32 ¦ Explicación

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—¡Espera, espera, que me caigo!

Hoseok trataba de bajar de la silla a Jimin, pero le hacía cosquillas y no se estaba quieto.

—Estate quieto un momento, Jimin.

—Pero no pongas la mano ahí...

—¿Dónde quieres que la ponga?

—Mira, ya. Déjalo. Me lanzo al suelo. Cuidado que voy.

Hoseok estalló de la risa y casi dejó caer a Jimin. Consiguió meterle en el saco de dormir, con algunas dificultades, y fue entonces cuando empezó a sacar la comida.

La esterilla sobre la que estaban era muy grande, por lo que la arena estaba lejos de molestarles.

—Mamá ha metido mucha comida...

—Lleva toda la semana diciéndome qué iba a cocinar. —rio Jimin, incorporándose.

—Y papá ha metido una manta gorda en la bolsa... —Hoseok seguía sorprendido— Habéis pensado en todo.

Jimin sonrió satisfecho. Hoseok se metió en su saco y se quedó sentado, al igual que Jimin, sacando el resto de comida de la bolsa.

Cenaron cosas muy variadas, desde verdura, hasta pasta, con fruta. Hablaron de cosas muy variadas también. Cuando estaban terminando de cenar, surgieron algunos temas un poco más íntimos.

—¿Te gustó mi sonrisa? —preguntó Jimin, curioso.

—No seas infantil... No me hagas esas preguntas ahora.

—¿Por qué no? Tú me lo has dicho, tú me lo justificas.

—Tienes una sonrisa bonita. —dijo Hoseok, lo más bajo posible.

—Te he escuchado. Es la única cosa buena que has dicho de mí hoy —Se tumbó para mirar algunas de las estrellas que ya se dejaban ver—. Creo que es el único recuerdo que tengo de mi madre.

—¿Cuál? —Hoseok quiso saber, pues nunca le había contado sobre sus padres.

Jimin le explicó un poco, y luego continuó.

—Mi madre una vez me dijo que mi sonrisa era especial, que estaba cargada de positivismo, de energía. Al ser el único recuerdo que tengo suyo, supongo que eso afectó mucho en mi forma de ser.

—Tu madre tenía razón —Jimin miró a Hoseok—. Es una sonrisa especial. Mi casa nunca había estado tan viva.

Jimin cerró los ojos y volvió a sonreír pensando en su familia. Una imagen de la fiesta sorpresa que harían al día siguiente surcó su cabeza.

—Bueno, es hora de dormir, Hobi.

—Está bien. —dijo, y metió los restos de comida en las bolsas.

Jimin puso en su móvil, que había cargado para que durara toda la noche, una alarma sobre la hora clave.

Ambos se tumbaron por completo, dentro de sus respectivos sacos. Se dieron las buenas noches y se pusieron espalda con espalda.

Aquello era realmente aburrido, así que Hoseok intentó entablar conversaciones cortas y divertidas, pero se acababan muy rápido.

Pasaron los minutos y Hoseok empezó a tener frío. Alcanzó la manta gorda y se la echó por encima.

Mucho mejor...

Pensó si Jimin estaría despierto, y el castañeo de sus dientes le confirmó que así era.

—Jimin, ¿tienes frío?

—Un poco.

—Ven, vamos a compartir la manta.

Jimin se dio la vuelta sin pensárselo dos veces y vio cómo Hoseok acercaba su saco a él a base de hacer el gusanito.

Hoseok le echó la manta por encima y se acurrucó con él. Ahora podían hablar susurrando para escucharse.

—Perdóname, Hoseok. —El aliento de Jimin le hizo cosquillas en la oreja.

—No pasa nada, Jimin...

—En serio —insistió, y hundió la nariz en su pelo—, perdóname por todo.

Hoseok podía escuchar el corazón de Jimin latir con fuerza. Supo entonces que hablaba con total sinceridad. Agradeció que se disculpara, y entendía por qué lo hacía.

—No te presionaré —le dijo Hoseok, sonriendo—, no te forzaré y no jugaré sucio. Esperaré todo lo que haga falta.

Acto seguido, se quedó dormido. Era una confesión en toda regla. Era la primera que le habían hecho a Jimin jamás, y era por eso mismo que no sabía cómo reaccionar ante aquella situación. Para él, que Hoseok se hubiera enamorado en serio de él era completamente imposible. Por eso quería disculparse, porque... en el caso de que Hoseok fuera en serio, entonces su actitud le estaba haciendo mucho daño. Y no quería hacerle daño.

Se quedó dormido también, para unas horas después despertarse con el sonido de la alarma del móvil.

—¿Qué ocurre? —preguntó Hoseok, despertándose lentamente.

Jimin abrió los ojos enseguida y miró al horizonte. El sol, que ya estaba saliendo, lo cegó un poco, pero aún no era desagradable mirarlo.

—Rápido, Hoseok. Ayúdame a subirme a la silla.

Hoseok obedeció al oír el tono urgente de aquella petición. Jimin se impulsó hasta donde sabía que estaba la roca. Y allí seguía, como siempre había estado. Se colocó en la posición adecuada y Hoseok se puso a su lado.

—¿Qué ocurre? —repitió Hoseok, muerto de sueño.

—Espera un... momento.

Ya casi estaba. Un poco más...

La media luna. Allí estaba.

—¿Y esa sombra? —preguntó Hoseok.

—Es una media luna.

—Es... —No sabía cómo describirlo. Junto al amanecer, era una escena hermosa— preciosa.

Jimin sonrió.

—Es tu regalo de cumpleaños.

Hoseok lo miró extrañado. Jimin le contó el resto de la historia que no le había contado por la noche, y le dijo por qué lo había llevado allí.

—Esta luna significa mucho para mí. Ha sido mi compañera por mucho tiempo. Siempre estaba ahí cuando yo necesitaba a alguien.

Hoseok seguía sin entender.

—Ahora tú eres mi luna, Hoseok.

Entonces entendió. Algo dentro de su corazón se movió.

—¿Cómo puedes darme estas ilusiones así? —preguntó, exasperado.

—Sólo digo la verdad. Seas lo que seas para mí... siempre serás mi luna en la Tierra.

Hoseok se acercó a él. Ambos seguían mirando la luna. Hoseok se quedó de pie a su lado y acarició la cabeza de Jimin. Luego la empujó suavemente contra su cuerpo y la dejó ahí.

El ruido del coche de Namjoon los despistó. Ya era hora de irse.

—¿Preparado? —preguntó Jimin, pícaro.

—A la aventura, supongo. —respondió riendo.

HopeMin ➼ DiscapacidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora