China, 1949 (Final)

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No importaba en donde preguntara, nadie sabía del paradero de Doa Kang. Era como si hubiese desaparecido en la terrible guerra, le decían que estaba perdido en combate, que bien podría estar muerto, pero él presentía que no era así. Su alma se lo susurraba.

Y Sying Zhang le aseguraba que así era, debía seguir vivo en algún lugar, sólo que nadie podía encontrarlo. Entre más estaba con el dios, más aprendía de la clase de ser que era y como se desarrollaba en este mundo.

—Sé el pasado, el presente y el futuro de todas las dimensiones, por eso sabía sobre la Segunda Guerra Mundial — le decía mientras lo acompañaba a tomar té.

—Cuando encuentre el amuleto y muera nuevamente, ¿qué nos pasará? — Preguntó con curiosidad, necesitaba saber lo que sucedería al terminar todo ese ciclo.

—Han hecho todo un ciclo, diez vidas en las que sus almas no han descansado en paz, seguramente lo siguiente será tranquilo y aquellos sentimientos que han cargado en cada época se irán — contestó con tranquilidad.

Kong se quedó en silencio, esperaba que así fuera, porque lo que buscaba no era ya estar con su hermano, sino que fuera feliz y si no era a su lado, estaba bien.

—Eso me hace recordar, que tu apellido ha ido cambiando, ¿Cierto?

—Así es, al principio era Daigo, las demás letras se eliminaron al venir a China, por eso ahora soy Dao — respondió su duda.

—Interesante...

***

Se había escapado del resto de su pelotón e infiltrado a Japón, ¿por qué? Porque estaba buscando respuestas. Aunque se hizo el desentendido con su hermano, no era cierto, él también sentía esa extraña conexión y por eso lo alejaba constantemente, porque era prohibido.

Creía que, si regresaba a Japón, a donde su bisabuela vivió, podría encontrar el amuleto del que tanto hablaba en sus anotaciones y ser feliz con él. Cuando llegó a Hanamachi o lo que era, se dio cuenta que estaba todo diferente a como lo imaginaba. La guerra había convertido a la zona en un refugio de los soldados, estaba en campo enemigo, sin embargo, podía pasar tan bien desapercibido que poco le hicieron caso. Caminó vagamente hasta encontrar al cerezo donde según Kaori había muerto y sintió un temblor recorrer su cuerpo.

Miró fijamente al cerezo, le gustaba mucho ese árbol y creía que cargaba una gran fuerza, una que no reconocía. Se hincó debajo del frondoso árbol.

—He intentado proteger a mi hermano, siento que, si estoy lejos de él la desgracia no llegará a nosotros, por eso — se detuvo por un instante, tratando de contener el llanto — por eso estoy dispuesto a vivir una vida alejado de él si eso significa que la desgracia se irá...si eso nos da al menos una vida que vivir...

El frío Kang cargaba un gran peso en sus hombros al igual que Kong, por primera vez ambos se encontraban en sincronía perfecta, deseando no una vida juntos, sino paz. Pidiendo que, por una vez, ambos pudieran sobrevivir a todo ello.

El cerezo se iluminó repentinamente, de él salió una figura que no lograba vislumbrar Kang, se tapó los ojos por la luz que le cegaba en esos instantes y luego pudo ver lo que estaba delante de él. Un pequeño objeto redondo estaba colgando, estiró la mano para tomarlo y cuando lo tuvo la luz desapareció. Observó con detalle las ranuras que había en lo que parecía ser un pedazo de piedra tallada, diferentes símbolos en una lengua que no comprendía, diez pequeñas piedras moradas adornaban la pieza, comprendió pues que ese era el famoso amuleto. Y al tocarlo sintió como todos los recuerdos de sus vidas pasadas venían a él.

Miró nuevamente al cerezo, ¿quién diría que ahí estaría tal objeto valioso? Quizá por eso en su vida pasada lo observaba tanto, porque alguna vez en sus ojos tuvo el poder de ver lo que otros no podían...marcas que se quedan grabadas en el alma.

