―Hijo, ¿por qué estás enojado conmigo? ―le consulta Erick a su hijo de vuelta en la casa.
―Porque tú nunca estabas aquí, porque tú dejabas a la mamá mucho tiempo sola por irte con otras mujeres ―escupe Guido furioso.
―¿Por qué dices eso?
―Porque yo lo sé, porque yo lo vi. Te vi, papá, y no con una ni dos, todos tus desaires mataron a mamá, ella te amaba más que a nadie en el mundo, ¿y tú? Para ti, ella nunca fue suficiente.
―Estás equivocado, hijo, yo amaba a tu madre, la sigo amando.
―Mentiroso, ¿crees que yo no te vi con tu secretaria?
―¿Qué tiene que ver Helen en todo esto?
―Mucho, papá, porque ella es tu amante de turno.
―No digas idioteces, Guido, yo nunca le fui infiel a tu mamá. Ni siquiera tu mamá me hacía escenas de celos, ¿y me las vas a hacer tú?
―Ella nunca te hizo escenas de celos, porque lo que ella sentía no eran celos, los celos son imaginarios, lo de ella eran certezas de que era engañada.
―No sabes lo que dices.
―Sé muy bien lo que digo. La mataste poco a poco, la hundiste, ¡tú debiste morir y no ella! ―le grita al fin.
Erick levanta la mano para golpear a su hijo, pero es detenido por Juan Ignacio, que había escuchado toda la discusión desde la puerta, a espaldas de su cuñado.
―A mi sobrino no le pegas, Erick ―sentencia el productor.
―No lo iba a golpear. ―El padre se zafa de la mano y mira a su hijo―. Nunca jamás en la vida te he puesto una mano encima, no lo voy a empezar a hacer ahora que tu madre acaba de morir.
―Por tu culpa ―señala Juan Ignacio.
El padre asiente con la cabeza, no a las palabras de su cuñado, sino a lo que siempre tuvo certeza, el día que muriera su esposa, él se iría de patitas a la calle.
Se da la vuelta y sube al dormitorio que compartió con su mujer los últimos treinta años.
Juan Ignacio escanea a su sobrino de arriba a abajo, parece perdido en sus pensamientos y con lágrimas que amenazan escapar.
―¿Cómo te sientes, hijo?
―¿Quién es mi verdadera madre, tío? ―pregunta de sopetón.
―¿Qué? ―se sorprende el hombre.
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La Mujer del Teatro
General FictionEva Pardo, una mujer alrededor de la cual se tejen muchas historias, una mujer de temer que no le importa el qué dirán y nunca tiene una palabra de agradecimiento. Para ella, los hombres son un objeto desechable que sirven solo para usarlos en su p...