desencajado contaba a todos cómo oía crujir los huesos de sus compañeros. La sangre brotaba como rojos veneros de sus convulsionados cuerpos casi inertes en posturas imposibles, regándolo todo de líquido rojo a treinta pasos a la redonda. Su fuerza era abrumadora, incluso para diez fornidos y acostumbrados cazadores. Solo el muchacho superviviente quedó al margen de la matanza, rezagado impotente a varias decenas de metros de la tragedia, y observando petrificado tras un árbol todo el escenario dantesco casi sin poder mover sus extremidades.

—¿Qué aspecto tenía el monstruo? —le preguntó Insadi.

—¡Muy grande y fuerte! —contestó gesticulando, aún asustado.

El cazador, en situación de pánico absoluto, continuó explicando las características de la bestia; según él, era muy musculoso con piel verdosa y escamas parecidas a las de un reptil. Las pupilas de sus grandes ojos eran verticales. Un cuello corto pero muy ancho y fibroso. Disponía de una cola que la usaba de defensa, como la extensión de otro brazo. En sus manos tenía cinco enormes garras, al igual que sus pies, solo que estos presentaban tres garras aún más grandes.

—Creo que debemos largarnos cuanto antes —dijo Eddie convencido—, están buscándonos a nosotros, y si permanecemos mucho más tiempo aquí pondremos en peligro a todo el poblado.

Eddie y sus compañeros se miraron con resignación.

—Me duele enormemente ratificar lo que dices, pero estoy de acuerdo contigo —expresó Allan afectado—. Sea lo que fuere, parece estar entrenado para buscaros.

En ese momento, Allan y Eddie se dieron un apretado abrazo, sentían que el destino volvía a separarlos, pero sabían que la prematura elección era la más conveniente para todo el mundo.

Marcharon a la tienda a toda velocidad para preparar las mochilas. Nainsa se presentó con algunos alimentos imperecederos, como frutos secos, raíces y tallos comestibles... repartidos en varios paquetes pequeños de piel suave para cada uno.

—He estado hablando con Insadi y hemos acordado que lo mejor para vosotros es salir por las grutas subterráneas —dijo Allan sofocado, entrando repentinamente en la tienda—. Salir por el bosque sería muy peligroso. Esos seres os acabarían encontrando.

—¿Esos seres? —preguntó confuso Eddie por el plural de la frase.

—Sí. Acaban de comunicarme que el grupo recolector de alimentos ha regresado espantado por otro extraño ser gigantesco.

EL SECRETO DE TIAMATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora