Vicky Vale

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Le dio el último sorbo a su café antes de abandonar la cafetería que se encontraba a dos cuadras de su trabajo. Dejó la plata sobre la mesa y se marchó. Era un día soleado pero fresco, es por eso que lucía un suéter color amarillo y unos jeans ajustados. Se acomodó los anteojos y se peinó la larga melena rubia ante la pequeña brisa que corría por las calles de Ciudad Gótica. Miró su reloj, eran las nueve de la mañana y otra vez estaba llegando tarde al periódico; otra vez encontraría a su jefe encolerizado. Cruzó la calle y un automóvil detuvo su marcha bruscamente, la bocina sonó pero ella hizo caso omiso a lo ocurrido. Un humo negro abandonaba el caño de escape de aquel vehículo.

Hace un año atrás había realizado una investigación acerca de la gran contaminación en la ciudad. Los resultados fueron espantosos por lo que los publicó en La Gaceta de Ciudad Gótica, pero a nadie pareció importarle porque no se produjo cambio alguno en la ciudad. En este momento se encontraba investigando a la que se conocía como la nueva mafia. Sus fuentes le habían dicho que Salvatore Maroni era quien gobernaba en las calles ahora, un hombre cruento y despiadado que no le importaba nada más que su vida y la de su familia. Sus intereses poco tenían que ver con Gótica, y corría el rumor que se estaba preparando para dar un golpe mortal sobre la ciudad, de esa manera lograría el control definitivo. Ella estaba dispuesta a impedirlo, fuese como fuese.

Abrió la puerta giratoria del edificio y fue directo al ascensor. Se subió en éste y se dirigió al segundo piso. Cuando las puertas se abrieron, lo primero que vio fue la figura esbelta y arrugada de su jefe, Mark Newman, con una pila de papeles y una cara poco amistosa.

—Ah, aquí estás —dijo impacientemente—. Llegas tarde... una vez más, ¿lo sabes?

—Sí, señor Newman —contestó Vicky Vale con la cabeza gacha—. Lo siento, es que...

—Estoy harto de tus excusas. —Caminó hasta ella y le entregó la pila de papeles—. Comienza a trabajar de inmediato, hay mucho que hacer.

Sin responder pero con una sonrisa simpática, Vicky tomó el papelerío y se dirigió a su cubículo. Su escritorio estaba hecho un desorden, entonces, apoyó la gran pila sobre el teclado de su computadora; en ésta aparecieron varios símbolos debido a apretón de teclas. Suspiró y rápidamente se puso manos a la obra.

Cuando había logrado terminar la mitad del trabajo del día, decidió tomarse un descanso. Se dirigió entonces hacia el ascensor. Justo cuando las puertas se abrieron, un muchacho de pelo bastante crecido que vestía un bonito chaleco bordó, se acercó a ella con un papel.

—¿Te diriges al comedor? —preguntó el muchacho.

—Sí, John. —Se acomodó el pelo nerviosamente, aquel hombre le gustaba.

—Bien, ¿puedo acompañarte? —Al ver que ella asentía mientras se ponía colorada, el añadió —Tenemos que charlar sobre esto.

Le enseñó una hoja donde una figura, que parecía ser un murciélago con brazos y piernas humanas, estaba dibujada. Vicky la tomó con sus delicadas manos y la observó atentamente. Las puertas del ascensor se cerraron pero John colocó su mano para evitarlo. Luego, hizo un gesto invitándola a entrar.

—¿Qué significa? —cuestionó una vez dentro del elevador.

—No lo sé con exactitud —confesó—. Pero he ido a los suburbios de la ciudad y la gente habla de un espectro de la noche. Creen que es un demonio o algo por el estilo.

—¿Un nuevo criminal?

—No lo sé, Vicky, pero como tú estás investigando a la mafia de Maroni, tal vez te sirva de algo.

Las puertas se abrieron y ambos dejaron el ascensor. Caminaron en silencio hasta llegar al enorme comedor de la empresa. Unas largas mesas ocupaban todo el recinto. Al fondo había un pequeño restaurante de comida rápida. Fueron hasta allí y ordenaron para comer unas hamburguesas. Luego, tomaron asiento en un sector de una de las mesas, cerca de allí había un televisor encendido.

—Por cierto, —rompió el silencio John — buena investigación acerca de la contaminación, es una lástima que los políticos no hayan hecho nada al respecto.

—Ahora la gente lo sabe y eso es lo más importante. —Vicky le dio un mordisco abrazador a su hamburguesa. Sabía deliciosa.

—Bien dicho.

De pronto, en la televisión un hombre comenzó a hablar sobre un presunto ataque a la mansión Wayne. Según decía, una banda de ladrones había ingresado pero Bruce Wayne se encargó de ellos.

—¿Bruce Wayne? —preguntó gritando mientras se tragaba de golpe el pedazo de comida que tenía en la boca—. ¿Cuándo regresó?

—Aparentemente, no hace mucho.

—¡Suban el volumen! —gritó. Un joven se acercó al aparato con un control remoto en su mano izquierda.

"Bruce Wayne, dueño de Empresas Wayne, ha sido víctima hace unos instantes de un intento de robo quien él mismo logró frustrar. Su mayordomo, el señor Pennyworth, nos ha dicho que cree que fue la mafia quien ha hecho este intento de atraco."

—¿Ha frenado a la mafia con sus propias manos?

—Así ha dicho el reportero. —John continuaba comiendo como si no hubiese televisor alguno que ver.

—Es mi oportunidad de averiguar algo más acerca de Maroni —dijo mientras se ponía de pie—. Avísale a Newman que luego terminaré el trabajo, que se lo prometo.

Antes de dejar la mesa y salir a toda velocidad hacia la mansión Wayne, tomó la hoja que John le había enseñado, aquella con la figura de un murciélago. Era el momento de sacar sus mejores dotes de reportera, no por nada le decían la mejor reportera de Ciudad Gótica. Maroni iba a caer y Bruce Wayne, el multimillonario, podría ser de gran ayuda.

Batman: El Lado Oscuro De La JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora