Una decisión equivocada

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Ni una gota más de alcohol podría hacer que su humor cambiara a esta altura del día. Ni el vaso a medio terminar lo incentivaba para afrontar la situación de otra manera. Era un hombre grande y debía comportarse como tal, pero los hechos de la noche pasada lo desencajaron totalmente. Primero, la mafia había invadido el departamento del detective Gordon, de todo modos, él tenía sus enemigos, quizás hasta se lo había buscado; segundo, un payaso había hecho volar por los aires la casa para luego ir directo a la alcaldía y matar a todo el personal, eso no era coherente. Y allí estaba el alcalde Marion Grange leyendo una y otra vez la nota que "el Guasón" le había dejado. Tenía en su poder un naipe, un comodín. Todo este asunto parecía una tomada de pelo. Pero todo esto tenía un bonustrack, sí, señor. Batman, así llamaban a la criatura que parecía un murciélago, se había presentado con intenciones de detener al villano, y con una especie de súper auto lo había perseguido por las calles de Ciudad Gótica, infringiendo la ley una y otra vez. Su enfrentamiento había finalizado con la destrucción de un puente. Bonita manera de comenzar el día.

Caminó por el pasillo baleado de la alcaldía. La policía aún estaba en el lugar junto con algunos paramédicos. Llegó hasta su oficina y cerró la puerta suavemente. Se masajeó las sienes con ambas manos, y luego abrió los ojos. Delante de él, una grande y redonda habitación lo esperaba tal cual la había dejado el día anterior. La cruzó entera hasta llegar a su escritorio, lo rodeó y se sentó en su silla de cuero. Se relajó y pensó varias veces en otra posible decisión, pero, lamentablemente, sabía que no tenía escapatoria.

De pronto, la puerta de su despacho fue golpeada. Ordenó con voz ronca que la persona que había tocado, ingresara. La figura elegante del concejal Jack Mckenna entró a la oficina del alcalde.

-Alcalde Grange, ¿cómo se encuentra? -preguntó mientras se quitaba el sombrero y el sobretodo.

-¿Cómo crees? -contestó abriendo los brazos-. Esto es un desastre, Jack. Todo ha ido demasiado lejos. La mafia, el murciélago, y ahora esto. -Arrojó sobre la mesa la nota y el naipe del Guasón.

Jack la tomó y la leyó detenidamente, luego, analizó el naipe.

-¿Y éste quién es?

-Otro loco. -Se llevó las manos detrás de la cabeza-. Esta ciudad está llena de estos. Pero hay dos que se han puesto de acuerdo para tomar partido en esta fiesta de locos. El murciélago está poniendo nerviosa a la gente, y como si no fuera suficiente, aparece un hombre con el pelo verde, la cara blanca y un traje violeta. -Se puso de pie y apoyó los puños sobre el escritorio- ¿A usted le parece, Jack?

-Todo ha ido demasiado lejos, alcalde Grange. Pero aún hay esperanzas, podemos poner a toda la policía a buscar a estos dos hombres. Ese tal Gordon pudo con la mafia de Falcone cuando éste era el líder absoluto de Gótica. -Se puso de pie también para quedar cara a cara con el alcalde-. Podría detener a estos dos locos.

-Podría ser, tal vez. Pero yo tengo una mejor idea. -Ahora caminaba por el despacho-. Quizás le suene alocada, pero a esta altura, ¿qué no es alocado? Cuando tienes a dos males dando vueltas, tienes que darles de su propia medicina, concejal Jack.

-¿Qué es lo que tiene en mente, alcalde Grange?

-¡Esto es inaudito! -bramó Maroni- ¡¿Cómo es posible que cuando estábamos a punto de dar el golpe algo así ocurriera?!

-Tranquilícese, jefe -dijo Romario, un hombre con el pelo atado.

-¡¿Qué me tranquilice?! ¡¿Acaso me estás tomando el pelo?!

-Tiene razón, Sal. -El profesor Strange estaba sentado a unos metros de donde Maroni se encontraba-. Tenemos que pensar con cordura. Debemos encontrar a ese lunático, y acabarlo antes de que interfiera con nuestros planes, todavía no está todo perdido.

-Lo sé, lo sé, es que, mira, estábamos tan cerca de matar a Gordon ¡No puede ser posible! -Con un movimiento violento de su brazo, revoleó la mesa del restaurante en la que se encontraba.

De pronto, un joven de no más de veinticinco años entró en escena con un teléfono en la mano. Caminó tímidamente hasta llegar hasta donde el furioso Maroni se encontraba.

-¿Qué quieres tú?

-Tiene una llamada -dijo mostrándole el teléfono-. Es el alcalde Grange.

-Interesante.

Tomó el teléfono y contestó al llamado.

-Alcalde Grange, que bonita sorpresa.

-No quiero entablar una conversación con usted, Salvatore -dijo sin rodeos-. Pero me encuentro en un aprieto. Ya se habrá enterado de lo ocurrido ayer por la noche. -Tosió-. Quiero proponerle algo: -se produjo un silencio eterno- quiero que usted y sus hombres eliminen la amenaza de ese lunático que se hace llamar el Guasón, y también la del murciélago, quiero estas calles limpias de locos disfrazados. Esto no es una fiesta de Halloween.

-Ajá, mire usted. -Los ojos de Salvatore se iluminaron- ¿Y qué es lo que ganó yo?

-Impunidad hasta que los acabe...

-Considérelo hecho.

Cortó. Estaba feliz, era la oportunidad que había esperado durante largo tiempo, y después de que todo parecía acabado, por fin se presentó.

-Profesor Strange, tenemos luz verde para nuestro proyecto -anunció.

-Bien, jefe, esas sí que son grandes noticias.

-Debemos aplastar a dos ratas sueltas. -Rio fuertemente.

Batman: El Lado Oscuro De La JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora