18 ¦ Despiste

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Yo:
Hobi,
háblame que me aburro.
(15:12)

Jimin se paseó, en su silla de ruedas, una última vez por el pasillo de los lácteos para ver si le faltaba algo de la lista.

Hoseok se demoró en responder su mensaje, porque acababa de llegar a casa de las clases.

Hobi:
¿Qué ocurre?
(15:14)

Yo:
Tae me ha mandado
a comprar al supermercado.
Tenía mucho trabajo esta tarde
y me ha dicho que
hiciera yo la compra.
(15:14)

Hobi:
¿Y se aburre?
(15:14)

Yo:
Es que es aburridísimo
hacer la compra.
(15:14)

Hobi:
¡Pero si es muy divertido!
(15:14)

Yo:
Deja las drogas, Hoseok.
(15:15)

Hobi:
No estoy drogado.
En serio.
(15:15)

Yo:
¿Vienes?
(15:15)

Hoseok se dio un cabezazo contra la pared. Jinna entró preocupada a su habitación nada más escuchó el golpe.

—Mi niño, ¿qué ha pasado?

Hoseok no se acariciaba la zona del golpe, más bien estaba pensando dónde se daría el siguiente. Miró a su madre, con los ojos llorosos.

—Mamá, voy a salir de casa.

Jinna lo miró sorprendida. No entendía por qué se lo comunicaba de aquella forma, como si le estuviera pidiendo permiso.

—Me parece... Bien, supongo —respondió, y se recolocó un mechón de pelo tras la oreja — ¿Vas a ver a Jimin?

Hoseok negó rápidamente con la cabeza, reiteradas veces. Al cabo de tres segundos empezó a asentir. Jinna sonrió.

—Recuerda que luego trabajas, no te demores. Papá me ha contado que ya te han cubierto un par de días.

—Eso fue porque...

Porque había estado con Jimin paseando. Por eso había faltado al trabajo.

—No faltaré más. —concluyó Hoseok, sonriendo.

Todavía no les había contado su encontronazo con el jefe. No sabía cómo iba a decirlo, pues nada más lo dijera, su padre le obligaría a dejar el trabajo. Y no podía dejarlo, era el trabajo en el que mejor le habían pagado y gracias al cual en su casa podían permitirse algunas cosas. Aunque a ese paso... cualquier trabajo, con tal de pagarle algo, aunque fuera una miseria, le hubiera venido mejor. De todas formas, Hoseok llevaba trabajando allí de enchufe desde que tenía dieciséis años. Y el roce hace el cariño.

Salió de casa disparado en dirección al supermercado. Había dejado a Jimin en leído, pero esperó que entendiera que ya estaba de camino.

Había ido corriendo, así que llegó jadeando al mismo sitio donde había conocido a Jimin, en la acera frente al supermercado.

Apoyó sus manos en las rodillas y agachó la cabeza para intentar relajar su respiración.

—Deberías tener más cuidado.

Hoseok levantó la cabeza y vio a Jimin acercándose hacia él. Había esperado por él allí, en la barandilla.

—¿Llego a tiempo? —jadeó Hoseok, incorporándose.

—No, llegas tarde. Como siempre. —sonrió Jimin.

Hoseok le apartó la mirada.

—¿Lo has hecho a propósito? —preguntó Jimin, asombrado.

—No, Jimin. El día que yo sepa por qué lo hago, se lo diré.

—Vale... —respondió, y cogió una de las bolsas que había en la bandeja de su silla para sacar algo de dentro.

—¿Qué hace?

—Esto, es para ti. —dijo, y sacó un bote de cristal de mermelada de fresa.

Hoseok abrió los ojos como platos.

—¿Cómo sabe que me gusta esta mermerlada?

—El día que casi vi cómo te atropellaban, se te cayeron las bolsas. Algunas cosas no pudiste recogerlas, ¿no?

—Pero... Eso fue hace mucho, ¿cómo se acuerda?

—No fue hace tanto... —rio Jimin— Fue hace un par de semanas.

Hoseok tomó unos segundos para hacer cuenta de los días.

—Parece que haya pasado una eternidad...

—¿Tanto te aburres conmigo? —preguntó Jimin, apenado.

—Pierdo la noción del tiempo cuando estoy con usted.

Ni siquiera supo cómo había logrado decir eso, pero era la verdad. A Jimin le dio un pequeño escalofrío y luego empezó a sentir bombear algo bajo su pecho. Tragó saliva.

¿Por qué estoy tan nervioso?

Hoseok no había dejado de mirar al suelo en ningún momento. Sus manos, que jugaban la una con la otra, estaban temblando.

No pudo aguantarlo más, así que rompió el silencio tan incómodo que se había creado.

—Le ayudaré a llevar la compra a casa.

Y dicho eso, se encaminaron hacia la casa de Jimin. Hoseok subió las bolsas su casa, incluso entró dentro.

La miró con asombro. No era muy grande, tampoco era pequeña, pero pensó que Taehyung debía tener un buen salario como para permitirse aquella casa.

Se dio cuenta de un pequeño detalle: no había casi fotografías.

—¿No hay fotografías?

—Oh... A Tae no le gustan las fotos. Las quitamos hace unos dos años porque ya le cansaban.

—No entiendo... ¿Qué hay de malo en ellas? A mamá...

—Le apasiona la fotografía. —terminó la frase Jimin. Hoseok lo miró, se acarició la nuca y sonrió.

—¿Cómo son las cosas en casa? —preguntó Hoseok con algo de curiosidad. Tampoco quiso ser un entrometido.

—Tae hace todo, la verdad. Cocina, limpia, trabaja...

—¿Y usted qué hace?

—Nada.

Hoseok frunció el ceño.

—¿No le ayuda en nada?

Jimin suspiró.

—Lo he intentado cientos de veces. No me deja que lo ayude. Dice que mi trabajo es ser un buen novio y quedarme quieto.

—¿Y a usted le gusta eso?

—Haces muchas preguntas.

Hoseok se tapó la boca y luego se disculpó. Sabía que estaba hablando demasiado.

Tal vez no debería haberlo subido a casa..., pensó Jimin.

—Muchas gracias por la ayuda, Hoseok. Deberías irte ya.

El menor asintió y fue a recoger sus cosas a la entrada. Se despidió de Jimin y se fue, con tan mala suerte de dejar caer un pañuelo de tela que siempre llevaba en el bolsillo de la chaqueta.

Un pañuelo del que Jimin tampoco se percató.

Un pañuelo que llevaba bordadas la iniciales de Hoseok.

Un pañuelo que destrozaría la vida de Jimin en cuestión de horas.

HopeMin ➼ DiscapacidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora