Capítulo 66

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 —¡Gané la apuesta! Me debes algo.

—¡Ja! No. No tienes pruebas y al final no apostamos.

—¡Si que tengo y si que lo hicimos!

—Mentira.

—Verdad.

—¡Mentira!

—¡Verdad!

—¡Hipo!

—A mi no me preguntes. No preste atención a vuestra estúpida apuesta — le dije a Mérida.

—¡Mentiroso! Si que sabes de qué hablo. Y no es ni estúpida ni nada porque no hubo apuesta.

—Sí que hubo. ¿A que sí Jack?

Jack levantó la cabeza del móvil sin saber muy bien de qué hablábamos.

—¿Eh? — dijo este.

—Ves, ni Jack sabe de qué hablas. No hubo — repitió Mérida.

—Jack no es una fuente fiable. Y además eso lo dices porque has perdido la apuesta.

—¡Qué va! Lo dices tú porque crees haberla ganado.

Jack me miró confuso. Yo me encogí de hombros.

—A ver, a ver. Paz chicas — dijo Jack moviendo las manos — ¿Me quereis decir de qué habláis?

Hubo un corto silencio de apenas segundos en los que Mérida y Astrid se intercambiaron las miradas. Después las dos procedieron a hablar a la vez, lo que hizo que se volvieran a callar para decidir quién hablaba.

—A ver... — dijo Astrid antes de que Mérida abriera la boca — ¿Recuerdas la conversación de Uke y el Seme?

—Uf... — suspiré — no me gusta por donde va esto.

—Sí—respondió Jack.

—Pues yo dije que tu podrías ser Uke — explicó Astrid — Y Mérida dijo que nunca. Y pues...

—Y no hubo apuesta.

—¡Sí que hubo!

—Ei, ei... ¿Se puede saber a qué viene tanto jaleo?— preguntó Eugene que acababa de acercarse junto a Rapunzel a la mesa con dos coca colas en la manos — se os oye desde la barra.

—Tampoco es que este muy lejos— Jack miró la barra y comenzó a hacer cálculos en la cabeza — Unos 5 metros diria yo.

—Aun así no debería enterarse todo el bar — Eugene dejo una coca cola enfrente de mí.

Le di las gracias por traermela.

—Hey ¿Y mi Kalimotxo? — preguntó Jack.

—Que tonto eres— Eugene se sentó en su silla.

—Toma alcohólico — dijo Rapunzel dándole otra coca cola sonriente.

Jack se rió.

—Ya discutís como un viejo matrimonio eh — Comentó Rapunzel sentándose.

—Ella ha empezado— Mérida le dio un empujón suave a Astrid.

—Me debes algo — murmuró Astrid.

—Bueno pues entonces algún día te sorprenderé ¿Contenta?

—Sí...— Astrid sonrió.

Mérida agarró a Astrid de los hombros para acercarla y le dio un beso en la cabeza. Después miré a Rapunzel y a Eugene que estaban muy cerca el uno del otro y mientras Eugene le agarraba de la mano ella miraba con ternura a la parejita de lesbianas.

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