Juan Ignacio se siente frustrado. Esa mujer, después de coquetear y de insinuarle todo, no le dio lo que quería. No se habían ido a la cama. Algo, no sabe qué, la hizo cambiar en su actitud, de una complaciente y ardiente, a una dura y fría. Así, sin más. Ahora, acomodado en el asiento del avión que se suponía lo llevaría a arreglar un asunto con su familia en Canadá, ahora lo llevaba a Vancouver, al funeral de su hermana.
Así y todo, no hace más que pensar en Eva.
Gabriel, por su parte, se siente satisfecho, ese hombre no pudo llevarla a la cama y no le importan los motivos. Lo único que le preocupa es el rostro taciturno y molesto de su dueña.
―Mi doña, ¿quiere que le prepare el jacuzzi? Eso la calmará ―ofrece solícito.
―No, Gabriel, déjame en paz.
―Pero...
―¡Nada de peros! ¡Fuera! ―grita con más fuerza.
Algo pasa y Gabriel no logra descubrir el qué, pero él, como que se llama Gabriel Mendoza, lo averiguará. Algo debió decirle ese hombre, algo debió hacerle a su doña para dejarla así, de tan mal humor.
―¿Qué pudo haber sido? ―se pregunta a sí mismo en voz alta en la cocina.
―¿Qué pudo haber sido de qué, don Gabriel? ―pregunta la muchacha del servicio, pensando que le habla a ella.
―Nada, nada, no se meta donde no la llaman.
―Perdón ―responde algo asustada.
―No, perdóneme usted a mí, estoy hablando solo, no me haga caso.
―¿Es por la señora?
―Sí, está extraña, ¿verdad?
―Sí ―responde y se encoge de hombros―. Aunque ella es rara.
―Vaya a hacer sus deberes, muchacha, que para eso le pagan, no para andar chismoseando de su señora.
―Ay, si yo solo decía...
La joven sale de la cocina y Gabriel se queda mirando la puerta. Su señora rara. Si esa chica supiera lo "rara" que podrías llegar a ser, se sorprendería. No. Se aterraría. Claro que no sería él quien se lo dijera. Esa chica es la única que ha durado más de un mes trabajando en esa casa. Todas se espantan y se van... a la primera semana.
Eva sale al balcón de su casa y contempla el enorme jardín, lleno de flores y árboles en todo su esplendor. Siempre deseó esto. Éxito, fama y fortuna.
Baja los tres blancos peldaños que dan hacia afuera y aspira el delicioso aroma a tierra húmeda, recién regada. Camina y con su mano acaricia los pétalos de las flores a su paso y se detiene bajo un frondoso sauce. A pesar de estar en invierno, el sol calienta el ambiente.
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La Mujer del Teatro
Ficción GeneralEva Pardo, una mujer alrededor de la cual se tejen muchas historias, una mujer de temer que no le importa el qué dirán y nunca tiene una palabra de agradecimiento. Para ella, los hombres son un objeto desechable que sirven solo para usarlos en su p...