Cartas al aire

65 5 1
                                    

El nuevo criminal alocado, aquel que con su llegada hizo volar por los aires al hombre murciélago y quien se cargó a la mafia de Maroni, abandonó el edifico matando a Ramiro y a el sexto hombre que esperaba en el auto. Luego, robó el vehículo, un deportivo violáceo último modelo, y recorrió las calles de Ciudad Gótica arrojando cartas al aire anunciando que una nueva ola criminal acababa de llegar a la ciudad. Condujo a todo vapor por las calles mientras disparaba sin control contra los inocentes peatones que aún transitaban las iluminadas calles. Varios civiles resultaron heridos, pero su aventura nocturna no había llegado a su fin.

Detuvo el auto frente a la alcaldía, luego descendió arrojando más granadas, haciendo estallar la puerta en mil pedazos. Tomó dos ametralladoras que encontró en el asiento trasero y entró al lugar disparando. Aquel lunático asesinó a dos hombres que todavía continuaban trabajando a esa hora de la noche. Dos policías llegaron para detenerlo pero sus disparos no dieron en el blanco, o mejor dicho, en el violeta. Aquellos dos hombres encontraron su final rápidamente en las manos del hombre de pelo verde. Recorrió los pasillos del establecimiento asesinando a quien se interpusiera en su camino.

—¡Exijo ver al alcalde Grange! —gritaba mientras disparaba.

Llegó hasta un escritorio donde una joven morena esperaba aterrorizada. Le colocó el cañón de la ametralladora en la frente. Ella sintió un frío recorrer su cuerpo, su sangre se había congelado.

—Dígame, bonita, ¿puede decirle al alcalde Grande que tengo que hablar con él? —Sonreía tras cada palabra.

—N-no s-s-se encuen-ntra, s-s-señor. —Temblaba, aquella figura le producía pavor.

—Oh, qué pena. —Giró pero sin despegar el arma de la frente de la joven—. Y yo que hice esta magnífica entrada, qué lástima. —Volvió a mirarla— ¿Le puedo dejar un mensaje? Tenga, anote. —Le pasó un papel.

La joven tomó el papel y rebuscó con sus manos una lapicera sobre el escritorio. Cuando la encontró, volvió a mirarlo y esperó a que dictara el mensaje.

—Anote: "Estimado alcalde Grange, me presento ante usted para decirle que, a partir de esta noche, Ciudad Gótica conocerá el verdadero terror ja, ja, ja. Espero que se lo tomé con el mejor de los humores." Firma, el Guasón ja, ja, ja. —Tragó saliva y la miró dulcemente— ¿Has anotado todo? —Le entregó un naipe para que la dejara junto con la nota.

—Guasón, finalmente te presentas como es debido.

El Guasón giró en seco al escuchar aquella voz de ultratumba. Parado en medio de la sala se hallaba Batman. Su traje gris se hacía más oscuro aún a la luz de las pocas lámparas que iluminaban el recinto, y los ojos blancos brillaban con más intensidad. La capa negra colgaba prolijamente de sus hombros.

—Ah, ahí estás —dijo retirando el arma de la cabeza de la mujer—. Creí que no vendrías a jugar.

—¿A jugar? ¿Crees que es un juego asesinar a personas inocentes?

—Bueno, verás... Sí. —Rio estruendosamente.

—Ríndete. —El murciélago no movía ni un músculo.

—Déjame pensarlo.

Entonces, disparó contra Batman. El ruido de las ametralladoras disparando era ensordecedor; salía fuego de ambos cañones al tiempo que las balas eran despedidas. La joven que todavía se encontraba tras el mostrador, se arrojó al suelo, y Batman al ver venir las balas, rodó rápidamente para ocultarse tras un escritorio. El Guasón se abrió camino y abandonó la sala. El hombre murciélago se puso de pie y salió tras él.

Batman: El Lado Oscuro De La JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora