Sin aire

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La voz era incapaz de escapar de mi garganta. El pánico y la furia eran demasiado fuertes. Observé atónito como aquel monstruo enorme, con sus poderosas alas de águila, alzaba rápidamente el vuelo arrastrando a Marinette con él, atrapada entre sus garras. Ella se retorcía, intentando liberarse de su presa, pero parecía una muñeca en manos de aquella bestia. El hombre que había en el interior del ave había sucumbido ante la depresión y la derrota. Tal era la magnitud de su negatividad que había permitido que el yokai tomará el mando de la situación, dejando su humanidad relegada a un segundo plano. No actuaba como una persona, sino como un salvaje animal rabioso.

A diferencia de mí, el resto de compañeros de clase sí emitían gritos de alarma y terror ante la escena. Maldije mi incapacidad y rogué porque mi Lady apareciera de una vez. Allí, en medio de aquel campo sin árboles, no tenía la oportunidad de transfórmame. Era un lugar destinado a realizar actividades de campamento de verano, junto a un espacioso lago por el que se podía navegar. No había ningún escondite a la vista. No podía ayudarla.

Recé con todas mis fuerzas por la aparición de Ladybug, pero los segundos iban pasando y nada sucedía.

— ¿¡DÓNDE DIABLOS ESTÁN LADYBUG Y CHAT NOIR!? —gritó Alya, pálida por el terror—. ¡Esa cosa está secuestrando a Marinette!

Los gritos desesperados me hicieron reaccionar. Era posible que no pudiera derrotar a ese demonio como humano, pero, como mínimo, podía liberar a Marinette y ganar algo de tiempo hasta que Ladybug apareciera. Corrí al puesto de tiro con arco, tomando uno y una serie de flechas. Colocándome en posición, coloqué una flecha en el arco y estiré la cuerda. Cuando creí tenerlo a tiro, disparé.

El monstruo se asustó, pero pudo esquivar la flecha a tiempo. Cambió de rumbo para mirar en nuestra dirección justo en el momento en el que estaba volviendo a armarme. Pese a la distancia, pude sentir su mirada oscura clavada en mí. Emprendió el descenso en el momento en el que la segunda flecha danzaba veloz por el aire. Gracias a sus movimientos ágiles, no estuve seguro de sí la flecha logró atravesarle el ala izquierda o, simplemente, la esquivó. Sin embargo, no hizo ningún amago de haber sufrido dolor. Siguió con su trayectoria descendente, directo hacia mí. Pude escuchar como el resto salía corriendo, buscando un sitio donde guarecerse en aquel lugar sin protección. Solo una persona se quedó. Me percaté al sentir su mano en mi hombro, dándome un apretón nervioso y enérgico.

—Por favor, sálvala —susurró, tratando de mantener el dominio de su voz.

Inspirando hondo, tomé una última flecha. Sabía que no tendría más oportunidades, teniendo en cuenta a la velocidad que descendía el águila. Me percaté de la madera que formaba la flecha, extrañamente roja de forma natural. Era una ilusión, pero sentí como mi Lady me acompañaba al tensar la flecha rojiza en el arco. Con la tranquilidad que me daba su compañía, disparé con seguridad. La flecha se clavó, firmemente, en la pata izquierda. De la sorpresa, el yokai abrió sus garras y soltó a Marinette. Cayó de lleno en el lago mientras el águila levantaba lamentablemente el vuelo y huía. Me olvidé de él.

Nada más ver a Marinette caer, solté el arco y marché corriendo en su busca. Me lancé al agua y me sumergí, encontrándomela inconsciente debido al impacto. Estaba empalidecida y el agua a su alrededor tenía un enfermizo color rojizo, producto de las heridas que las garras de aquella bestia habían causado en su piel, principalmente sus piernas y sus brazos.

Logré alcanzarla, agarrándola de su mano, flácida y sin vida. Tiré de ella hasta la superficie y, procurando que su cabeza estuviera siempre fuera del agua, la arrastré hasta la orilla.

— ¿¡Estáis bien!? —interrogó Alya, exaltada, ayudándome a poner a Marinette a salvo en la tierra arenosa y el césped húmedo.

No le contesté, demasiado preocupado en recuperar la respiración sin desfallecer y en comprobar si Marinette estaba bien. A Alya tampoco pareció importarle. Estaba demasiado centrada en lo mismo que yo. En el pecho inmóvil de Marinette. Pensé que estaba imaginando cosas. Era la única razón lógica. Ella debía de ser de las que tenía una respiración muy suave al dormir. Sin embargo, el quejido angustioso de Alya rompió cualquier mínima esperanza que pudiera tener.

Presuroso, me acerqué a ella, aproximando mi oreja a su boca, esperando escuchar su respiración. Sin embargo, no podía escuchar nada, ni siquiera la mía, que contenía. Tampoco sentía el cosquilleo de su respiración en mi oído. Con todas las alarmas encendidas, busqué su pulso palpando por encima de la yugular.

— ¡BUSCA AYUDA! —le grité a Alya cuando mis dedos no encontraron mayor sensación de vida que la piel suave y helada de Marinette.

Alya, con lágrimas en los ojos, no espero que le dijera nada más. Desplazándose en enormes zancadas, a una velocidad que no le había visto jamás, salió corriendo.

Yo, haciendo memoria de todas las maniobras de reanimación que conocía, le rasgué el pesado jersey de punto rojo y abrí a la fuerza su camisa vaquera. No me detuve a soltar los botones que posteriormente salieron volando por los aires. Aparté la ropa, revelando el brassier rosa palo. Me arrodillé junto a ella y le hice la respiración boca a boca. Sus labios estaban congelados. Repetí la acción una vez más, antes de colocar el talón de mi mano sobre el esternón. El agua helada del lago había desaparecido de mi cuerpo debido a la tensión y al esfuerzo. Lo que empañaba mi frente era el sudor frío provocado por la ansiedad. Ejerciendo toda la fuerza que podía, realicé el masaje cardíaco una y otra vez, hasta llegar a la treintena. Marinette seguía sin reaccionar y Alya no volvía con refuerzos. Repetí la respiración boca a boca, apreciando como sus pulmones se hinchaban con la llegada de aire.

En la segunda bocanada de oxígeno, repentinamente, un flujo de agua me inundó la boca. Sorprendido, retrocedí. Marinette comenzó a toser, escupiendo agua sin parar. La ayudé a enderezarse y palmeé su espalda, intentando que soltara toda el agua que había tragado. Tardó un par de minutos en comenzar a respirar con normalidad, aunque era obvio que le seguía costando esfuerzo.

Antes de ser consciente de nada, rodeé a Marinette con mis brazos y la estreché fuertemente contra mí. Probablemente, lo hacía con demasiada fuerza, pero después de semejante susto, necesitaba sentirla viva, con el corazón bombeando y sus pulmones respirando, junto a mí. Hundí mi nariz en su pelo estrellado, maravillándome del perfume a lavandas que despedía. Marinette se quedó de piedra, impactada por mi reacción, probablemente porque no comprendía nada y porque estaba demasiado agotada para actuar. Sin embargo, quizás porque entendió mi miedo y mi preocupación, no negó mi abrazo. Es más, débilmente me correspondió.

Nos quedamos allí, recuperando la tranquilidad y la respiración hasta que Alya volvió acompañada de ayuda. Concretamente, de nuestros compañeros de clase, policías y operativos médicos. En ese momento, por fin, pude tomar una profunda respiración que me relajó. Marinette, mi princesa, realmente estaba a salvo.

 Marinette, mi princesa, realmente estaba a salvo

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¡Hola a todos!

¿Qué os ha parecido este relato? Sé que no sigue exactamente la tónica de los capítulos predecesores, pero tenía ganas de escribir sobre esta pareja y que la trama tuviera un poco de drama y de acción xD.

Bueno, pues con esto y un bizcocho, ¡hasta el próximo capítulo!

Noir, Bleu, CheveuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora