Al llegar al hospital me hicieron una serie de preguntas, al igual que a Matt, Sara y a Zack. Mis padres no se enteraron de todo lo ocurrido ya que Sara les había dicho que me quedaría en su casa hasta el domingo, pero si llegaba a empeorar, tendría que llamarlos.
Gracias a dios sólo estuve cinco horas en el hospital y me dieron de alta, pero con varias prevenciones para que no vuelva a suceder. Matt estaba enojado conmigo ya que me había alejado de Sara, y había terminado sola en la camioneta de ella y ya no sabía qué hacer para que dejara de ignorarme.
- Zack, yo llevaré a Anna a mi casa, lleva a Sara contigo a tu departamento y mañana la llevo a casa antes que sus padres vayan a enloquecer. - Miré a Matt, pero él seguía ignorándome. No quería ir con él para estar todo el tiempo rogando para que me hablase.
Durante el camino a casa de Matt, no nos dirigimos la palabra, y ya me estaba poniendo nerviosa.
- ¿Me vas a ignorar siempre? - El tono de mi voz había salido más alto de lo que quería y él sólo me observó unos segundos con una mirada extraña y siguió su vista en el carril. Maldito Matthew y su sobre protección.
Seguimos sin hablar hasta que llegamos a su casa. Era una casa bastante linda con un hermoso jardín en la parte delantera. Entramos y estaba prendida sólo la luz del hall y la cocina. Miré la hora y era temprano todavía, podía dormir un poco antes de volver a casa.
- Sube a mi habitación, es la puerta azul a la derecha, quedate allí y no toques nada. - Dicho eso se fue de nuevo por donde entramos y sentí como su auto arrancaba y luego como se alejaba de la casa, dejándome completamente sola.
Genial, ahora estaba sola en la casa de Matthew, con ganas de golpearle su bello rostro y con ganas de devorarme una hamburguesa completa.
Caminé hasta lo que, para mí, era la cocina y abrí el refrigerador buscando algo para que pueda comer. Al abrirla mis ojos se iluminaron porque no había nada más y nada menos que una rica tarta de chocolate a la mitad. Corté dos pedazos y me los comí con un poco de leche. Espero que Matt no se enoje ya que me dejó aquí sin comida y sin saber si era o no su casa. Lavé lo que ensucié y dejé todo en su lugar para que no se diera cuenta que yo estuve por allí.
Abrí la puerta azul que me había dicho Matt antes de irse a quien sabe donde y entré. No había muchas cosas, una cama matrimonial, una mesita de noche, un escritorio con millones de papeles en él y en una biblioteca, una guitarra, un violín y un piano. Al parecer a Matthew le gusta la música y nunca me lo dijo. Amaba el violín ya que la mayoría de las melodías que bailaba eran de Tchaikovsky y el piano, lo amaba tanto como al ballet, fui toda mi infancia a clases de piano y lo amaba.
Me senté en la silla que estaba frente al piano, abrí la tapa y toqué sus teclas sin hacer ruido, hacía ya varios años que no tocaba uno así que decidí tocar una de las melodías que más sabía y que amaba. Claro de luna, de Beethoven.
Comencé a tocarla y me transporté hacía otro lugar, como me decía siempre mi maestra de piano cuando era pequeña. Me imaginé otro lugar sin problemas, un lugar en donde podía seguir bailando, seguir siendo yo misma, enamorarme sin que me hagan daño, tener amigos que no te desilusionen, tener a mis padres como siempre y que no tengan que preocuparse tanto de mí, seguir en la escuela y que no me traten con lástima, ir a otros lugares y que me observen extraño; un lugar en el que no existía el dolor, no existía el final, no existía la desconfianza, no existían las desilusiones, ni las amistades falsas, un lugar en el que no existía el cáncer... Un lugar, en el que no existía la muerte.
Al terminar de tocar, una lágrima cayó por mi mejilla, cerré la tapa del piano y miré hacia afuera, estaba amaneciendo, y era un hermoso amanecer.
- Creo haberte dicho que no tocarás nada antes de irme. - Me sobresalté al escuchar la voz de Matt y me limpié las lágrimas que rodaban en mis mejillas. - No sabía que tocabas, lo haces muy bien. - ¿Ahora me hablaba? Sentí como se tiró a su cama, suspiró y al hacerlo sentí una brisa que tenía olor a alcohol y cigarros. Matthew había estado fumando y bebiendo, y definitivamente no quería estar allí. Todo venía bien hasta el olor a cigarros.
Me levanté del asiento del piano y me encaminé hasta la puerta de su habitación. Cuando agarré el pomo, sentí como agarraba mi brazo con fuerza. No quería dar vuelta y mucho menos hablar con él. La había cagado y bastante.
- No te vayas, Ann. - El olor a alcohol junto con el olor a cigarros, se hizo presente cerca de mí y si no salía de allí pronto, vomitaría.
- ¿Ahora quieres que me quede? ¿Después de que me ignoraste toda la noche? - Mi voz era un poco más baja de lo que quería, pero si hablaba más fuerte, rompería en llanto y no quería.
- ¿Ignorarte Anna? Hago de todo menos ignorarte. Te dije que no vayas a esa fiesta y fuiste. Te dije que te cuidáras y tampoco lo hiciste. Me traes loco Anna. Desde que me enteré que tienes leucemia quiero lo mejor para ti, quiero que estés bien y quiero protegerte todo el tiempo, no quiero que nada malo te pase. ¡Entiende, por favor! - Y de pronto mi globito de expectativas se reventó al escuchar "desde que me enteré que tienes leucemia". Todo esto lo hacía solamente porque tenía cáncer, lo estaba haciendo por lástima.
- Dejame ir, Matt. - Logré decir en un hilo de voz.
- ¿Para qué? - Suspiré y me solté de su agarre.
- Para que dejes de preocuparte por mí y sigas tus sueños, tus metas y tu vida. No dejes nada por mí, es una pérdida de tiempo, Matthew. - Él me observó sorprendido y un poco desolucionado.
- ¡Bien! ¿Te quieres ir? ¡VETE! No te detendré. - Me sorprendió cómo me gritó en ese momento y yo estaba al borde del llanto. Abrí la puerta y salí corriendo hacia la puerta principal pero sin antes gritarle algo.
- ¡LA CAGASTE MATT, LA CAGASTE ENTERA! ¡Con tu sobre protección, con tu mierda esa de fumar, al igual que la de embriagarte! ¡Quizás nunca te tendría que haber dicho que tenía cáncer y ni siquiera te hubieses molestado por mí! - Al gritarle eso, cerré la puerta principal con mucha fuerza y salí corriendo hacía cualquier lugar pero lejos de él.
Quizás Sara tenía razón y era que me estaba enamorando de Matt, pero cuando me dijo que lo hacía porque tenía cáncer, todo se derrumbó.
Caminé y caminé hasta que pude llegar a la parada de un autobús. No sabía ni en donde me encontraba, así que opté por tomarme un taxi y volver a casa.
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Living with hope.
RomanceUna sonrisa que deja hipnotizado a cualquiera, un cuerpo maravilloso, una personalidad deslumbrante, amante al ballet y a la música clásica, el mejor promedio en su Academia, una familia maravillosa, no le faltaba nada, tenía una "vida perfecta". A...