Capítulo 7

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ADRIA

—Esto será extraordinario. Estoy segura de que a ella le alegrará —escucho la voz de madre Estefany apagada por la puerta—. Aún no le he dado la noticia. Pero espero que esto ayude un poco con la situación.

—Esperemos que sea así. ¿Me llamó para que sea quién se lo diga?

—¡Ay no, hermana! —la anciana se ríe—. Te lo estoy contando porque la emoción es grande y tenía que compartirla con alguien.

—¿Y entonces me llamó para...?

—Bueno estás aquí para hablar de los suministros. Debemos...

Me veo como toda una acosadora. Algunos niños me ven raro, pues solo estoy parada en la puerta de la dirección escuchando detrás de la puerta. ¡Qué vergüenza!—. ¿Madre? —toco la puerta sutilmente y adentro de la oficina todo se queda en silencio—. Soy Adria. ¿Puedo pasar?

Escucho las patas de la silla chirriar cuando alguien se levanta. Me saluda cordialmente una hermana y me indica que pase mientras ella se marcha.

—¿Qué pasa niña? —madre Estefany se quita sus gafas redondas, ni los días domingo deja de trabajar, siempre tiene algo que supervisar o lugares donde estar para ayudar a los demás—. ¿En qué te puedo ayudar?

—En realidad no es nada serio. Sé que faltan cinco días y sé que Marisol ya la tiene mareada con tanta insistencia. Pero solo me quiero asegurar que recuerde que este viernes, el que viene, es la dichosa fiesta de bienvenida en el colegio. Se lo digo porque si nos excusa de nuestras labores esa tarde, todo lo correríamos para el sábado. Y el jueves saldremos de compras —ella sonríe ante eso—, pero ese día no hay problema. Le corresponde trabajar a los chicos del nivel dos.

—Sí, ese día trabajarán ellos —hace una pausa—. Dichosa fiesta, ¿eh? —sus ojos marrones leen más de lo que me gustaría—. Sé que quieres ir porque es su último año, tanto en el colegio como en el orfanato, pero siento que hay una partecita de ti que todavía lo está pensando dos veces, ¿cierto?

Asiento. —Usted sabe. Quiero tener la experiencia completa del último año de carrera, pero no sé si sea capaz.

—Adria, tú misma te pones obstáculos, hija. Nadie más que tú puede cambiar las cosas ahora.

—Lo sé...

—Solo recuerda mis sabias palabras —ella toma un lapicero de su escritorio y escribe en un papelito—. Gracias que me recordaste. Así no me preocuparé cuando salgan —ella me mira con ternura—. No sé que tienen ustedes, pero son entrañables. Ya tienen la edad legal para hacer lo que quieran, pero ese día te aseguro que no dormiré de la preocupación de saber a que hora regresarán. Aunque técnicamente pueden regresar cuando quieran. Es solo que...

—Comprendo —me río—. Lo entiendo. Usted nos protege como si todavía fuéramos un par de niñas.

—Para mí siempre lo serán —ella suspira dramáticamente—. Bueno, entonces ya está dicho. El viernes van a la dichosa fiesta y todo lo que queda pendiente lo resuelven en la mañana del sábado. Espera un momento. ¿Cómo regresarán?

—Una compañera nos hará el favor de traernos —mentira. Aun estamos pensando esa parte. Lo importante es que nos den el día libre, después los detalles.

—Bueno... eso me tranquiliza —me siento mal por mentirle, pero de otra forma nos convencerá que no vayamos si es muy peligroso. Los dos años anteriores, hemos regresado temprano y una compañera del comité de la fiesta nos pasó dejando. Supongo que lo resolveremos cuando llegue el momento.

Una última vez (Reescribiendo)❌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora