Recuerdo accidental

605 92 3
                                    

Me quedé inmóvil, sin saber cómo reaccionar. Sólo podía sentir cómo mis manos sujetaban la piel cálida de los brazos de Marinette y la manera en que las suyas se aferraban a mis hombros. Aunque eso pasaba a segundo plano ante el hecho verdaderamente apremiante, el contacto suave de nuestros labios.

Nada de esto había sido planeado ni mucho menos. Había sido tan simple como que nos habíamos levantado a la vez de nuestros asientos, yo no la había visto venir y había chocado con ella, logrando que el inestable equilibro de Marinette fallara. En un intento de atraparla y, de su parte, no caerse, habíamos acabado en ese lioso abrazo y ese beso sorpresa. Por eso, durante ese segundo que pareció alargarse en el tiempo, nos miramos fijamente a los ojos. Gracias a que ella estaba en un escalón superior, nos encontrábamos a la misma altura. Estábamos tan cerca que podía apreciar la gama de colores que los componían con claridad, pese a que su fleco negro brillante se sobreponía ligeramente sobre ellos. La sorpresa inundaba los iris azules cielo de Marinette con toda su fuerza, logrando resaltar su color lleno de vida. No podía sentir su respiración, probablemente porque no estaba respirando. Al igual que yo, involuntariamente, estaba conteniéndose. Quizás estaba tan embriagada como yo del roce tibio y gentil de nuestros labios.

No me di cuenta de que mis oídos me habían aislado del mundo exterior, permitiéndome escuchar únicamente los latidos de mi corazón, hasta que a lo lejos aprecié unos molestos silbidos. Se volvieron a repetir, ganando fuerza. Retornando a la realidad, Marinette y yo parpadeamos sorprendidos y nos separamos a la vez.

Carraspeé , tratando de hacer caso omiso a la repentina incomodidad causada por las bromas salidas de tono de mis compañeros, preocupado por Marinette. Yo, a causa de mi trabajo, estaba acostumbrado a esa clase de cosas. Ella, sin embargo, era una chica tímida con especial recelo al tratar con los chicos. No había más que tener en cuenta que ella era mi primera amiga y, aun así, continuaba tartamudeando cada vez que hablábamos. Dirigí mi mirada hacia ella, esperando encontrármela ruborizada y avergonzada. No obstante, la imagen que descubrí fue diferente. Teniendo en cuenta lo que esperaba hallar, Marinette estaba incluso pálida. Tenía el dedo índice de su mano derecha flexionado sobre sus labios en expresión dubitativa y me miraba confundida.

No tuve tiempo de decir nada, demasiado desorientado ante su seria expresión, antes de que se fuera del aula. Solo pude revolverme el pelo con gesto turbado, sin comprender. Solo un pensamiento pasaba por mi mente: «¿Qué demonios acaba de pasar?».

Noir, Bleu, CheveuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora