Generalmente no pasaba las tardes en la biblioteca. Al encontrarse mi habitación prácticamente aislada de las zonas comunes de mi casa, podía trabajar y estudiar tranquilamente en mi escritorio o en mi cama, según me diera. Sin embargo, algo, un hilo invisible tal vez, llevaba todo el día tirando de mí para ir a ese lugar.
Estaba segura que no se debía al sentido mágico de ser Ladybug. Tikki no identificaba ninguna presencia maligna en el aire lo suficientemente fuerte para provocarme tal reacción.
Al final, decidida a aprovechar la tarde inspirándome con el perfume de los muebles de caoba y de los libros, bañados por la luz del sol, me ubiqué en una de las mesas del fondo. Estaba junto a un gran ventanal.
Comencé a dibujar bocetos de vestidos steampunk al momento de sentarme en la silla y sacar mi blog de notas. Tuve mucho cuidado de no emocionarme demasiado y empezar a hacer ruido al dibujar, debido a la emoción. Estaba tan sumida en mi tarea que el resto del mundo desapareció a mi alrededor. No desconecté de mi burbuja personal hasta que escuché una sonora palabrota de una voz a la que jamás imaginé decir nada parecido. Me giré en dirección a la voz hastiada, en la mesa colindante a la mía que, antes de sumirme en mi propio mundo, había estado vacía. Sin embargo, en ese momento tenía un ocupante. Concretamente, un Adrien con el ceño fruncido intentando arreglar el estropicio que se había formado en su mesa. Su bolígrafo de tinta azul se había estallado, impregnando la superficie de madera y parte de su cuaderno de notas con su contenido.
Jamás había visto a Adrien tan nervioso, haciendo pequeños aspavientos sin sentido con las manos, con el ceño profundamente fruncido y la boca en una mueca preocupada y alarmada. Adrien siempre parecía tener todo bajo control, así que verle en una situación tan simple y tan peculiar, me pareció irrisorio. Me mordí la lengua para no reírme, puesto que sabía que, para él, no era nada divertido. Sin embargo, cuando me percaté de que tenía las manos pringadas y que, de alguna manera, también se las había apañado para mancharse la cara... Intenté contener la risa, pero se me escapó un incómodo sonido, parecido a un resoplido. Al momento, Adrien se giró en mi dirección, mirándome con la ceja alzada. Ni siquiera hacía falta que hablara para entender el significado de su mirada: "¿Es tan gracioso?".
Aunque su expresión malhumorada debería haberme refrenado, me pareció tan extraña en el siempre apacible rostro de Adrien que solo consiguió que empezara a reírme de verdad. Intentaba parar el sonido con mis manos, pero aún así la risa podía escucharse.
La ceja de Adrien se alzó un poco más, en una expresión ladina, aunque la mueca preocupada de sus labios desapareció. Bufó y resopló antes de que una sonrisa pícara se adueñara de su boca.
—He creado un pequeño desastre, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
Quizás porque estaba relajada gracias al imprevisto ataque de risa o porque estaba demasiado ocupada conteniéndolo para que mi mente se ocupara de nada más, pero por primera vez en mucho tiempo le hablé a Adrien sin tartamudear.
—Parece más de lo que es —logré responderle.
Rebusqué en mi bolso, encontrando un paquete de pañuelos de papel y una pequeña botellita de alcohol glicerinado. Empapé un par de pañuelos y me levanté de mi asiento, encaminándome a la mesa de Adrien. Le tendí uno de los pañuelos mientras yo comenzaba a estregar el otro por la mesa.
—No es lo mejor, pero servirá —lo tranquilicé, con la vista enfocada en el manchurrón que enturbiaba la maltratada madera—. Saldrá rápido, no te preocupes
— ¿Experiencia en el ámbito? —cuestionó él, con humor, imitando mis pasos.
—Algo parecido —respondí, riendo suavemente.
Rápidamente, poniendo nuestro empeño en ello y gastando unos cuantos pañuelos más, la mancha desapareció. La mesa brillaba como si nunca hubiera estado allí.
La única prueba del delito estaba en el bolígrafo roto que ya habíamos cubierto cuidadosamente; la libreta, que había quedado totalmente inservible; y las manos de Adrien. Aunque los dedos y parte de las palmas estaban ya limpios, al no habérselos lavado de forma intencional sino por el roce de las toallitas, aún las tenía sucias.
Tomando la botella, esparcí unas gotas sobre la mano izquierda de Adrien. Luego procedí a extender el alcohol con uno de los pañuelos, eliminando los rastros de tinta. Aunque previamente habíamos estado bromeando mientras guerreábamos con el monstruo azul de la mesa, ahora que nuestras manos transmitían la calidez de la piel, con el fino y poroso papel del pañuelo como única limitación, la situación se había vuelto extrañamente vergonzosa. Inspiré profundamente, extrañada por la rara sensación de calor que me invadió de pronto. Mis dedos, por donde tocaban la piel de Adrien, parecían arder. Sentí como mis mejillas comenzaron a sonrojarse, pero traté de hacer caso omiso a esos descubrimientos, intentando no ponerme nerviosa.
Cuando ya hube limpiado las manos de Adrien, retiré las mías rápidamente, en un intento de normalizar la situación y, principalmente, mi errático corazón. Sin embargo, Adrien me sorprendió tomándome de las muñecas. Lo miré sorprendida.
—Tus manos también se han ensuciado —Su discurso no sonó entrecortado ni nervioso. No obstante, Adrien pareció incapaz de mantener su mirada fija en la mía.
Rápidamente, imitó lo que había hecho antes con él. Con cuidado, limpió mis manos. Lo hacía tan gentil y lentamente que parecían caricias. El roce me abrasaba, haciendo que mi sangre fluyera ardiente como lava, despertando de su letargo cada una de mis terminaciones nerviosas.
Cuando crucé nuevamente miradas con él, aún con nuestras manos unidas, sentí que mi corazón se saltaba un latido, sobresaltado. Por la forma en que él apretó el agarre, no pude evitar preguntarme si a él le había ocurrido lo mismo.
#Adrienette completamente, ¿eh? Me gusta meter drama y acción cuando escribo #MariChat. Sin embargo, cuando #adrienette entra en juego, me gusta más jugar con el espíritu adolescente de este par y lo que puede provocar una mínima chispa entre ellos.
Tengo una noticia que daros. Me gustó muchísimo escribir Sin aire, pero temía estar pasándome si lo extendía, pese a que se me ocurrieron un par de cosas realmente interesantes para continuar la historia. Sin embargo, viendo la recepción que tuvo, he decidido continuarla como una historia aparte. No os volváis locos, que será una historia corta, pero tendrá algunas cosillas más que contar. No escribo la continuación aquí porque Noir, Bleu, Cheveux es, al fin y al cabo, una colección de relatos cortos. Que una historia tenga más de tres partes aquí me parece excesivo.
Avisaré cuando la continuación de Sin aire esté lista y salga al aire xD.
En fin, con esto y un bizcocho, ¡me despido!
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Noir, Bleu, Cheveux
FanfictionSin importar a dónde fuera o qué hiciera, sin importar cuánto cambiara, ella siempre sería la extraña chica de las coletas. La del cabello extraordinario. La que siempre hacía bailar el azul y el negro. Serie de microrrelatos y relatos cortos de Mi...