Debía buscar a su hermano y darle la mitad del objeto, así todo terminaría por fin.

***

Al llegar nuevamente a China, la guerra había acabado y por suerte no estuvo cuando lanzaron las bombas nucleares en Japón. Rápidamente buscó a su hermano, estaba viviendo con un tal Zhang Sying, no le costó encontrarlo. Con la mochila verde del ejército iba caminando hacia la entrada de la casa y divisó a su hermano, caminó lentamente hacia él con una gran sonrisa, ambos sabían que las cosas estaban llegando a su final.

O eso creyeron.

—¡Agárrenlo! — Gritaron varios hombres, acorralaron al pobre Kang antes de su encuentro con su hermano — ¡Dao Kang, está arrestado y condenado a muerte por alta traición a la nación!

Kong salió corriendo hacia donde estaban apresando a su hermano, no podían hacerle eso, no cuando ya estaba por acabar todo.

—¡Suéltenlo! ¡Él no ha hecho nada malo! — Gritaba intentando zafarlo de esos hombres que para nada veía como la autoridad en ese momento, los odiaba.

—¡Aléjese o lo arrestaremos también! — Le amenazaron.

—Kong, deja que hagan su trabajo, tienen razón, me escapé de mis deberes como soldado, soy un desertor — habló Kang para tranquilizarlo, ambos se vieron a los ojos y el menor quería ponerse a llorar, no quería verlo partir de nuevo — Es lo mejor, de todas formas, en esta vida no podremos estar juntos, somos hermanos... ¿pueden dejarme despedir de mi hermano? — Les preguntó a los oficiales que parecían no querer hacerlo — No me escaparé — asegurado eso, lo soltaron.

Abrazó rápidamente a Kong y este se puso a llorar en su pecho.

—Lo he encontrado, el amuleto nos protegerá de ahora en adelante — le decía apoyando su rostro en su hombro — El esfuerzo de todas nuestras vidas pasadas al fin ha rendido frutos y aunque yo muera, tú vivirás, tendrás una familia y en un futuro quizá un descendiente tuyo me encuentre...Sé que así será, nos volveremos a ver en una época mejor, sin sentimientos pasados, al fin libres

—¿Por qué estás tan seguro? Siempre lo estás antes de morir — le dijo sin soltarlo, pegado a su pecho.

—No lo sé, quizá por eso, mi mente se encuentra más despejada...Pero lo sé, porque hemos vivido tanto, te he amado en cualquier aspecto, circunstancia y lo seguiré haciendo por toda la eternidad si se me permite, como mujer o como hombre, para nosotros eso ya da igual...— apretó por última vez a Kong y se separó lentamente, tomó su rostro entre sus manos y limpió las lágrimas — Te volveré a ver, mi amor — besó su frente para luego sacar el amuleto.

Ambos lo tomaron al mismo tiempo y este se rompió a la mitad. Cada quien se llevó una parte al corazón y con una última mirada se despidieron. Quedando así Kong parado, viendo cómo se llevaban al amor de su vida para nunca volver y el viento no se sintió más triste como en esa ocasión.

Kong no tenía que ver la ejecución de su hermano, porque cuando ocurrió la sintió en el alma. Viendo al cielo, supo que todo había terminado, muchas vidas para llegar a ese momento, así que...se soltó a llorar. Lloró todo el día como jamás se le había permitido, de tristeza, melancolía, felicidad y alivio. Apretó contra su pecho el pedazo del amuleto que le había tocado.

Kang tenía razón, algún día volverían a encontrarse y lo estaría esperando con ansías, de eso estaba seguro, sólo esperaba que en esa ocasión no le tomara tanto tiempo darse cuenta que era su alma gemela.

Porque sí, eso eran, almas gemelas.

La maldición había terminado, pero esta historia aún continuará...


Reencarnación / KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora