Capítulo 21

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Sabrina

Me detengo en seco, no esperaba esta visita y menos en este momento de mi vida. Por mi mente viajan muchas razones para tenerlo frente a la puerta. ¿Será que quiere reprocharme lo que sucedió con mi madre? ¿Ahora con qué me irá a salir?

Mi cerebro le ordena a mis piernas que hagan algún movimiento, pero no responden. Por un lado quisiera encararlo de una vez por todas, para así poder cerrar ese ciclo, que sé que al final no nos hará ningún bien.

A medida que me acerco lentamente, con cierto temor, noto que está en peor estado que la última vez que lo vi, en el entierro de mi madre. Ha perdido unos cuantos kilos, por lo que lleva la ropa demasiado holgada y él siempre tuvo una excelente forma física. Incluso parece ser un poco mayor a su edad real. Tiene ojeras y una expresión en el rostro que no sé cómo explicar.

Me mira fijamente mientras camino hacia su encuentro. Los nervios amenazan con atacarme e intento disimularlo levantando la barbilla y adoptando una posición de defensa. Con mi padre las cosas deben ser así.

─ Román ─ Saludo sin quitarle la mirada.

─ Sabrina ─ Hace una breve pausa ─ Marianna ─ Desvía la mirada hacia mi novia, que lo mira sorprendida mientras le responde con un gesto apenas perceptible.

─ ¿En qué te puedo ayudar Román? ─ Le pregunto con un toque de curiosidad.

─ ¿Podemos entrar? ─ Y hace una pausa esperando mi respuesta.

─ Sí, pero te advierto que ya no tengo nada que puedas quitarme ─ Respondo mientras abro la puerta y dejo entrar a Marianna, quien se excusa para marcharse al dormitorio.

─ Este lugar no tiene nada que ver contigo ─ Dice mientras recorre el pequeño espacio que va desde la sala hasta la cocina.

─ Este es mi hogar ─ Lucho para no pedirle que se largue, en este momento no estoy de humor ─ ¿Qué quieres Román? ─ Miro el reloj de pulsera que me regaló Marianna por motivo de nuestro cuarto mes de aniversario.

─ Vine a conversar contigo Sabrina ─ Se queda a mi altura.

─ ¿Sobre qué? Toma asiento si gustas ─ Le digo con un tono formal y él me toma la palabra.

─ No sé por dónde empezar ─ Y toma un pequeño portarretrato con la foto de mi madre que tengo dispuesto en la mesa ─ ¡Dios, la extraño tanto! ─ Pasa sus dedos a lo largo de la misma y suspira ─ Fueron muchos años compartiendo y aprendiendo de ella. Peleaba conmigo porque yo era muy duro y rígido con ciertas cosas.

─ ¿Y me lo dices a mí? ─ Le interrumpo.

─ Tu madre nos amó quizás demasiado y procuró brindarles la mejor educación ─ Dice ignorando mi comentario ─ Que aprendieran los mejores modales y fuesen personas de buen corazón. Siempre la admiré por ello, pues yo estaba demasiado preocupado por traer el sustento a casa ─ Se levanta de nuevo y comienza a caminar de un lado al otro ─ No te mentiré, mi prioridad era crecer en el negocio. Desde muy joven he tenido el objetivo de ser exitoso y lo he logrado ─ Asiento afianzando sus palabras ─ Y ese fue mi mayor error, porque sacrifiqué unos maravillosos años con mi familia a cambio de reuniones, oficinas y decisiones de negocios.

─ ¿A qué viene todo esto ahora Román? ─ Lo interrumpo ─ ¿Ahora me dirás que por mi culpa la familia se desintegró? Es algo que ya sé Román.

─ Estas a la defensiva y es algo normal, pero por favor déjame continuar ─ Asiento.

─ Tu madre siempre se emocionaba con cada pequeño "logro" que tenías cuando eras pequeña. Recuerdo que una vez, cuando tenías apenas cinco años, lograste colocarte un lazo en la cabeza, no sé cómo hiciste, pero te quedó bastante bien ─ Baja la mirada ─ Y de eso hizo una gran noticia, se lo contó a vecinos, amigos y familiares, como toda una madre orgullosa. ¿Sabes? me gustaba muchísimo verla llevarte en brazos, tenía siempre una expresión de suficiencia que me derretía aunque jamás se lo demostré.

Un Placer Conocerte... HermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora