Episodio 4

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FRANK

Todo estaba oscuro, completamente oscuro y podía sentir el dolor latente en mi cabeza, parecía una resaca, pero un poco más doloroso, trate de mover mis ojos, pero me costaba. Algo estaba tocando mi cara, era algo peludo.

— ¿Qué mierda es esto? —era un maldito gato.

—Es Fufi, mi gato — esa voz, miré hacia donde procedía.

Dios no puede ser cierto

— ¿Qué haces tú aquí?—pregunté y ella sonrió un poco y movió con el puente de su nariz sus lentes.

—Es mi apartamento, no lo recuerdas, viniste a buscarme desesperado — dijo y fruncí el ceño.

Dios santos, era cierto había venido a su apartamento, recuerdo que estaba tocando su puerta y ella salió y todo se volvió negro. Espera, porque no puedo moverme.

— ¡¿Te has vuelto loca?! ¡Por qué me tienes atado! —Qué ridículo, estaba siendo secuestrado por una vieja, que podía ser psicópata o algo así.

—Entraste a mi apartamento sin permiso y tuve que tomar medidas drásticas —dijo tomando a su gato, tenía una especie de manto, no sabía cómo explicarlo, pero la única piel que se notaba en su cuerpo era la de sus manos y su rostro, era una vieja, una chica no podría vestir así.

—Quería saber por qué me mirabas siempre desde tu apartamento, sabes que es un delito —comenté.

—Pues es un delito ir a apartamentos que no conoces sin permiso y tomar atribuciones —quería estar suelto y matarla. Bueno era una mujer después de todo, pero aun así...

— ¿Cuáles atribuciones?, estás loca, suéltame —me moví para tratar de soltarme. Pero fue en vano.

—Duré media hora estuve amarrándote con todas mis fuerzas, y vaya, sí que es difícil, pero creo que es soportable, ¿quieres comer algo?— Dios, la mataría.

— ¡Suéltame! ¿Estás loca? cuando salga de aquí me las pagaras —le dije y ella no me miro, solo camino hacia su sillón, junto sus rodillas junto con su pecho y se hizo una bolita.

—Apenas acabas de llegar y ya quieres irte, solo quiero que seamos amigos — dijo algo apagada. ¿Por qué vine a este estúpido apartamento?

—Entre más quieras irte, más tardarás en salir —dijo y tomo un libro y empezó a leer.

Dios mío esto debía de ser una estúpida pesadilla, ser secuestrado por una vieja, ni en mis mayores locuras lo imagine.

Una hora había pasado y seguía ahí, bueno yo calculaba una hora.

— ¿Qué hora es?— Pregunté y ella me miró.

—Son las cuatro de la tarde.

¡¿Qué?!

— ¿Cuándo piensas soltarme?— Le pregunte e intenté soltarme de nuevo.

— Otra vez con lo mismo, no lo sé, no sé nada, déjame leer mi libro —dijo y miró de nuevo su celular.

— ¿Cuando quiera comer? ¿Cuándo quiera ir al baño? ¿Cuándo quiera orinar? ¿Lo haré aquí acaso?, estás loca, suéltame mujer.

—No, lo siento, eso solo lo determino yo, ve acostumbrándote, ahora leeremos.

—Estás loca —dije y ella se acercó a mí poco a poco, tenía unas medias de colores y estaba totalmente tapada, se acercó a mí.

—No vuelvas a decirme loca, ¿Ok?— No había visto, su cara de cerca, mis manos no estaban atadas, pero mi cuerpo sí, pero no podía literalmente soltarme.
Como pude lleve mis manos a su rostro y era lo más suave que había tocado en mi vida, ella reaccionó y se apartó de golpe.
— ¿Q-que haces?— yo sólo miraba su rostro, sus labios eran impetuosos, más pequeños no podían ser pero muy gruesos y rojos, no tenía ni una pizca de maquillaje, pero sus gafas y esa ropa no dejaban apreciar, si estuviéramos en otras situaciones, diría que era simpática, pero no, ella me tenía amarrado en su apartamento y no me dejaba hacer nada.
—Toma, hice esto para ti, es comida, debes estar hambriento — era una hamburguesa y aunque quisiera negar no podía, tenía una hambre feroz.
Sin querer voltee mi cuello y pide ver el reloj.
Eran las seis de la tarde, Dios mío, ¿cuándo me soltaría?
— ¿Cuándo piensas dejarme ir?, no le diré a nadie que me retuviste aquí —le dije dándole un mordisco a la hamburguesa, pronto me soltaría.
—No importa eso ahora, porque serás mi nuevo juguete —dijo sin más, como si fuera lo más normal.
No le diría loca, porque lo había dicho demasiado.
Pero ella estaba en serios problemas y unas endemoniadas ganas de ir al baño y no era orinar.
Dios mío en tus manos encomiendo mi alma.

Ella esta demente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora