Mi nombre es Lucius Fox

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Tres contra uno no debería ser una gran diferencia para él, es más, aún superándolo en número debería triunfar; pero ésta no era una pelea como cualquier otra, ni siquiera se asemejaba a la trifulca que había tenido con el Guasón en el departamento de Gordon. Las tres criaturas lo tenían rodeado,y había sido gracias a sus batarangs que había podido ayudar a Gordon y a las dos mujeres a escapar de allí. Pero ahora se encontraba en soledad, frente a ellos, esos hombres deformados y con súper fuerza; aquellos similares al que se había hecho conocer como Bane, quien le había propinado una paliza descomunal que casi lo dejaba fuera de combate por un largo tiempo. Todavía agradecía los métodos curativos de su mayordomo, aunque los hematomas continuaban en su cuerpo, había logrado sanar las heridas internas, o al menos calmado el dolor.

El fuego se esparcía rápidamente a su alrededor, crecía abruptamente apoderándose de las paredes y el techo. El calor era abrazador, y las llamaradas parecían tener brazos que todo lo tomaban; el fuego estaba vivo y atrapaba todo a su paso. El caballero oscuro se incorporó llevándose una mano a la mandíbula, tenía sangre en la boca, y, además, sentía como le sudaba cada vez más el cuerpo. Tenía dificultades para respirar, estaba ahogándose. Y para agregar un problema más, el techo de la jefatura comenzó a resquebrajarse. Se acomodó su capa hacia atrás y miró fijamente a la bestia deforme que le había encestado semejante golpe.

-Lo vas a lamentar.

Apenas podía oírse, estaba aturdido. Se mareó pero no lo suficiente para perder el equilibrio, no iba a desmayarse.

-¿Estás listo para más? -interrogó la criatura.

-Ven. -Le hizo señas con su dedo índice.

La monstruosidad atentó contra Batman a todo vapor con un grito ensordecedor. En el instante en que iba a aplastarlo, el encapuchado utilizó su batgancho y se elevó por el aire justo por encima de la cabeza del enemigo, luego, giró rápidamente, todavía suspendido, y arrojó un batarang contra la pequeña cabeza. El artefacto lo golpeó en la nuca haciéndolo perder el conocimiento. La bestia cayó como una bolsa de papa contra el caluroso piso. El descenso del murciélago fue lleno de estilo, realizó una vuelta carnero y rápidamente se puso de pie observando amenazantemente a los otros dos.

Pero aquellos estaban lejos de sentirse intimidados. Entonces iniciaron su ataque, pero, en ese momento, el techo se vino a pique. Una columna de escombros cayó violentamente expandiendo aún más a las furiosas llamas. Un calor in cresendo inundó el cuerpo de Batman obligándolo a retroceder para no morir calcinado.

Entre los escombros y el fuego podía ver a las dos deformidades buscando la manera de llegar hasta él; debía salir de allí cuanto antes. Giró y observó todo a su alrededor. Se encontraba en la parte de atrás del recinto. A su izquierda estaban las celdas, los hombres que las habitaban habían perecido a causa de la explosión y yacían tirados de forma entristecida. No había forma de escapar de allí, pero algo se le tenía que ocurrir sino el humo lo ahogaría, o peor aún, las llamas lo consumirían.

-Ven por mí -dijo finalmente hacia uno de los monstruos de Maroni-. Atácame de una vez por todas. No pudieron detenerme ni Bane ni tu amigote, ¿qué va a pensar tu jefe? Sabes bien que saldré de aquí y detendré sus planes.

-No, no lo harás -respondió la criatura-. Este es el final de tu camino Batman.

-No lo creo ¿Tú vas a enfrentarme? ¿Acaso crees que podrás detenerme?

Se movía de un lado a otro tratando de no inhalar demasiado humo. Le vinieron ganas de toser pero tuvo que soportar la picazón que le raspaba en la garganta.

-No cruces -habló serenamente el otro-. Deja que se muera por las llamas.

-¿Acaso estás demente? Ese intento de murciélago va a encontrar la manera de salir de aquí y Maroni nos pateará el trasero. Mírame, mira lo que somos -dijo enseñando sus músculos-. Podemos detenerlo, incluso matarlo.

El que mantuvo la charla con Batman tomó carrera para cruzar a través de los escombros y las llamaradas, pero el otro se paró justo frente a él.

-No te dejaré.

-Eres un cobarde -lo insultó el encapuchado desde el otro lado-. Anda, ven a por mí si te atreves.

-Déjame matarlo -rogó-. Podemos hacerlo entre los dos. Es sólo un hombre bajo un disfraz.

-Pero Bane no lo mató. Es inmortal.

-Demostremos que somos mejores que ese tal Bane.

-Tienes razón -dijo por fin-. Quizás ésta es nuestra oportunidad.

Los dos quedaron mirando hacia el techo derrumbado y se prepararon para poner fin, de una vez por todas, al hombre murciélago. Batman, del otro lado, tenía una sonrisa que le recorría toda la boca. Su plan de manipulación había funcionado, y, de esa forma, escaparía de una muerte segura.

El momento llegó. Las columnas de escombros volaron por los aires en el momento en que los dos hombres deformados la atravesaron violentamente. Una nube de polvo cubrió el lugar, y el fuego creció enormemente. Batman utilizó la tecnología avanzada de su capa para protegerse de las peligrosas llamas que azotaron su parte del recinto.

Entonces, el que había mantenido la conversación atacó rápidamente. Lo tomó por la capa y lo arrojó contra la pared trasera. Ésta estalló al impactar el hombre murciélago con tanta violencia, quedó un pequeño hueco en el lugar del hecho. A continuación, el otro monstruo de acercó y lo tomó por el cuello elevándolo bruscamente.

-Te lo voy a partir en mil pedazos, asqueroso animal, y te arrepentirás de habernos provocado.

Pero ellos no sabían que todo esto era parte de un plan, exagerado, pero un plan al fin y al cabo. Batman sacó su batgancho y lo clavó en el hueco que se había formado en la pared, justo cuando era arrojado hacia el fuego. La cuerda se tensó, y la pared salió arrancada, yendo a parar sobre la criatura, la cual quedó fuera de juego a causa del impacto. Gracias a la tensión de la cuerda, el caballero oscuro no llegó a las ardientes llamas, salvándose la vida.

-¿Qué has hecho? -preguntó el otro hecho una furia.

Batman se puso de pie dificultosamente, sacudiéndose el polvo de su traje. Pero la acción no había terminado: el bestial ser humano saltó hacia él y lo tomó por uno de sus brazos.

-¡Me las pagarás!

-Oh no -alcanzó a decir.

Entonces, salió revoleado a toda velocidad, atravesando toda la habitación llena de celdas, hasta salir por el hueco formado en la pared. Su caída se detuvo en medio de la calle luego de dar algunas vueltas sobre el asfalto. Intentó recuperarse, ponerse de pie, pero no funcionó; todavía arrastraba las lesiones de la noche anterior, y eso le jugaba en contra. Apareció la figura de la bestia en la pared hecha añicos con sus puños cerrados a la altura de su cintura. Rugió como si de un león se tratara dispuesto a abalanzarse sobre la presa. Pero entonces, un automóvil se detuvo a espaldas del alterego de Bruce. La ventana del conductor fue bajada y por ella se asomó el rostro de un hombre de color con unos pequeños bigotes prolijamente recortados.

-Suba, señor Wayne. -Su voz sonaba algo rasposa.

-¿Quién eres? -Todavía se encontraba tirado en el suelo sin intenciones de levantarse.

-Mi nombre es Lucius Fox, me envía el señor Alfred Pennyworth. No hay tiempo que perder, y por lo que veo, a usted no le quedan muchas vidas.

Al escuchar el nombre de su mayordomo, Batman se puso de pie de un salto e ingresó en la parte trasera del vehículo blanco. Algo le llamaba la atención de aquel hombre, sentía que lo conocía pero no recordaba de dónde. El coche arrancó y dejaron atrás a la fogosa jefatura junto con el súper hombre. El murciélago se sentía aliviado, su plan resultó aunque casi le cuesta la vida. Oyó un estruendo y supo que parte de la comisaría se había venido abajo.

Batman: El Lado Oscuro De La JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora