Ahora/ Capítulo 3

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ADRIA

—¡Adria, despierta! ¡Adria! —me levanto sobresaltada por los gritos que están pegando al otro lado de mi puerta—. ¡DESPIERTA! —se escuchan más golpes contra la madera y gimo en voz alta mientras me paso las manos en la cara. Me pongo boca abajo y me tapo la cara con una almohada. Se dejan de escuchar los golpes. Cierro los ojos y trato de recuperar esos cinco minutos que me he perdido, la alarma en mi celular no tardará en sonar. Creo que no han pasado ni cuatro horas en las que Marisol y yo nos despedimos. Se quedó en mi habitación casi toda la noche, y digo "casi" porque a eso de las dos de la madrugada dijo que tenía que dejar todo listo para el día siguiente. Volteo a ver a la mesita de noche al lado de mi cama. Son las 6:00 a. m., exactamente hace cuatro horas nos dijimos adiós. Me siento y veo las paredes pintadas de color rosa suave, mi cama está hecha un desastre y las sabanas celestes están tiradas en el suelo como cada mañana desde que superé el temor de que alguien entrara a mi habitación. Mi closet sigue abierto desde la noche anterior cuando me propuse ordenarlo, pero el sueño me ganó y me lancé a la cama con mi pijama de pantaloneta y blusa de tirantes al momento que Marisol cruzó la puerta. Ahora hay un viejo baúl de los recuerdos al lado de mi librera y mi escritorio donde hago tareas está pulcramente ordenado y limpio. La pared que está del otro lado de mi cama ahora está decorada con un millar de fotografías, cartas y dibujos. Miro a ese mural por unos segundos con una sonrisa en la cara antes de que los golpes y gritos comiencen de nuevo en mi puerta.

—Ya, ¡ya voy! —digo tratando de no alzar mucho la voz—. Deja de gritar, todos están durmiendo —y es cierto. Solo Marisol me despertaría como si todo el orfanato estuviera en llamas, ahora tiene dieciocho años, igual que yo, pero grita como un bebé de cinco.

—¿Qué te pasa? Hace menos de cuatro horas que... —no puedo terminar la oración porque un paquete forrado con papel de regalo cae enfrente de mis ojos. Miro a Marisol que está tratando de no sonreír de oreja a oreja.

—Te abrazaría, pero... —Marisol se encoge de hombros—. Solo quería desearte feliz cumpleaños.

—Pero mi cumpleaños es hasta diciembre —logro articular camino hacia la cama hasta sentarme en el colchón. Marisol pone el regalo al lado de su cadera mientas cierra la puerta y camina hacia mí.

—Si tan solo pudieras ver tu cara —dice y yo le lanzo una almohada al rostro—. Obviamente tarada, hoy no es tu cumpleaños, pero si tu primer día de tu último año de carrera así que.... abre tu regalo —la observo con culpabilidad, estamos en el mismo grado escolar, también es su último año de colegio. Ella no tendría por qué hacer esto. No es como si fuera su obligación.

Un nudo se forma en mi garganta cuando extiendo los brazos y ella pone en mis manos el paquete. Ella sonríe con emoción y señala con su cabeza al regalo. Bajo la mirada hacia el paquete y lo abro con cuidado. No quiero romper el papel para guardarlo y pegarlo junto a las fotografías y cartas que hemos escrito durante estos tres años juntas.

Es una pequeña caja, parece una caja de música. Abro con cuidado la parte superior esperando que salga una de esas muñequitas de ballet y empiece a girar, pero en el centro acolchonado de la caja solo hay un collar. Un delicado collar en forma de un copo de nieve.

—Lo vi la semana pasado cuando fuimos al centro a comprar —dice mientras se sienta a mi lado lo suficientemente cerca para hablar en voz baja, pero lo suficiente para que nuestros muslos no se rocen—. Vi que tus ojos se quedaron pegados a él por una eternidad antes de seguir caminando... pensé que te gustaría tenerlo de regalo.

—¿No era muy caro? —pregunto con voz igual de baja—, recuerdo que el precio tenía más de dos dígitos.

Ella levanta una mano restándole importancia. Sus rizos rojizos parecen flotar por lo esponjado que está su cabello.

Una última vez (Reescribiendo)❌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora