Episodio 16

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FRANK

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FRANK

Tomó la toalla de la baranda del baño y la enrollo en mi cuerpo. No he parado de pensar en lo que paso hace horas.
No entiendo porque actuó así, no entiendo porque se veía así, no entiendo nada.
Y sobre todo, siento que algo está mal, y me preocupa de gran manera.

Desde aquella vez que me di cuenta de que no era aquella demente, tenía algún problema que nunca se había dignado a contar. Sin enumerar sus situaciones, como; no salía de su piso, siempre tenía cierto miedo de que la tocaran, vestía demasiado tapada.
Todo aquello hacía que mi mente no tuviera otro tipo de cosa en que pensar.
Sobre todo era que ella se había metido en mi mente y no podía sacarla. No sabía cómo.
Ella se había vuelto aquel parásito que no quería sacar de mi sistema, y no me refería de esa manera porque ella fuera algo pesado y difícil de sacar, sino porque ella es tan débil y frágil que hace que quieras ayudarla siempre, aunque haya hecho cosas equivocadas.

Trate de concentrarme en lo que estaba haciendo y tratar de dormir un poco, necesitaba arreglar las cosas, pero tenía que descansar un poco.

No pude.
Ella y sus labios sobre los míos no se escapan de mi mente, y parecía un adolescente cuando da su primer beso, parecía más una chica.

¿Me estaba volviendo del otro camino?

No, no es momento para pensar en esa estupidez. Por supuesto que soy un hombre.

Y pensado en eso, desde que conocí a Aurora no he dormido con ninguna chica, ni siquiera había pensado en eso.

Tal vez sea eso, la abstinencia me está volviendo loco.

Me levanté de la cama y tome mi celular y lo revisé.

Había alrededor de diez mensajes de chicas, todas aquellas desesperadas por una noche o alguna invitación que implicaba una gran resaca a los días siguientes y desnudos en un hotel.

Pero a pesar de que quería dejar a un lado lo de Aurora, no me provocaba nada de aquello, sólo quería ir a donde Aurora y dormir junto a ella, sólo la quería a ella, a mí pequeña y frágil demente.

Había cambiado todo, y no sabía cómo.

Tenía mi mirada fija en mi techo, encontrando la manera de solucionar todo.

Mi celular sonó y lo tome.

— ¿Sí?
—Señor William, su padre quiere que esté mañana en la empresa a las ocho de la mañana —reconocía esa voz en cualquier lugar, era Martín González, el mexicano que era la mano derecha de mi padre.

—Está bien — dije y colgué la llamada.

No podía dormir y necesitaba algo para dormir. Fui hacía la cocina para buscar algún tipo de pastilla para dormir.
Pero no Conseguí nada.

Hoy era mi día de mierda.

Miré la ventana que quedaba al frente, la de Aurora y estaba abierta como en la mañana.
Pero algo no andaba bien. Ella nunca dejaría la ventana abierta a estas horas de la noche.
Abrí la ventana del balcón y salí, la noche estaba un poco fría y podía ver un poco de su apartamento.
Miré hacia los lados, sólo se veía algo de la cocina y algo de la sala, hasta que mis ojos captaron lo peor.

Un par de pies femeninos que parecían de una persona tirada en el suelo.
Me incline un poco para ver y era aurora y parte de su cuerpo tirado, algo estaba mal y no me quedaría con las manos cruzadas.

Corrí hacia mi cuarto busque los zapatos y un pantalón y salí de mi piso casi volando.

¿Qué le había pasado a aurora?

Será que por eso es que estaba tan pálida en la mañana.

Estaba corriendo lo más rápido que podía al ascensor y estaba ocupado, eran un par de escaleras y me demoraría un poco más, pero llegaría más rápido que esperar el ascensor, me movimiento hacia las escaleras y como si Dios lo hubiese puesto, el ascensor de abrió dejando ver a un hombre y a su familia.
Me subí enseguida y el señor presionó el piso cuatro.
— ¿Se encuentra bien? —preguntó una mujer que tenía a una niña dormida en sus brazos.
—No, mi amiga esta desmayada en su apartamento o algo malo le paso —dije la señora frunció el ceño y yo estaba desesperado porque estuviésemos en el piso cuatro.
— ¿Hay una chica en el piso cuatro? — preguntó.
—Creo que es la señora que está al lado de nosotros, nunca sale y es muy callada.

Era aurora.

—No es una señora, tiene veintidós años —dice y los señores me quedaron mirándome más.

El ascensor se abrió y yo salí disparado hacia la puerta de Aurora, pero no habría.
Ella la había asegurado.
La patee de la desesperación y nada.
— ¿No abre? —preguntó la familia.
— ¡Obvio! ¡Está desmayada o algo! —grité y la señora se puso nerviosa y le dijo algo al señor.
—Espérame un momento —dijo y salió corriendo.
Yo seguí pateando la puerta pero nada, no habría.
—Cálmate un poco, mi marido vendrá con las llaves que tiene el vigilante —dijo y en ese momento venía el señor con el vigilante.

— ¿Qué sucede aquí?— preguntó.
—Hay una persona en peligro y la puerta esta con seguro —dijo la señora.
— ¡Podrían abrir la maldita puerta, podría estar muerta! —grite y quería que lo que habían dicho no fuera así.

—Cálmese —dijo el vigilante y me hice a un lado, tomó una llave y abrió la puerta en segundos.
Yo de inmediato corrí hacia la ventana donde habla visto los pies de Aurora y hay estaba ella tirada junto a Fufi que la acariciaba, tenía la nariz llena de sangre.
Se veían demasiado mal y estaba pálida.
— ¡Alguien que me ayude! —grite cargándola y corriendo hacia afuera.
—Dios mío, es joven —gritó la señora.
—La ambulancia viene en unos minutos —dijo el señor y yo tomé con fuerza a aurora.
Tenía su trenza algo desmoralizada y sus labios pálidos, grandes ojeras y la sangre que salía de sus fosas nasales.
No pude retener mis lágrimas, lloré por todo y no sabía porque.
No sabía nada.

Ella esta demente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora