El Magnífico Circo de los Grayson Voladores

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-Damas y caballeros, bienvenidos al más grande espectáculo de circo que esta magnífica ciudad haya visto jamás.

El presentador hablaba a unas tribunas repletas que lo observaban muy bien gracias a un potente haz de luz que lo iluminaba. Aquel hombre de edad media llevaba puesta una larga galera de color violáceo, y un smoking que hacia juego. Un moño negro descansaba sobre su cuello. Traía consigo una larga vara que, de vez en cuando, utilizaba como bastón. La movía de un lado a otro al ritmo de sus palabras.

-Esta noche -continuó mientras se peinaba unos disparatados rizos de oro- verán un show único e inimaginable. Esta noche, volverán a creer en la magia, en el amor, volverán a emocionarse, reirán y llorarán. Todo eso aquí, en el Magnífico Circo de los Grayson Voladores.

El público explotó en aplausos y cánticos a favor del presentador. La emoción desbordaba de las gradas.

-Que comience el show.

Las luces se apagaron repentinamente, dejando a todos en una oscuridad total, seguida de un silencio abrazador.

De pronto, en lo más alto de la carpa apareció una figura -iluminada por el mismo haz de luz- lista para dar un salto mortal. Miró en todas direcciones y saludó elegantemente con su mano derecha. Vestía unas calzas verdes y una remera roja, su cara estaba cubierta por un diminuto antifaz de color marrón oscuro. En su otra mano, había un trapecio, el cual estaba destinado a surcar el aire del lugar de forma perfecta. El joven se aferró al artilugio circense y tomó aire, a continuación, se dejó caer al vacío. Como nunca antes había pasado, debajo del show no había una red de contención.

El trapecista volaba, y desde las tribunas parecía flotar en cámara lenta, como si de una mariposa se tratara. Entonces, se soltó, se elevó unos cuantos metros en el aire con sus brazos extendidos hacia los costados y su mirada, altanera, puesta en el frente. De pronto, el vuelo se detuvo, pero no cayó, sino que quedó suspendido en el cielo. Fue una eternidad, como si hubiese un vacío en el universo, allí quedó obligando al público a contener el aliento. En el instante en que pareció que ya no podría mantenerse más en esa ilusión, sus manos fueron alcanzadas por otra persona vestida de la misma forma, sólo que esta vez fue una mujer.

El haz de luz los iluminó y juntos regresaron a la posición de donde había salido la figura femenina. Saludaron al público y los espectadores aplaudieron hasta que les ardieron las palmas.

A continuación, se desató el espectáculo: aparecieron en escena varios trapecistas más al ritmo de unos tambores. Todos volaban por los aires al mismo tiempo, elevando sus manos con intenciones de tocar el cielo. La gente reía descontroladamente y aplaudían todo el tiempo; estaban disfrutando al máximo.

De pronto, apareció en el suelo un grupo de payasos, los cuales comenzaron a hacer malabares con bolas de fuego subidos a monociclos. Dando inicio al nuevo acto, sonaron unas trompetas que acompañaron a los tambores.

Uno de ellos, sin previo aviso, comenzó a elevarse en el aire mientras que continuaba con su número. El fuego ardía en sus manos pero aún así, no dejaba de sonreír y mover las bolas por los aires. La gente esbozaba carcajadas, y se ponía de pie para aplaudir, aun sabiendo que aquel hombre disfrazado estaba sujeto por dos sogas que lo hacían levitar.

Entonces, repentinamente, se oyó un poderoso sonido que hizo temblar cada alma que allí se encontraba. Y del estómago del payaso levitado surgió una mancha de sangre, sus manos dejaron caer las bolas ardientes, y fueron a parar a su panza donde se cubrieron del líquido rojizo. Sus ojos voltearon hacia atrás para dar por finalizado el acto. Aquel hombre había muerto a sangre fría.

Cuando lo bajaron al suelo, apareció una figura vestida de payaso, pero no con el habitual traje y maquillaje de los circenses sino con cicatrices y el pelo verde arruinado, sosteniendo en alto una escopeta. Aquella figura comenzó a reír haciendo estremecer a todos los presentes.

-Damas y caballeros, el espectáculo queda cancelado por problemas técnicos, disculpen la molestia ja ja ja -dijo burlonamente como si se tratara de una recepcionista y dejó escapar un tiro.

La bala dio en la parte superior de la lona que hacia las veces de carpa, provocando un hueco por el cual comenzó a filtrarse el aire. La correntada de viento era demasiado fuerte y provocó bruscas sacudidas. Las enormes columnas de madera que sostenían el circo se sacudieron hacia todos lados, entonces, los trapecistas, que todavía se hallaban en las alturas, perdieron el equilibrio y se precipitaron al vacío.

El Guasón dio media vuelta y asesinó a los demás payasos que miraban hacia el cielo horrorizados. Los espectadores entraron en pánico y salieron corriendo en todas direcciones, al tiempo que más secuaces ingresaban en el circo liderados por la espeluznante criatura llamada Bane, quien en estos momentos lucía unas enormes mangueras que se incrustaban directamente en su espalda y estaban enganchados a un tubo que contenía el Venom. Sus músculos saltaban de su cuerpo una vez más.

En ese momento, los cuerpos de los trapecistas tocaron tierra, muriendo al instante. Los Grayson habían fallecido.

Un enano se acercó semi desnudo al Guasón y le indicó que habían tomado la feria. Le entregó la llave de una de las atracciones del parque.

-Excelente. Sólo falta alguien para que comience nuestro show.

Sonrió de oreja a oreja y luego dejó escapar una enorme carcajada que retumbó por toda la carpa. Caminó hasta su nueva adquisición, sorteando los cuerpos sin vida de los Grayson Voladores.

-Mi querido Bane, necesito que pongas las cosas en condiciones para dar un buen espectáculo. Te hago entrega -le tomó la venosa mano y le colocó la llave en su palma- de esta llave, acondiciona el lugar, corazón ja ja ja ja. -Se alejó unos metros y apuntó con su dedo índice a cuatro hombres-. Ustedes, vengan conmigo. Tenemos que ir por alguien.

Batman: El Lado Oscuro De La JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora