XIII

523 68 30
                                    

Había pasado exactamente un mes, treinta días, 720 horas solo, absolutamente en la soledad de esa fría habitación de hospital.

Su tratamiento no avanzaba, no iba ni hacia delante ni hacia atrás, cada día parecía ser una aburrida rutina que lo mantenía bloqueado sin poder pensar claramente o eso creía él, preparándose psicológicamente para pensar en nada, absolutamente en nada.

Había hablado con su médico prohibiéndole el paso de Kali y Connor a visitarlo, no quería verlos, sinceramente no se atrevía a mirarlos a los ojos.

También le suplico acerca de algún medicamento o pastilla para poder conciliar el sueño por las noches, pero para su sorpresa las pastillas hicieron un efecto demasiado bueno dejándolo dormir más de 18 horas por lo que las semanas parecían volar y las agujas del reloj eran un eufemismo cada que las miraba.

No tenía idea de lo que sucedía con su prima, mucho menos con el chico de los malditos ojos verdes y eso lo mantenía aislado de todo pensamiento aunque la culpa aun dolía en su pecho.

Su merienda estaba sobre una bandeja plástica a un lado de la cama, en la mesa de noche sin ser tocada, excepto de su taza de té que ya se encontraba vacía.

Los psiquiatras y médicos no dejaban de entrar y salir de su habitación constantemente revisando y estudiando todo su cuerpo, mente y metabolismo llegando al punto de volverlo loco.

Su psiquiatra, una mujer apuesta, que siempre vestía su chaquetilla blanca con sus grandes aros pesando sus orejas y sus ojos amenazantes pero que con el tiempo fueron cálidos, pasaba por allí cada día a las cinco y hacia infinidades de preguntas, de las cuales mayormente no obtenía respuesta alguna, solo asentía y se marchaba.

Extrañaba su habitación, estudiar, ir a diario a la biblioteca y tomar té la mayor parte del tiempo. Extrañaba su miserable vida, ir a visitar a Sage o simplemente sentarse en el columpio de la vieja casa sin importar el día ni horario.

Las agujas del reloj marcaron las siete pero ni siquiera lo conmociono. No esperaba que nadie cruzara esa puerta, con el paso de los días se había acostumbrado a que solo era una maldita hora más del día.

Sus ojos comenzaron a cerrarse, cayendo en un no tan profundo sueño que fue interrumpido por el crujido de unos pasos acercándose a él, cerrando la puerta casi silenciosamente.

Una mano se posó sobre su cabello, despejando su rostro de esos rizos rebeldes que ya estaban demasiados largos.

"Te echaba de menos" murmuro la castaña sabiendo que él se encontraba despierto "he pasado un maldito mes viniendo hasta aquí solo para escuchar que no quieres verme..."

"No esperaba que volvieras"

"¿Por qué no? Eres mi primo, mi mejor amigo, lo único-"

"No lo digas Kali" la interrumpió "no soy lo único que tienes, tienes una familia a unos kilómetros de aquí"

"¿Y que con eso? Ellos no significan ni la mitad de lo que tu significas para mi" un silencio prolongado se estableció entre ellos con el sonido de sus respiraciones ahogadas "los médicos han estado reportándose con respecto al tratamiento..."

"Apesto Kali, todo sigue igual al día que me trajeron aquí"

"¿No crees que sea suficiente?"

"¿A qué te refieres con ello?"

"Me refiero a lo que has hecho, no solo con tu tratamiento, sino que conmigo y también con Connor"

"No quería que se aferren a esto, a mí. Son jóvenes. Vendrán más amigos, más amores, más personas que valdrán la pena para ustedes"

Iris → TronnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora