Gran Bretaña, año 793

3.4K 514 127
                                    

Era de noche, el viento soplaba con cierta intranquilidad que al joven monje le ponía de los nervios y es que no se dejaban de susurras cosas en todo el reino. El miedo se esparcía a la misma velocidad que ellos, que aquellos barbaros que sólo pensaban en conquistar con violencia. Los despreciaba como nunca había hecho y se sentía peor porque sólo ellos lograban que él sintiera aquellos sentimientos impuros cuando su dios lo prohíbe.

Esa noche debía vigilar los pasillos del monasterio, al ser el más joven del lugar le encargaban miles de cosas, no le importaba realmente puesto que el obispo Aidan le había encargado personalmente que cuidara el lugar. Y él admiraba fervientemente al hombre que fundó ese monasterio, por eso mismo lo hacía con especial devoción.

Sin embargo se sentía extraño, como si algo le advirtiera que esa noche iba a suceder algo terrible, quizá su dios le estaba avisando de la desgracia que ocurriría...o quizá su alma le avisaba algo importante.

Como ya había recorrido una gran parte del lugar con una rustica antorcha se disponía a irse a dormir de una vez, pensó que se libraría de aquel sentimiento con un descanso. Y cuando se disponía a dejar el gran salón donde se servía la comida, escuchó un ruido. Se detuvo en medio del pasillo que conducía a la entrada principal, sentía que su corazón se detenía y cuando hubo otro golpe se fue corriendo hacia los dormitorios, debía despertarlos a todos.

Pasó golpeando cada puerta para avisar, sin embargo muy pocos parecían despertarse y eso le ponía de los nervios, más porque habían más y más ruidos de forcejeos en la puerta y pronto las voces de personas que hablaban otra lengua se hizo escuchar.

Tan áspera, dura pero sobretodo...aterradora.

El joven monje volvió a tocar con más fuerza las puertas y esta vez gritó.

— ¡Todos despierten! ¡Atacan el monasterio! — podía sentir como una vena se le resaltaba en el cuello por la fuerza que había hecho. Y funcionó, varios de sus compañeros salieron de sus cuartos a toda prisa al mismo tiempo que la gran puerta era abierta.

Estaban acabados.

***

Seguía sin comprender todo eso. Por más que le diera vueltas no sentía que estaba bien y es que algo le decía que lo que harían estaba mal. Mientras veía avanzar el paso de la marcha con cautela tenía ganas de huir y él no era un cobarde pero al ver cada vez más cerca el monasterio se sentía intranquilo.

Se habían preparado muchos años para ello, para dejar de ser simples saqueadores y volverse por fin los dominantes de muchas tierras. El imperio romano había caído, era su turno de obtener su propio imperio, uno más grande y mejor.

Había algo en su interior que le decía que estaba hecho para volverse grandes, seguramente el alma de algún gobernante. Sonrió ligeramente quitándose esa idea, no podría volverse uno si tenía miedo de conquistar un maldito lugar de monjes.

Así que cuando estaban intentando derribar la gran puerta con la fuerza de todos ellos lo hizo con todo lo que tenía, no iba a retractarse. Él era Eskol y como decía su nombre, era un lobo que persigue su luna.

Lo irónico es que su luna estaba ahí adentro, aterrorizada.

***

Lo primero que hizo fue correr. Estaba mal dejar a los demás a su suerte pero sentía el miedo, sabía lo que le pasaría si se descuidaba, si dejaba de correr. Huyó hacia la salida trasera del monasterio y mientras lo hacía el eco de los gritos de los monjes se escuchó, su piel se erizó al escuchar el terror, el dolor y la angustia que vivían en sus últimos momentos de vida.

Reencarnación / KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora