Iris → Tronnor

IV

Cuando le prometes algo a alguien debes saber que el otro cuenta con eso. Eres responsable de lo que prometes.
Para cumplir una promesa hay que resistir, porque uno nunca promete algo fácil, siempre prometemos cosas difíciles que llevan sacrificio y esfuerzo, y aunque no queremos admitir, muchas de las veces uno se rinde, dejando las promesas como una deuda que podrá perseguirte siempre.

Una sonora y quebrantada carcajada salió desde el fondo de su garganta. Connor estaba prometiendo algo imposible de cumplir.

Él no sería la excepción, él también se alejaría tarde o temprano, lo sabía.

Era irónico ver como un chico de 23 años tras un niñato, estudiante de bellas artes, bueno para nada.

"¿Iras al club?"

"Claro que no" la muchacha frente a él dejo salir un suspiro frustrado, dejándolo solo en medio de la biblioteca y nada podía importarle menos.

Ella sabía perfectamente que esas preguntas no eran dignas para él. Jamás salía a algún club y sonaba irónico que mantuviera la esperanza de que la respuesta sea afirmativa.

Troye acabo de recoger sus cosas y se encamino hacia la residencia. El campus estaba totalmente vacío y agradecía eso. No había nadie a esas horas, el reloj ya marcaba las 8pm y de no haber sido por la bibliotecaria que debía cerrar, él se hubiese quedado leyendo allí dentro por el resto de la noche.

La brisa era un poco fresca para denominarla normal, pero se sentía tan bien que le fue inevitable no cerrar los ojos cuando esta golpeo su rostro, quedándose de pie en alguna parte del campus, disfrutando esos escasos minutos que podía sentir de placer y paz.

Kali pasó por su habitación dos horas más tarde, despidiéndose de camino al club y aunque no se lo dijera, ella había pasado solo por si había cambiado de opinión, pero lamentablemente no, Troye no iría.

Sabía perfectamente el riesgo que corría salir a esas horas de la noche sin alguna notificación al encargado de la residencia, pero nada le importaba menos. Él realmente necesitaba salir por un rato.

La noche, como era de esperarse, era bastante fría y la tela de su abrigo no era suficiente para acobijarlo, pero eso tampoco era lo importante.

Las luces de la acera iluminaban gran parte de la carretera por la que caminaba, sin temer que algún vehículo pudiese atropellarlo. Solo debía caminar unas cuadras más y llegaría, aunque su ansiedad hacia el camino eterno.

Todo comenzaba a tornarse más oscuro, lo que indicaba que estaba cada vez más cerca de llegar.

Todo seguía tal como lo había visto la última vez que estuvo allí, la escasa luz, el suelo húmedo y las gramíneas un poco más altas. No dudo ni un segundo en sentarse sobre el columpio al que acudía muy a menudo.

Solo de estar sentado allí, con sus ojos cerrados y su cabeza hacia atrás, sintiendo la brisa golpear su rostro con cada vaivén que lo movía lo relajaba, podía sentir solo por unos segundos esa paz que necesitaba desde hacía un tiempo. Ese momento completamente solo, con personas a varios kilómetros de él y con ese particular sonido a la soledad. Y aunque le costara admitirlo, solo allí, podía sentirse seguro, seguro de quien era y que quería. Algo que solo duraría un corto periodo de tiempo, algo que pronto se esfumaría y volvería ser quien era, algo inútil.

Unas diminutas pero potenciadas gotas comenzaron a golpear su cuerpo y cuando todo se volvió turbio, con su cuerpo completamente empapado decidió abandonar el lugar.

La lluvia seguía potenciándose a cada paso que él daba, pero de igual manera, sus pasos no eran apresurados. Se sentía bien, le gustaba sentir la lluvia golpearlo hasta empaparlo totalmente.