Una visita indeseada I

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La familia Pennyworth vivió en Inglaterra, allí pasó su niñez un joven Alfred. Cuando creció, quiso ser actor, y lo consiguió. Pero no era un gran actor, sin embargo, trabajó en teatros de poco renombre. Cuando cumplió los dieciocho años, fue alistado en el ejército inglés en los inicios de la Segunda Guerra donde aprendió avanzados cuidados de primeros auxilios, y adquirió varias habilidades de combate cuerpo a cuerpo como también a manejar armas. Alfred se convirtió en un sobreviviente de guerra, y cuando ésta finalizó, se marchó a Estados Unidos. Precisamente en Ciudad Gótica conoció a la señora Martha Wayne, quién habló con su esposo para que le diera un trabajo digno. Así fue que comenzó su labor como mayordomo en la mansión Wayne, tarea que resultó ser poco fácil cuando llegó el pequeño Bruce. Tras el cruento asesinato de Thomas y Martha, Alfred quedó en soledad con el único heredero. No podía fallarle a la familia que le había dado un trabajo y le había permitido vivir bajo su techo, entonces, se hizo cargo de la pequeña criatura, a quien cuidó como su propio hijo, dándole la mejor educación y sus mayores conocimientos.

Y allí estaba Alfred, parado junto a la mesa de la cocina con un plato de pastas, cuando Bruce entró. Éste tomó el plato agradeciendo y se sentó a comer. El mayordomo entrado en años abandonó la habitación dejando en soledad al amo de la casa. Había mucho que hacer en la gigantesca mansión Wayne, empezando por la habitación de Bruce, y allí se dirigió.

Cruzó el enorme hall hasta llegar a la majestuosa escalera de mármol que se dividía en dos a mitad de camino. Tomó el de la derecha y continuó subiendo. Al llegar al último escalón, sintió un leve ardor en sus rodillas. "Las viejas lesiones de guerra" pensó, "un recuerdo imborrable". Caminó por un pasillo adornado con figuras de deidades mitológicas. Pasó la mano por sobre la cabeza de un pequeño Zeus y ésta quedó manchada de polvo, tomó nota mental de limpiarla luego. Ingresó en la primera habitación. Observó que la cama estaba desecha, como se lo suponía. La tendió con paciencia, y luego se dirigió al armario y le preparó un elegante traje para que vistiera Bruce. Sin perder un segundo, caminó hasta el cuarto de baño y secó el suelo bañado de humedad.

Era hora de regresar a la cocina para chequear que el amo haya almorzado como se merecía. Bajó las escaleras y entró en la habitación culinaria, pero Bruce ya no estaba. Retiró el plato vacío y lo lavó. De pronto, oyó ruidos del otro lado de la puerta. Sin comprender lo que ocurría, se dirigió hasta allí. Los ruidos se hicieron recurrentes y más violentos. Se oyeron gritos que provenían del hall. Entreabrió la puerta y encontró a cuatro hombres con apariencia desprolija armados con palos, destruyendo la casa. Eran matones de la mafia, Alfred los conocía muy bien. Reunió valor y confiando en sus habilidades, salió de la cocina decidido a enfrentarlos. Cruzó el largo hall gritando descontroladamente.

-¡Lárguense de mi casa, ratas asquerosas! -Las venas se marcaban en su garganta mientras sus palabras salían de su boca.

Los hombres, al ver llegar al mayordomo de traje negro, detuvieron su intromisión y se dirigieron hacia él. El primero que atacó fue un hombre regordete, éste llevaba puesto un suéter a rayas y usaba boina. Intentó atacarlo con su palo pero Alfred detuvo el impacto con su brazo izquierdo y con una maniobra inesperada, le encestó un golpe en el estómago al tiempo que le pegaba una patada a la altura de la rodilla. El hombre subido de peso cayó al suelo gimiendo de dolor. Un segundo atacó pero era demasiado tarde: Alfred ya había hecho su movimiento de ataque y le pegó un puñetazo con su mano derecha en el medio de la nariz. Ésta crujió violentamente y comenzó a manar sangre como si de una catarata se tratara. Tanto la mano del mayordomo como el suelo de la mansión, se enchastraron de sangre.

Su acción heroica concluyó cuando los dos hombres restantes sacaron sus armas y apuntaron en su dirección.

-Se acabó el show, señor -habló el más próximo a él-. Sólo queremos a Bruce Wayne, dinos donde está y puede que le perdonemos la vida.

Mientras hablaba, los dos hombres abatidos se pusieron de pie para unirse al resto de la pandilla agresora.

-Nunca -respondió entre dientes.

-Entonces, será su final.

El hombre flacucho que había amenazado a Alfred se dispuso a jalar del gatillo. En el momento en que su dedo se tensaba, una figura saltó del piso superior y cayó encima del hombre. Era Bruce Wayne. Comenzó entonces a arrojar patadas abatiendo al otro hombre armado con pistola. Su pie le hizo volar el arma al tiempo que un disparo salía en dirección perdida. Los dos hombres restantes se abalanzaron contra él pero Alfred entró nuevamente en acción. Detuvo el impacto del palo de uno de los maleantes y le encestó un golpe en la cabeza dejándolo fuera de combate. Bruce se encargó del restante: con un puñetazo en el pecho, éste voló hacia atrás chocando contra la pared.

El hombre que había sufrido la caída de Bruce, se incorporó y corrió hacia la puerta. Una vez que la abrió, giró y miró directo a los ojos al heredero Wayne.

-Las traiciones se pagan con sangre, hasta el último Wayne caerá.

El hombre abandonó la mansión a toda velocidad, dejando a Bruce totalmente impotente. Miró en dirección a Alfred pero éste agachó la mirada. El señor Pennyworth había entendido el mensaje, un mensaje que recorría con terror las paredes de la mansión. La maldición había vuelto a buscar al último Wayne.

Holaa, espero que les esté gustando!!!! Y se va a poner mejor!!! Un saludo a todos y sigan leyendo! A votar y comentar!

Batman: El Lado Oscuro De La JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora