Mi princesa me tendió una pequeña cajita de cartón, envuelta en varios lazos azules, verdes y beiges. La observé sorprendido, sin entender. No tomé la caja, congelado en mi sitio como estaba en el alfeizar de su ventana.
Había acudido a ella porque mi lady me había dado un mensaje urgente. Marinette necesitaba nuestra ayuda. Aquella tarde se había vuelto el objetivo de un renovado EvilIllustrator y apenas habíamos podido librarnos de él. Tristemente, el akumatizado había huido antes de que mi lady hubiera podido purificarlo. Y ahora me comunicaba que Marinette volvía a estar en peligro y que ella no podía acudir. Como un rayo, fui en su busca. Pero en su casa no había mayor peligro que los dragones que aparecían en la pantalla de ordenador a sus espaldas.
Parpadeé, tontamente desconcertado, sin entender qué estaba pasando. Volví en mí cuando Marinette meneó la caja frente a mí. Sorprendiéndome con su talante valiente, no apartó la mirada de mí ni alteró su ritmo respiratorio. Sin embargo, pude comprender que estaba nerviosa al ver cómo se sonrojaban sus mejillas.
–¿Y esto? –pregunté, tomando la caja con estupor, demasiado desconcertado para soltar siquiera una frase ingeniosa.
–Es un pequeño detalle, por salvarme la vida –respondió con voz suave. Al haberle quitado el regalo de las manos, las entrelazó tras su espalda.
–Solo cumplía mi deber —afirmé, sonriendo ladinamente.
—Mis padres me enseñaron que hay que dar las gracias por las buenas acciones —contestó, totalmente imperturbable a mi pícaro coqueteo.
Viendo lo tímida que era Marinette en clase, era toda una sorpresa verla responder de aquella forma, tan firme y decidida. Aunque estaba nerviosa, no se dejaba llevar por sus impulsos. Era una imagen extrañamente familiar y reconfortante.
—¿Para esto me llamó Ladybug? —indagué, curioso, mientras desataba los lazos con cuidado. Tenía miedo de romperlos con mis garras.
–Como ella no pudo llegar a tiempo para ayudar en el rescate, estaba preocupada –comenzó a explicar, observando como abría el regalo–. Vino aquí para preguntarme cómo estaba y, en fin, le pedí el favor de que me ayudara a contactarte.
Solté una pequeña risita ante la trampa que ambas me habían tendido y de la que yo no me había dado cuenta. Las dos juntas eran temibles.
Quité la tapa superior de la caja, encontrándome con un nido de espumillón pajizo de color verde, en cuyo centro había una pieza de chocolate. Tenía forma de gato, hecho con chocolate negro y detalles en chocolate blanco. En especial las facciones y las orejas. Lo único que parecía estar hecho con una pintura especial era el cascabel que llevaba al cuello. Observé el regalo, repentinamente sin habla. Si Ladybug hubiera estado a mi lado, habría aplaudido a Marinette por semejante mérito.
–E-Esto... –comencé a decir, confuso.
–Aunque nací en Francia, gran parte de mis raíces se extienden por todo Oriente. Mi abuela procedía de Japón. Allí existe una tradición en la que, los días como hoy, se regala chocolate.
¿Los días como hoy?, me pregunté para mis adentros, tratando de recordar, pero si hoy es...
–San Valentín –terminé diciéndole, observándola con los ojos abiertos de par en par.
Mi reacción pareció avergonzar a Marinette, porque se sonrojo furiosamente y, por primera vez, desvió la mirada.
–No te confundas. Es verdad que en Japón se da chocolates a la persona amada, pero también a los amigos, a la familia... Incluso existe el chocolate de compromiso –explicó, nerviosa–. Éste es de agradecimiento.
Su justificación me sonó apurada y sentía que algo se me escapaba, pero estaba tan estupefacto y extrañamente contento que me decidí a dejar el tema correr.
–Muchas gracias, princesa –dije al fin, logrando que regresara sus grandes ojos azules a mí. Acercándome a ella y besando fugazmente su mejilla susurré: Feliz San Valentín.
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¡Hola a todos, lindas flores!
Os traigo un pequeño regalito de San Valentín. Es breve, pero espero que lo hayáis disfrutado 💚.
Con un beso y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!
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Noir, Bleu, Cheveux
FanfictionSin importar a dónde fuera o qué hiciera, sin importar cuánto cambiara, ella siempre sería la extraña chica de las coletas. La del cabello extraordinario. La que siempre hacía bailar el azul y el negro. Serie de microrrelatos y relatos cortos de Mi...