Capítulo 4.

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NASTIA.

Caminé por el pasillo lentamente, intentando no hacer mucho ruido. Eran apenas las nueve de la mañana y supuse que todos los chicos seguirían dormidos, principalmente por el silencio de la casa y la cantidad de botellines de cerveza en la mesita del salón.

Entré en la cocina, dispuesta a hacerme un café para espabilarme y ponerme a practicar un rato. No pensaba hacer dos horas de ejercicios pero ensayar unos cuantos pasos estaría bien.

Puse la música en aleatorio y encendí la cafetera, rebuscando entre los armarios algo de comida. Al final, rendida, acabé abriendo la nevera. Mi mejor opción era la fruta.

Comencé a cantar Por los bares de Anna Asti casi sin darme cuenta mientras bailaba por media cocina picando frutas en un bol.

-Entre nosotros hay humo, lágrimas y un puente ardiente. Que conmigo no fue tan complicado, ¿pero y tú?...

Pasos se escucharon por las escaleras y me asomé discretamente a la puerta cuando escuché dos voces hablar. Una chica vestida de fiesta se despedía de un chico rubio y, por alguna razón, parecía bastante molesta con él.

Volví a lo mío sin querer escuchar su conversación, subiéndole un par de tonos a la música para darles privacidad.

-Y tú por los bares, borracho perdido, ¿Qué pasa contigo?

-No he entendido una mierda, pero vaya voz, preciosidad.

Paré de cantar de golpe en cuanto escuché ese comentario a mis espaldas y me giré en la barra como un resorte. Joder, qué susto. El rubio del pasillo estaba apoyado en el marco de la puerta, mirándome con una media sonrisa.

Enrojecí de golpe al darme cuenta de la situación.

Él iba sólo en bañador, lo que hacía que su musculoso cuerpo de un moreno arena quedara prácticamente al descubierto. Se pasó una mano por el pelo rubio y sus ojos dorados brillaron divertidos cuando se acercó a la cafetera.

-¿No sabes contestar un cumplido?- preguntó coqueto mientras me escaneaba con la mirada.

Rodé los ojos sin contestarle, intentando restarle importancia al comentario volviendo a mi bol de frutas. Ese debía ser el tal James, pero ese tono prepotente lo estaba dejando como un auténtico...

-¿Eres nueva? Nunca te había visto por casa.

-Sí. Llegué ayer.- contesté algo borde.

Pensé que mi hermano les había dicho a sus amigos que me venía a vivir aquí.

-¡Vaya! ¿Y ya te has tirado a uno de los chicos? Sí que vas rápida...

Me atraganté y me puse a toser como una loca. ¡¿Qué me había tirado a quién?! Definitivamente mi intuición no había fallado, era un auténtico gilipollas.

-¿Perdón?

-No intentes esquivar el tema, guapa, ¿con cuál de ellos te acostaste?- se apoyó frente a mí en la barra, escaneándome de arriba a abajo.- Puedes repetir esta noche conmigo si quieres...

-No, gracias, la chica que se acaba de ir no parecía muy satisfecha.

Me sonrió confiado, bebiendo un sorbo de café antes de responderme.

-Puedo demostrarte lo contrario.

-¡Soy la hermana de Alex, imbécil!- le acabé diciendo anonadada.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa y se incorporo de golpe, abandonando todo rastro de coqueteo.

Midnight.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora