Capítulo 9

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Sabrina

La luz que se refleja por la ventana me acaricia levemente despertándome del maravilloso letargo al que me rendí la noche anterior, a mi lado yace inconsciente el pecado hecho perfección. Cierro los ojos para recordar su tacto, sus besos y mis manos navegan por cada recoveco de mi cuerpo, siguiendo la línea imaginaria que fue trazada por sus mágicos miembros.

Una sonrisa traviesa se escapa inevitablemente de mi boca y el deseo que renace desde las cenizas hace que muerda mis labios, queriendo revivir con lujo de detalles cada momento de una noche inolvidable.

Me sorprendo de lo bien que nos fue, para ser primerizas en esto, parecíamos unas profesionales, me cuestiono ¿cómo fue que aprendí tanto?, uno que otro video erótico ayuda pero... digamos que supe presionar cada botón que encendió esa sexy máquina de amor y ella hizo lo propio conmigo. ¡Vamos Sabrina no seas idiota!, me reprendo, por supuesto que sé, soy una mujer... y es verdad, nos entendimos a la perfección, cosa que jamás me sucedió con nadie más.

A estas alturas no me quejaré de los hombres que pasaron por mi vida, pero esto fue indudablemente otro nivel. Y es que el sólo hecho de saber que está aquí, desnuda, hace que me tiemble la entrepierna. La miro fijamente, quisiera saltarle encima y devorarla nuevamente, pero se ve tan relajada, allí, sumida en un sueño tranquilizador, por momentos sonríe levemente, pareciera estar viviendo el más bonito de los sueños.

Y espero estar incluida en ellos...

Me levanto lentamente para no perturbar sus sueños y su olor inundó mis sentidos, es un agradable aroma dulce, como un bebé recién nacido, así que cierro un poco los ojos para poder disfrutarlo por un momento.

Me pongo unos shorts muy cortos y una camiseta holgada de hockey que en su momento le hurté a mi hermano en sus propias narices y decido preparar el desayuno.

Justo cuando el café está casi listo abren la puerta y mi padre entra con su actitud siempre dominante y enseguida palidezco, parezco una niña que acaba de hacer algo realmente malo.

─Hija, buenos días─ Entra a la cocina y se sirve una gran taza de café, dejando sólo un poco.

─Buen día papá─ Le respondo mirando con atención cada movimiento, parece un felino acechando una posible presa.

─Veo que tuviste una fiesta anoche─ Me dice silenciosa y tranquilamente señalando las copas y el tazón de palomitas de maíz que dejamos casi entero.

─Sólo fue un compartir papá.

─¿Te divertiste?

─Si papá.

─¡Uff! Muero de hambre─ Marianna sale a la cocina con mi camisa favorita, le queda un poco holgada y se ve jodidamente sexy, si no fuera porque tengo a mi padre mirándola con ceño fruncido, la haría mía en este momento─ Lo siento, yo...─ Y se marcha corriendo a la habitación, con mi padre siguiéndole sus pasos.

─¿Ella es tu amiga que vino de visita Sabrina?─ Me pregunta tranquilamente, tal como es él, pero con el ceño fruncido aún.

─Sí papá, vino a conocer la ciudad─ Me volteo para tomar un poco de agua, tratando de ocultar mis nervios ¡Maldita sea! Casi tengo 30 años y debo dar explicaciones aún.

─Siempre me ha gustado lo grande que es tu casa, tiene bastantes habitaciones, hiciste una gran elección esa vez.

─Gracias papá.

─Tantas habitaciones desocupadas... y pareciera que duermen juntas, creo recordar que esa es la tuya─ Dice señalando hacia mi puerta.

─Nos pusimos a ver una película, es todo.

Un Placer Conocerte... HermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora