Capítulo 2 : "El internado"

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Dos autos que traían a unos rebeldes jovencitos se estacionaron frente al prestigioso "Internado Dragón".

Pero papá, no me puedes hacer esto, soy tu única hija, se lamentaba la bella jovencita pelinegra.

Mira princesa te di muchas oportunidades y tú continuas haciendo lo que te pegue tu gana, por eso tome esta dolorosa, decisión y créeme que a mí me afecta más que a ti separarte de mí, decía el gigantesco hombre.

Papá, prometo esta vez obedecerte, decía con tristeza, la jovencita.

Mira Milk, puedo pasarte que no quieras estar en reuniones sociales, que por ahora no quieras socializar con los hijos de mis socios, pero que sigas con esa tontería de las artes marciales, ¡Ya no¡. Prométeme que "Ya no volverás a escaparte para ir a esos lugares dónde se práctica ese deporte violento de luchas, que ni siquiera es para jovencitas" y tal vez pueda cambiar mi opinión, dijo molesto el gigantesco hombre.

La jovencita hizo un profundo silencio.

¡Prométeme que no volverás a esos inmundos gimnasios¡ y que a partir de ahora te comportaras como la señorita de clase alta que eres, dijo el padre de la jovencita.

Después de un largo silencio que se prolongo por varios minutos, la jovencita respondió con firmeza: No puedo prometerte eso padre, las artes marciales son mi vida, mi pasión.

Entonces no se diga más, a partir de ahora este será tu hogar, hasta que hallas cambiado tu manera de pensar, dijo el hombre con resignación, abriendo la puerta del auto para bajar del mismo.

Mientras tanto:

En otro auto que estaba a un costado del auto de los Ox:

No puedo creerlo que me hayan traído aún lugar así con engaños, decía con molestia el joven de cabello alborotado.

Si fueras como tu hermano no hubiéramos tomado esta decisión, que trae vergüenza a la familia, decía el padre del jovencito.

Claro, estarás pensando como siempre en "el qué dirán los demás" ¿no?. Padre porqué no solo me dejas hacer lo que me gusta..., decía el jovencito de cabello alborotado siendo interrumpido por su padre.

¿Y qué es lo que te gusta?, andar de vago todo el día en esos malditos gimnasios de artes marciales, descuidando la escuela, no comportándote como lo que eres, el hijo de uno de los hombres más poderosos de todo Japón, tú destino es dirigir algún día nuestro patrimonio con tú hermano, no andar perdiendo el tiempo en tonterías y desobedeciendo a tú madre y a mí, dijo el hombre molesto.

Ese es el problema, a mí no me interesa tu mugroso dinero, dáselo todo a Raditz y déjame hacer lo que me gusta, dijo el joven con una sonrisa irónica.

Gokú aún eres muy joven y actúas por impulso, en este lugar te ayudaran y estoy seguro que cuando salgas de aquí serás el hijo que siempre debiste ser, dijo el hombre tratando de hablar calmadamente.

Claro, un hijo del que no te avergüences. Mira papá un internado no me cambiara, está bien si lo que quieres es deshacerte de mí no hay problema dijo el joven abriendo impulsivamente la puerta y bajando del auto.

Ambos jovencitos bajaron simultáneamente de sus respectivos autos y quedaron uno frente al otro mirándose directamente a los ojos. Ambos se miraron desde la punta de los pies hasta el último pelo de la cabeza. Milk se encontraba con los brazos cruzados muy seria y Gokú con una mano se encontraba cerrando la puerta por la que bajo, luego de unos segundos de inspección, ambos jóvenes voltearon sus rostros como tratando de mostrarse indiferente ante la presencia del otro.

Hija entremos, dijo el gigantesco hombre, mientras se acercaba a cogerle del brazo a la bella jovencita.

Nosotros también entremos dijo el padre del otro joven.

Dentro del internado:

Bienvenidos, decía una delgada mujer de cabello recogido, nariz puntiaguda y lentes que llevaba un vestido largo por debajo de las rodillas y que se encontraba con un hombre moreno alto y robusto de bigote que llevaba puesto un traje muy formal azul.

Ellos son los nuevos ingresos, dijo un hombre.

Ustedes pueden dejarlos, por el primer mes no se admiten visitas, a partir del segundo mes pueden venir a verlos cada fin de semana si lo desean,dijo la mujer mientras miraba alarmada el vestuario de ambos jovencitos y a los padres de ellos.

Está bien señorita dijeron los padres antes de retirarse.

George, tráeles sus trajes, dijo la mujer al moreno hombre, que saco de un gran armario sus respectivos uniformes y dándoselo a los jovencitos.

Cámbiense, esas ropas y zapatos por estos, esos trajes no están permitidos aquí solo podrán usarlos los fines de semana. Pero ese tipo de falditas no señorita ¡están prohibidas aquí¡ dijo la mujer mirando de manera autoritaria a Milk.

Pero mis trajes son así que tienen de malo, decía Milk, mirando su vestuario.

Si señora, no le veo nada de malo, dijo Gokú observándole las piernas a la jovencita, que solo le dio una mirada de reproche.

"Señorita", joven, "señorita", dijo la mujer con molestia. ¿Y ahora entiende por qué le digo que no puede vestir así?, le dijo la mujer mirando a Milk.

Está bien señorita, dijo la pelinegra con ironía.

Las habitaciones de hombres están al frente, de las habitaciones de las mujeres, está prohibido atravesar el muro enrejado que las separa, solo se podrán encontrar en las clases, si alguno infringe las reglas será castigado. Tomen, dijo la mujer entregándoles un pequeño libro grueso.

¿Qué es esto?, dijeron dijeron el par de jovencitos.

Este el reglamento de la institución, allí encontrarán cómo funciona el internado, las normas que deben seguir, horarios de comidas, entre otras actividades, dijo la mujer.

Vaya, parece que estuviéramos en una cárcel, dijo Gokú.

¿Qué ha dicho?, dijo la mujer.

Nada, nada, dijo Gokú sonriendo.

George índica a los jóvenes dónde están sus habitaciones , pueden ya retirarse , dijo la mujer.

Ambos jóvenes tomaron sus maletas se miraron a los rostros y una media sonrisa irónica se formo en los mismos y siguieron en silencio al robusto hombre que los llevaba através de unos pasadizos muy estrechos.

1 hora después:

Una bella pelinegra se encontraba sacando su ropa de su maleta cuando en eso se topo con el retrato de una bella mujer muy parecida a ella, la jovencita se sentó al borde de la pequeña cama y se abrazo al retrato, mientras sus ojos se nublaban del dolor y unas pequeñas lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas.

Madre, cuanta falta me haces, si tú estuvieras viva no hubieses permitido que mi padre me encierre en este horrible lugar decía la bella jovencita.

Mientras tanto:

En otra habitación, un jovencito de cabello alborotado miraba através de la pequeña ventana de su cuarto, pensando, esto es peor que una cárcel, pero no pienso quedarme mucho tiempo aquí pensaba mientras una ligera sonrisa se le formaba en su rostro.

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