Capítulo 3

158 35 21
                                    

Erick se queda de piedra y piensa reclamarle a su mujer, pero ya había cerrado sus ojos para siempre. Guido se abraza a su madre, llorando y gimiendo. El padre abraza a su hijo. No puede creer que Rebeca se haya ido así, tan de repente. Ella jamás se enfermaba.... Y ahora....

El doctor y la enfermera entran al box y, al ver el cuadro, la enfermera quiere revivir a la mujer, sin embargo, el doctor la sujeta de un brazo y la detiene. Ella lo mira sorprendida.

―No vale la pena ―susurró el doctor―. Vamos, dejemos que vivan su duelo.

La enfermera, una vez fuera, se para frente al doctor, con gesto desafiante.

―Siempre hay que luchar hasta el último minuto para salvar una vida ―le reclama.

El doctor la mira condescendiente, coloca sus manos sobre los hombros de la joven y busca su mirada.

―Ella ya estaba muerta, Beatriz, solo los esperaba a ellos, a su hijo, a su esposo. ¿Qué sacaba yo con echarlos de allí y torturar más el cuerpo de esa mujer para luego tener que salir y decir que hicimos todo lo que pudimos?

―Se hubiera hecho todo lo que se podía.

―Si fuera tu madre, ¿preferirías que muriera en medio de tratamientos médicos o rodeada de la gente que ama, en paz?

La enfermera lo mira con los ojos muy abiertos.

―Tenemos que humanizarnos, Beatriz, no podemos olvidarnos que somos seres humanos y como tales debemos actuar.

―Lo siento, doctor.

―No tienes por qué, eres demasiado joven y aún muy impetuosa, crees que tienes la vida comprada y con tu capa de superhéroe puedes salvarlos a todos, pero no es así. Lamentablemente esta es una muerte más de las que muchas a diario ocurren.

―Es la primera muerte que presencio ―admite la joven con tristeza.

―Y no es un fracaso. Fracaso hubiese sido si su familia no se hubiera podido despedir. Eso es un fracaso. Ella murió en paz. Ya no había nada qué hacer. Moriría de todas formas.

Los ojos de la enfermera se llenan de lágrimas.

―Ve a tomar un café dulce, siempre la primera muerte es la que más duele. Aunque nunca te acostumbras, luego la aceptas más fácilmente.

El doctor besa la frente de la enfermera con gesto paternal. Esa joven podría ser su hija. La empuja con suavidad en dirección a la cocina del área de Urgencias.

Guido y su padre salen del box y el doctor se acerca a ellos.

―¿Ya? ―consulta con suavidad.

Ambos hombres asienten con la cabeza.

La Mujer del TeatroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora