xiv.
Jadeando llegue a la entrada del edificio donde vivía. Como era de esperarse Hades ya se encontraba allí, sonriendo y pareciendo desinteresado, obviamente, sin una pisca de cansancio cabe destacar. Rodando los ojos me senté en la pequeña banca que estaba en el jardín aspirando el olor a violetas y rosas que adornaban el lugar, relajándome de inmediato.
— Creo que he ganado — Hades se sentó a mi lado, riendo. Rodee los ojos.
— Solo te aprovechaste de que me encontraba cansada, eso es todo. En otra ocasión te hubiera pateado el trasero — Le sonreí de vuelta esta vez.
— Dejare que lo creas para no dañar ese ego de hadita que tienes, creo que ya entendí tu actitud de todos modos — Hades se encogió de hombros.
Arquee una de mis cejas, mirándolo con incredulidad. — ¿De que hablas?
— Quiero decir que las ninfas siempre son muy creídas, ya sabes, ya entiendo porque tu...— Lo interrumpí dándole un golpe en el brazo que estoy segura me dolió mas a mí que a él.
— Yo no soy una creída, el creído aquí seria otro — Me hice la ofendida sosteniendo la mirada de esos ojos azules, sin embargo, no pude evitar sonreír.
— Ya estas acostumbrada.
— Imposible no estarlo — Murmure.
Un silencio se hizo presente, mas no era un silencio incomodo, ya que nuestros cuerpos parecían estar hablando entre ellos, me sentía cómoda a su alrededor y ya eso era suficiente. En algunos momentos las palabras simplemente sobran y este vaya que es uno de esos momentos. Estaba comenzando a atardecer, el cielo estaba ahora en un degradado de color rosa, sin poder evitar observarlo me quede en una especie de trance. Casi olvidaba por completo todo lo que ha estado pasándome últimamente, casi me sentía una chica normal de nuevo. Que mal que algunas veces casi no sea suficiente. Luego de un largo rato fui sacada de mi trance debido a que Hades se había levantado ya.
— Debo irme, te hice una promesa, eso quiere decir que debería empezar a cotillear lo antes posible — Hades sonrió.
— Que te vaya bien entonces, chismoso — Sonreí, tomándole el pelo.
— No digo nada porque de verdad es tarde, pero ya tendremos una conversación — Me guiño el ojo. Su silueta desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Me levante de mi asiento con una repentina seguridad que me carcomía por dentro, mis pies se movían y no podía hacer más que obedecer, estaba siendo víctima de mi propio cuerpo. No me importo en lo absoluto. Como adormecida decidí cerrar los ojos y dejar de preocuparme por todo lo que estaba ahí afuera, ahora me perdería en cada paso que mis pies realizaban absortos a lo que mi cerebro quería hacer en realidad, como si tuvieran vida propia. Sonreí, suspire a los minutos un aire diferente lleno de flores, arboles, animales, vida y sobre todo tranquilidad, me relaje de inmediato. Estaba en el bosque, muy en el fondo siempre supe que mis pies me traerían aquí, por más que intentara huir de él siempre terminaba siguiéndolo. El bosque era mi hogar y mi cuerpo parecía saberlo. Me estremecí ante aquella revelación, frotando mi brazo izquierdo con mis manos, dándome calor.
Casi como conmovida y absorta mire a mi alrededor y me encontraba en un lago que no conocía muy bien pero sabía que era familiar, sabía que había estado aquí y el recuerdo del día en que estuve aquí por primera vez no tardo en llegar a mí, tal vez, demasiado fuerte, casi igual de fuerte que el dolor que atravesó mi pecho al recordar a mama.
— Mama, ¿Por qué me traes hasta acá? — Una Halia de diez años caminaba agarrada de la mano de una de las mujeres más bellas que he conocido, mi cabello estaba suelto y rebelde, adornando cada lado de mi rostro. Sonreí con ternura hacia la niña que era.
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When The Sun Goes Down.
FantasíaHalia Zondervan es una adolescente normal, o al menos intenta serlo. Toda su vida ha ocultado un secreto el cual ha aprendido a manejar muy bien. En la noche de la fiesta de bienvenida de la secundaria Halia ha sido atacada por un vampiro, cambiando...