Capítulo 12

1.6K 91 10
                                    

ADRIA

No puedo creer que ha pasado un mes más. No puedo creer como las cosas han cambiado desde esa noche en la terraza en la fiesta de bienvenida. Las clases han ido con normalidad y ahora en los pasillos escondo una sonrisa cuando lo veo. Su rostro se mantiene alejado de toda expresión, pero sus ojos plateados destellan ese brillo familiar que solo encuentro cuando me mira. Atrás quedó la fría indiferencia, él es mi amigo. Me ayuda con mis tareas y cuando la presión es demasiada en el colegio por su trabajo, encontró una ayudante en mí también. Lo he visto por cuatro sábados cuando me lleva a mi terapia y después maneja por la ciudad hasta que está anocheciendo y debemos regresar. La profesora Viviana no cruza palabras conmigo al menos que sea por necesidad, al parecer Elliot habló con ella. Y en esas tarde paseando en su coche he conocido más sobre él. Su color favorito, su aborrecimiento hacia el queso y sé que piensa que tiene dos pies izquierdos para bailar. Es hijo único y aprendí que sus padres lo adoran. Cuando le pregunté por una fotografía para poder verlos, el prometió buscar una para mostrármela. Aún no la ha hecho, pero asumo que tiene su rutina demasiado atareada como para recordarse de algo tan pequeño.

Sabrina ha sido mi guía. Ella dijo que hay que llegar a la profundo en la oscuridad para empezar a caminar hacia la luz. Aunque las sesiones son duras y desgarradoramente dolorosas, ella me ha mantenido junta. No ha permitido que caiga en depresión. Tal vez fue difícil al principio, pero ahora estoy tratando de mejorar. Y sí que comencé a creer que ir en busca de ayuda profesional era un desperdicio, porque cuesta dejar entrar a alguien en donde ni siquiera tú mismo tienes el valor de entrar. Es como desnudar parte de tu ser a otros ojos para que comprendan, para que entiendan. Ahora sé que debo aceptar cuando no puedo sola con la situación y necesito ayuda. Quiero dejar todo lo mano atrás y avanzar. Por esa misma razón Marisol es mi sujeto de prueba, aunque no se dé cuenta. Algún roce en su mano y una que toque en su brazo, pero ella siempre está absorta en otra cosa que no se da cuenta de lo que ha pasado.

Y hablando de ella. Marisol no ha puesto atención a su alrededor últimamente, sí me pregunta sobre cómo van las cosas. Ella dice que ha visto mejoría, así que está tranquila conmigo. Santiago habla con ella todas las noches. No tengo que preocuparme por los detalles, pues Marisol se encarga de ponerme al día en el desayuno. No son novios aún, pero les doy una semana para que resuelvan eso. Nunca la había visto tan ilusionada por un chico. Y debo decir que cuando salen a cenar o a una visita al cine, Santiago no hace nada más que agradarme en cada ocasión. Y lo mejor de todo es que ve a Marisol por lo que es. No se avergüenza de sus comentarios o sus acciones frente a los demás. Solo en una ocasión fui al cine con ellos, y casi prefería verlos interactuar que ver hacia la pantalla enorme enfrente de la sala.

—¿Así que solo la pasaremos aquí echadas todo el día? —Marisol está en la alfombra de mi habitación—. Cierto es domingo, pero no exageremos. ¿No quieres salir?

—No tengo ganas —ahogo un bostezo—. Es demasiado. Mañana tenemos clases, ayer regresé tarde. Estoy cansadísima.

—Lo decía para no parecer tan mala amiga. Yo tampoco tengo ganas de salir.

Estoy feliz, tranquila y satisfecha con el rumbo que está tomando mi vida. No pido nada más que estar aquí tirada en mi cama con mi mejor amiga al lado y solucionando los baches que el pasado me dejó.

—Sabes... —ella me mira—. Siento que todo ha marchado bien últimamente, ¿no?

Me río. —Es lo que estaba pensando hace un segundo.

Guardamos silencio.

—¿Sabes que te quiero? ¿Verdad?

—Por supuesto que lo sé.

Una última vez (Reescribiendo)❌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora