La magia del puente

598 81 16
                                    

Siempre hay fechas complicadas, para todos nosotros. Días que se repiten cada año, que nos traen recuerdos difíciles de procesar. Para mí, esa noche de luna llena de mayo era una de ellas.

Mientras estaba apoyado en las barandas metálicas del Puente de las Artes, contemplando el reflejo de la luna en el río Sena, mis memorias danzaban por mi mente. Era como vislumbrar una película que solo se proyectaba para mí. El hecho de que estuviera escuchando música a través de mis auriculares, solo aumentaba la sensación.

No estaba triste, exactamente. Más bien, nostálgico, incluso melancólico. Había muchos buenos recuerdos en mi cabeza en ese momento. Como la sonrisa de mi madre al pasear conmigo por aquel mismo puente. Aún podía recordar el tímido sonrojo de sus mejillas al enseñarme el candado que ella y mi padre habían colgado en allí. Fue toda una sorpresa descubrir que mi padre también tenía un lado tierno. Me mostró que mi padre, al fin y al cabo, era humano. Quizás no nos complementáramos del todo bien, pero eso no lo transformaba en el robot frío y sin sentimientos en el que se había convertido en mi mente sin darme cuenta.

También estaba aquella vez que mi madre y yo habíamos visto los fuegos artificiales, una noche de mayo con luna llena. Jamás olvidaría el sabor del helado de chocolate y vainilla que comimos aquella noche, sentados en un banco, mirando al cielo. Tampoco el hecho de que tuvimos que tirar mi camisa a la basura, gracias a las manchas imborrables de chocolate.

Aquel puente estaba plagado de buenos recuerdos. Muchos me producían un sentimiento amargo, pero no era doloroso. Después de todo, aquel lugar había sido el País de las Maravillas de mi madre y mío.

Como efecto secundario de mis constantes transformaciones en Chat Noir, incluso siendo Adrien Agreste pude sentir un sutil movimiento, muy característico, cerca mío. Antes de buscarla con la mirada, ya sabía que ella estaba allí. Encima de una farola, observando el reflejo perfecto de la luna en el agua, estaba mi lady. Su cabello brillante, como las estrellas en una noche sin luna, bailaba suavemente con la brisa ligera. Parecía tan abstraída en sus pensamientos como yo lo debí haber estado minutos antes. Estaba tan hermosa en su pose taciturna y serena que me costó varios minutos recobrar la capacidad de hablar. Me quité los auriculares cuando volví en mí.

— ¿Ladybug? —pregunté, dudoso. Aunque estaba claro que era ella, me asaltaron unos repentinos nervios que me hicieron dudar. Ella, después de todo, era amiga de Chat Noir, no de Adrien Agreste.

Ella se giró en mi dirección. Me miró con sorpresa, como si acabara de darse cuenta de que yo estaba allí. Aunque, en realidad, era difícil decirlo. Al estar encima de la farola, la luz que la iluminaba era la de la luna, que proyectaba en ella diferentes juegos de luz y sombra. Hacía complicado leerle cómodamente el rostro.

— ¡Adrien! —exclamó, sorprendida—. ¿Q-qué haces aquí?

Se mantuvo en su posición, al amparo de la oscuridad.

—Vine a recordar viejos recuerdos —admití, sinceramente—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí, Ladybug?

— Este... Este es un buen lugar. Para pensar, quiero decir.

Era extraño escuchar a mi lady hablar nerviosamente. Resultaba tierno, a la vez que singular. Después de todo, Ladybug siempre era seria y tenaz. La mujer más valiente que había conocido en mi vida. Quizás se debía a que, en ese momento, estaba en una situación de calma y no tenía las barreras en alto.

Estuvimos varios minutos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, observando el río. De vez en cuando la miraba, aunque trataba de ser lo más sutil posible. Ella permanecía inmóvil, completamente silenciosa. No pude evitar preocuparme. Ella era una persona serena, que no se dejaba llevar por el pánico incluso en las peores situaciones, pero aquel mutismo me resultaba desconcertante, por alguna razón. Quizás por ello, esas palabras salieron de mi boca:

— ¿Te apetece un helado? —cuestioné, amistosamente.

— ¿E-eh? —preguntó, desconcertada.

—Aquí al lado venden unos helados de chocolate y vainilla deliciosos —sugerí, sonriendo alentadoramente y estirando mi brazo en su dirección, con la palma abierta en una clara invitación.

Quizás porque quería compartir un poco de la felicidad que mi madre me había entregado en aquel mismo puente, no pude evitar sugerir tan infantil propuesta. Quizás la fuerza nostálgica de los recuerdos me había llevado a eso, pero, al ver como ella saltaba de su posición y tomaba mi mano para descender, supe que había sido una buena decisión.

Por fin, pude apreciar con claridad el rostro de mi heroína favorita. Sus ojos celestes brillaban limpiamente, aunque pude apreciar un ligero enrojecimiento en ellos; y una inocente sonrisa adornaba sus labios. Nuestros dedos se mantuvieron entrelazados unos segundos más antes de separarnos.

Por primera vez desde que la conocía, pude tener una conversación tranquila, aunque nerviosa, con mi lady. Una vez más, aquel lugar me había otorgado un recuerdo que valoraría durante toda mi vida. La magia del puente había surtido efecto. 

¡Hola a todos!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Hola a todos!

¿Qué os ha parecido este capítulo? Un poco simple, lo sé, pero me parecía extraño añadir nada más. Quizás porque el hecho de que Adrien y Ladybug tengan una conversación tranquila me parece un milagro jajajajajajaja.

En fin, pues con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!  

Noir, Bleu, CheveuxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora