xvii.
Laila.
Mi padre, Julian, me jalaba con fuerza bruta de mi brazo izquierdo. Estaba más que segura de que amanecería con un gran moretón en este, —si es que despertaba la mañana siguiente—. Se estremeció ante aquel pensamiento, todo saldría bien. Tenía un plan y muchos amigos dispuestos a ayudarla, esperaba...
Mientras era arrastrada al auto, refunfuñaba y realizaba pataletas. Tenía la esperanza de que la tomaran en serio en aquella batalla, pero aún así, cuando ya ella se había visto muy útil y capaz de luchar la echaban de lado. Estaba bien con eso en aquellos momentos, tenía una solución a aquello. No dejaría que su mejor amiga muriera, ni mucho menos esperar sentada en mi habitación. Podía sentir ya la ansiedad que le recorrería si eso pasaría, como una llamarada justo en su pecho.
—Papá —se escucho diciendo entre todo el bullicio que en su alrededor se había formado. —Por favor deja que me quede, soy muy buena luchadora estoy segura de eso...
—¡Basta, Laila! No lucharás y listo —dijo mientras buscaba las llaves de su auto y miraba a su alrededor en busca de mi primo Antoine.
Como si no fuera suficiente...
Antoine nunca había sido su primo favorito, no lo odiaba claro está, pero no soportaba la rara manera con la cual solía comportarse cuando Halia estaba a su alrededor. Ella era como parte de la familia y nunca le ha dirigido la palabra a Antoine, pues como iba a atreverse si desde el primer momento que la vio decidió hacer de su vida imposible sin ninguna razón. Halia le tenía un pánico increíble, no soportaba estar cerca de él. Yo compartía el sentimiento, Antoine no es mi persona favorita como para conversar de forma amena.
—Papá, estamos hablando de Halia. No puedo irme y dejarlo todo a la suerte —farfulló soltándose del fuerte agarre de su padre en su brazo delgado. Lo miró directo a los ojos y no pudo evitar sentir una ira que la recorrió de pies a cabeza, con tanta fuerza que casi la hace caer.
La mirada que le devolvía su padre era una mirada de reproche, ¿es qué acaso él no entendía lo que es estar a punto de perder una mitad de ti mismo? Cerró los ojos por unos cuántos segundos, se vio tentada a gritar todos los improperios que recordaba. La impotencia la hacía sentir tan pequeña como una hormiga y tan insignificante como la basura. Sin que antes lo hubiera podido retener lágrimas salieron de sus grandes ojos amarillos, convirtiéndose de forma rápida e incontrolable en sollozos que rasgaban su garganta y la hacían toser.
—Laila cariño, por favor no llores...—susurró su padre el cual se acercaba a ella. La estrechó en sus brazos y como si no fuera imposible lloro mucho más. Los sollozos raspaban su garganta, le hacía arder los ojos y causaban dolor en su cabeza, mientras sentía que estaba llena de flema. Julian beso su frente. —No quiero perder a otra mujer en mi vida, Laila. Por eso te protejo de esta forma, no quiero que sientas que te estoy excluyendo.
» Algunas veces siento mucho miedo —dijo papá mientras movía un cabello rebelde que jugaba en mi frente detrás de mi oreja. —Se que te sobre-protejo demasiado, pero es solo para cuidarte. Hablaremos de esto luego, ahora hay una guerra en la cual tengo que pelear, ¿entendido? —levantó su dedo índice y con una sonrisita estreche mi meñique con el suyo.
—Te amo papá —Lo abracé de nuevo, sintiéndome protegida en sus fuertes brazos.
—También te amo, lobita —besó mi mejilla y revolvió mi cabello. Rodeé los ojos. —Nos vemos luego.
No espero una respuesta de mi parte ni mucho menos me dio tiempo de rechistar acerca de su decisión, era el jefe de la manda después de todo y él daba las órdenes.
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When The Sun Goes Down.
FantasyHalia Zondervan es una adolescente normal, o al menos intenta serlo. Toda su vida ha ocultado un secreto el cual ha aprendido a manejar muy bien. En la noche de la fiesta de bienvenida de la secundaria Halia ha sido atacada por un vampiro, cambiando...