Después de las eternas últimas clases del día, por fin fui libre para regresar a casa. De camino, decidí hacer más ameno el trayecto escuchando algo de música. Tarareaba la melodía de la canción, mientras disfrutaba la letra de la misma, cuando de repente siento un toque en mi hombro; pero rápidamente descartó aquella idea, y continuó mi camino. No obstante, nuevamente noto un roce en mi hombro y doy media vuelta para buscar al causante.
-Oye, ¿estas sorda? Llevó llamándote como 5 minutos. - Mi cara de sorpresa seguro que era de chiste. Ahí estaba otra vez aquel chico, quien intentó ser amable conmigo después de mi pequeño incidente en el instituto. No se porque, pero la sonrisa nunca abandono su rostro mientras me miraba, mientras yo, simplemente me quedé mirándole extrañado. ¿Por qué deseaba este atractivo chico captar mi atención?
Esperen, esperen, ¿acabo de decir qué es atractivo? No, seguro solamente son imaginaciones mías, ¿verdad?
-Hey, hola, ¿hay alguien a mi?. - Menee mi cabeza volviendo a centrar mis ojos en el.
- Lo siento, iba un tanto distraída con los cascos, quizás por eso no te escuchaba. ¿Necesitas algo?. - Dije intentando ser lo más amable posible.
Este soltó una pequeña risita y asintió
- Ahora todo tiene sentido. No, no necesito nada, solo quería preguntarte como está tu nariz?. - dijo a la vez que se encogió de hombros.- Pues está bien, gracias. Si me disculpas, voy a seguir mi camino. - Respondí su pregunta y sin ganas de seguir estando en aquella extraña situación, di la vuelta para reanudar mi camino.
Pero, rápidamente el chico llegó hasta mi lugar y obstaculizo mi camino. Me detuve de forma abrupta y lo mire sin entender. Fue ahí cuando mis ojos aprovecharon para hacer un análisis detallado; era alto, quizás medía 1'85, pelo castaño, se notaba que estaba en forma, labios y nariz fina.
- Hey espera, ¿por qué tanta prisa? Ni siquiera me has dejado presentarme, y entablar una conversación contigo. - lo mire con cierta intriga y rodé mis ojos esperando a que hablará. Este me devolvió la mirada y sonrió ampliamente.
- Bien, me tomaré eso como un "adelante, habla". Me llamo Lucas, y es un placer conocerte... - Dejo la frase inacabada a propósito, invitándome a contestar.
-De momento, para ti,
seré sin nombre. - Dije con cierto recelo, pues a pesar de transmitirme amabilidad, el miedo estaba presente en mi cuerpo. Quizás únicamente se había acercado a mi por una apuesta con sus amigos, de haber quien consigue que la marginada del curso se enamoré del galán de turno.- Así que, dicho esto, adiós. - Su cara fue de sorpresa, pero sin esperar respuesta, pase por su lado chocando levemente su hombro y reanude mi camino hacia casa.
-¡Conseguiré que me digas tu nombre!, ¡Ya lo veras! - grito este y negué con mi cabeza mientras una pequeña risita se escapaba de mis labios. He de admitir que fue gracioso.
Al llegar a casa, me cambié por mi cómodo pijama, hice algo rápido de comer y decidí distraerme viendo una película. Me senté en el sofá, abrí Netflix en la televisión y decidir ver Ted, una película de comedia en la que un hombre tiene como mejor amigo un oso de peluche vivo.
Llegadas las 6:00 de la tarde, rápidamente subí a mi habitación a darme una ducha y vestirme con el uniforme del restaurante. Una vez vestida, peine mi cabello en un moño alto, tomé un pequeño bolso donde guarde mis llaves y móvil.
Tras un autobús y 10 paradas de metro, llegué al restaurante Cleo. Fiche mi entrada, y entre en el vestuario dejé mis cosas y salí hacia la barra.
- Hey Claire, hoy quiero que te encargues de las mesas de la 10 a la 15, Anna, Tania Y Alex ya tienen sus mesas asignadas.- Asiento ante lo que me dice Cleo, la dueña del lugar y me dispongo a atender y servir mis mesas correspondientes.
Sobre las 20:00 inicio el servicio de cenas, por lo que el local se lleno hasta arriba.
-Buenas noches, mi nombre es Claire y seré su camarera, ¿Qué les gustaría...?-
No llego a terminara frase, pues ante mis ojos aparece la sonrisa burlona de Lucas. Miró a los otros dos comensales que supongo eran sus padres por su apariencias. Carraspeo, tomó aire y nuevamente vuelvo a centrarme.
- Si son tan amables de decirme su orden. - Lucas mira por un momento la carta.
- Mmm, la verdad es que estoy un poco dudoso ¿que me recomendaría? - lo miro un poco molesta tratando de controlar mis impulsos y decido sonreír falsamente.
- Claro, la carne es la especialidad de la casa, debería de probar el bistec con espárragos. - Digo tratando de sonar profesional y calmada.
- Muy bien, me fiare de usted. - asiento, y una vez sus acompañantes, que en efecto eran sus padres, por cómo la mujer le llamó hijo, me dijeron lo que deseaban, recogí las cartas y camine hacia el lugar de las comandas.
Tras unas horas, y haber atendido el resto de mesas, Lucas y sus padres se estaban preparando para marcharse.
- Muchas gracias por venir, espero todo haya estado a su gusto. - Estos asintieron sonriendo y agradeciendo el trato. Cuando creía que se habían marchado, me dispuse a recoger y limpiar la mesa, pero al voltearme ahí estaba Lucas. Lo mire extrañada, sin entender porque seguía allí.
- ¿Necesitas algo? - Levante mis cejas, esperando su respuesta y este solo sonrió.
- No, tan solo quería, decir que... - Lentamente se acercaba, empecé a echarme hacia atrás, hasta que me acorralo contra la mesa. Mi respiración se aceleró, y mis labios se secaron de repente mientras me perdida en sus intensos ojos marrones. Acercó su rostro al mío y en un susurro íntimo dijo lo siguiente,
- He conseguido saber tu nombre, Claire.- su sonrisa se ensancho y se dio la vuelta yendo hacia la salida, dejándome allí, sorprendida, con el pulso acelerado por su cercanía y sin entender nada.
Mierda, tiene razón. Consiguió mi nombre de una manera sencilla. Justo tenía que venir a este restaurante.
Tras limpiar y dejar todo en orden, me despedí de mis compañeros y regrese a casa. Pará cuando llegué, ya eran las 12:00 de la noche, así que sin esperar demasiado, me vestí con algo cómodo y me metí en la cama, cayendo en cuestión de segundos profundamente dormida.
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Inseguridades
RomanceLas palabras son como cuchillos que cuando penetran en lo más profundo, te dejan heridas de muerte. No hablo de muerte física, sino espiritual, pues sientes que todo tu interior se desvanece sumiendose en una profunda oscuridad. Perdí aquello que al...