CAPITULO III

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— ¿Y? ¿Cómo estuvo tu primer día en Londres? — Decía mi pesadilla de jefa desde el otro lado del teléfono.

Me senté en la cama. — Sabes muy bien que el grupo está en los mismos metros cuadrados que yo, no me lo ocultes.

Sentí su risa, duplicando mi fuerza de voluntad para no arrojarle unas cuántas verdades en la cara.

— Está bien, está bien. Pero agradece que te di un empujón por lo bien que lo has hecho hasta ahora.

Me sentía como una idiota, primero que nada insultándolos y segundo por pensar que pasaría desapercibida si tenía la misma ropa con la que les grité en la entrada.

Me despedí de Helen y me cambié la ropa por un pijama para, finalmente, irme a dormir.

Al día siguiente, bajé con el pijama puesto como siempre acostumbraba cuando me asignaban un nuevo “seguimiento” a mi presa.

Me hizo recordar los viajes que hacía con papá cuando él estaba a cargo de un nuevo proyecto arquitectónico y mi mamá en casa con su trabajo como periodista.

Apenas salí del ascensor descubrí que había sido un gran error, puesto que miles de cámaras aparecieron de la nada corriendo a entrevistarme y sacarme fotografías, aunque yo apenas podía mantenerme en pie debido a la inesperada atención.

— ¿Cómo lograste evadir la seguridad? — Decía uno de los periodistas.

Otro con gorro dijo. — ¿Se conocían desde antes? ¿Eres novia de alguno de los chicos?

Me quedé petrificada, no podía responderles nada con la fuerza que tenía el día anterior.

Estaba pasmada viendo como reporteros y gente encargada del hotel quedaban observándome, aunque seguramente mi pijama sobresaldría en todo el mundo en ese instante.

Un agarre se hizo presente en mi brazo y fui devuelta al ascensor justo antes de que las puertas se cerrasen, quedando yo sola y el desconocido dentro.

Traté de asimilarlo todo, y cuando recordé el pequeño insulto frente a la entrada también recordé que ellos eran famosos, por lo que probablemente existiesen cámaras grabando el momento.

Pateé el piso del ascensor con rabia y me crucé de brazos.

— Son unos idiotas. — Dije en voz alta mirando mis pantuflas.

— ¡Auch! Gracias.

Abrí mis ojos sorpresivamente, levantando con cuidado la mirada para encontrarme con unos ojos azulados y un desordenado cabello rubio pertenecientes a Niall Horan, el padre de la comida.

Salté hacia atrás atónita por su compañía, nunca me lo hubiese esperado, dentro de un ascensor con el sonriente Horan.

— ¿Te sorprendiste demasiado con los paparazzis? — Dijo suavemente aún con la sonrisa pasmada en su rostro.

Asentí, hipnotizada por sus ojos.

Él sonrió aun más y se apoyó en el barandal para mirarme desde los pies a la cabeza.

— El mejor de los pijamas que he visto, le gana al de Coca-Cola que tenía Louis la otra vez.

Debía admitir que el mío era algo especial, llevaba por delante de la polera blanca un bolsillo grande que decía “Carrots” en naranjo, y por detrás un sombrero con orejas de conejo. Era simplemente un regalo de mamá.

— Le va a encantar tanto que te lo quitará de inmediato. — Dijo mientras reía.

Desvié mi mirada de él ignorando el doble sentido que quiso decir con la frase y miré ahora el letrero que advertía el número de mi piso.

ENTREGA LA EVIDENCIA Y NADIE SALDRÁ HERIDO [One direction y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora