La verdad sea dicha -Parte 2-

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-¿Podrían decirme antes que fue lo que hicieron ese par con sus números y por qué están tan molestas? –Preguntó Irish

-Es una invasión a la privacidad, Irish… -Habló Tai, quién rápidamente fue interrumpida.

-Un momento Tai, tampoco es como que los metí en sus habitaciones o les revelé sus claves de redes sociales, bancos y correos electrónicos. Tampoco les entregue sus correspondencias para que la revisaran. Me parece que exageran, es un simple número de teléfono y una simple llamada. Díganme que de verdad no quieren hablar con ellos, que también son mis amigos y a quienes tenía fastidiados hablándoles de uds y lo mucho que quería que se conociesen. Pero si realmente no quieren tener contacto con ellos les pediré que no vuelvan a hablarles nunca más, ni por educación.

Tai y Dharma se miraban sin saber qué decir.

No querían que los chicos actuasen como si no las conocieran, pero tampoco querían salir con ellos… ¿O si?

-Lo que pasa es que nos tomó desprevenidas, son hombres demasiado guapos, incluso para sus propios bienestares. No puede ser bueno para alguien ser tan guapo y saberlo, eso puede ser fatídico para sus sobre inflados egos. –Esta vez fue Dharma la que habló.

-En el caso de Alex puede que sea así, pero no tanto, estoy segura que si lo pones en su lugar y le haces entender que su ego contigo no vale nada él lo entenderá y se comportará contigo como el hombre dulce y cariñoso que es. –Dijo Irish, a lo que agregó – Pero, ¿Te llamó Alex, Dharma? Parecía haber quedado encandilado contigo. Mascullaba algo como “Ella tiene curvas, carne, *gruñido* sus caderas, sus…” cuando me pidió tu número. –Irish soltó una carcajada

-No solo me llamó, ayer, yo fingí que no sabía quien era. Hoy al salir de la rueda de prensa de los atletas de la selección nacional choqué contra él y volví a fingir que no le conocía. Me amenazó con que si volvía a hacer eso iba a besarme hasta que no recordase ni mi propio nombre.

Dharma parecía asustada ante esa perspectiva.

Tai y Potter tenían una mirada de derretimiento glaciar de amor en sus ojos, como las miradas de esos perritos de las tarjetitas de amor.

Irish solo reía escandalosamente.

-Si les soy sincera, me sigo repitiendo que es por mi trabajo por lo que no salgo con nadie, pues quiero hacerme respetar, no es fácil ser una periodista deportiva, sobre todo porque al ser una  profesión para hombres, tengo  que trabajar duro para ser tomada en serio. Él no sería bueno para mi imagen y aunque en parte esa es una razón válida, no es la razón principal. Como Irish, yo también tengo mis propios demonios, mi situación familiar es complicada. Mi padre es un vago aprovechador, solo aparece cuando tiene problemas para que mi hermana o yo se los resolvamos. Creo que se tomó muy en serio eso de “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. Mi hermana nunca está, sus amigos son lo más importante. Mi madre solo sabe criticar y humillar. Creo que en el fondo solo siento que no soy lo suficientemente buena para nadie.

Irish se puso seria, al igual que Tai y Potter.

-Eres tan buena como cualquiera de nosotras, ¿Qué coño crees? Eres maravillosa, Dhar. Y eso no lo puede cambiar ni tu madre con sus críticas, ni nadie en el mundo, ¿te queda claro? –Dijo Irish con el ceño fruncido. –Hagamos un pacto, ustedes deben prometerlo de corazón, yo también lo haré. Le daremos una oportunidad más a la felicidad románticamente hablando, sin importar cuanto miedo nos de. ¿Quién de ustedes se apunta?

Poco a poco todas fueron haciendo una montaña con sus manos.

-¿Y si salgo corriendo como la loca de la montaña? –Preguntó dudosa Dharma

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