Episodio 1

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FRANK

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FRANK

Mis padres me permitieron tener mi propio departamento, pero no tendría todo tipo de comodidades a las que estaba acostumbrado , acepté, al menos estaría solo y haría lo que quisiera aquí en Nueva York, "La mierda manzana", acostumbraba a agregarle mierda a todas las cosas superficiales que me  rodeaban.

Donde todo era nada, de alguna u otra manera todo lo que tienes se pierde. Por ello decidí estudiar finanzas, así heredaría la empresa de papá y mi desagradable destino estaría arreglado sin necesidad de planearlo tanto.

Tenía muchos amigos en la universidad y estaba en el séptimo semestre, presión total. Sin embargo me relajaba todos los viernes yendo a clubes con mis amigos y en la mañana del sábado con las más condenadas resacas y una mujer al lado de mi cama; siempre de piel canela. Esos eran mis gustos cuando el alcohol se encontraba en mi sistema.

Abrí mis ojos y el mundo parecía odiarme, parecía  que tuviera un millón de martillos en mi cabeza dando golpes paulatinos. La puerta se cerró y supe que era una de las chicas que siempre salían antes de que yo me levantara. Restregué con mis dedos mis ojos y luego pase mis manos por mi cabello, con mi mano zafé la sábana blanca de mi cuerpo. Pasé y observé que la ventana estaba abierta, generalmente no me importaba si alguien me veía, pero todas las mañana me sentía observado o tal vez sólo esté loco, miraba hacia todos los lados y nunca veía nada, pero de todos modos no era bueno, si algún anciano o niño me viera, podría ser multado y eso era lo que menos quería.

Caminé hacia el baño y tome la toalla y la pase por alrededor de mi cintura, retorné hacia la ventana y la cerré.

Mi piso era exageradamente pequeño, das un paso, llegas a la cocina; otro medio, llegas al cuarto; caminas veinte pasos y llegas al baño.

—Rayos —el agua estaba más que helada, pero así me quitaría esta horrible resaca, duré alrededor de diez minutos y salí, estaba más relajado pero el dolor era latente, comí mi desayuno y bebí un analgésico.

Me levanté del comedor.

Debido a lo que me pasaba diariamente me sentía como una celebridad con algún paparazzi. Alguien me observaba y sabía que no estaba loco, tal vez.

Sospechaba de mi vecina de al frente, con sólo recordarla me daba escalofríos, era repugnante para mí que una anciana se enamorara de mí.

Un pequeño reflejo hizo darme vuelta y caminar hacia la ventana, ahí estaba, veo a una mujer, estoy alucinando, doy un giro lento y sigue mirándome con sus enormes gafas, como todos los días. Esa señora parece que nunca sale de su piso, y sospecho que me espía, vale, si la tía fuera linda me la ligaba, pero desde aquí, era feísima, no quería saber cómo era de cerca. Siempre se sentaba en su terraza y miraba cada movimiento que yo hacía o al menos eso pensaba. Incluso les pregunté a algunos vecinos y me dijeron:

—Ella siempre ha vivido ahí, pero no habla con nadie, es muy extraña.

Yo era demasiado curioso, una que otra vez me daban ganas de ir a visitarla pero nunca lo hacía.

Mi teléfono vibró y lo conteste.

— ¿Sí?

—Frank, se me quedó mi ropa interior, en la tarde me paso por ella —era Daisy, la chica con quien siempre me acostaba. Siempre buscando tontas excusas para que yo cayese en sus garras, y... yo lo hacía.

Me senté en mi sofá y encendí la tele, hoy tal vez, emitirían el partido de fútbol que me perdí ayer, gracias a Daisy. Mi lengua experimento la espesa saliva que iba creciendo en mi boca, estaba seco a pesar de haber terminado de desayunar. Me levanté del sofá y caminé hacia el frigorífico, necesitaba un refresco.

Por un momento me acordé de la vecina y me paré en la ventana, tal y como mis sospechas lo esperaban, ella seguía allí. No pude evitarlo, tenía que decirle algo, lo más inteligente que vino a mi mente fue:

—El día no está como para sentarse en el balcón y broncearse con el frío, te vas a congelar si sigues allí —ella dejó por un momento su libro, se sorprendió por mi tonto comentario; hasta yo mismo me podría disparar si alguien me decía algo así, ¿acaso me importaba?, no.

Ella dio un brinco, tenía un vestido largo marrón, con unas horrorosas medias de rayas verdes con blancas, ¿era un duende para vestir así?, Desapareció en la penumbra de la puerta de su piso y no salió. Genial, me sentía más tranquilo, su mirada y tranquilidad, me tenían los pelos de punta.

Ella esta demente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora