chapter 2.

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ii.

Mis pesadillas —que sabría que tendría— estaban llenas de ojos dorados, colmillos, y sangre. Sin hablar de las veces en que moría, también. Dormir se me hizo demasiado difícil, pero de alguna manera saber que no estaba sola me ayudo un poco. Desperté muchas veces en la noche algo sudada y con lágrimas en los ojos, pero me obligaba a dormir de nuevo. No podía dejar que el miedo me controlara, y ya todo el mal había pasado. De hecho al saber que mi mejor amiga era una mujer lobo me sentía más que protegida. Abrí finalmente los ojos encontrándome sola en mi habitación. Era la más grande de nuestro pequeño departamento, y tenía diferentes tipos de flores esparcidas por la habitación, mis estantes cada uno llenos de libros estaban a mi izquierda. En la mesita de noche pude ver mi celular y el de Laila, con un esfuerzo mayor logre alcanzar mi celular, me sobresalte al ver la hora. Eran las 2:00 pm, no suelo dormir por tanto tiempo. Me estremecí al recordar los afilados dientes que trataron de matarme pero decidí que tendría que dejar de pensar en ello. El dolor de cabeza que tenia no me dejaba pensar demasiado, recordé mi primera resaca y este malestar se parece mucho a ello. Viendo las paredes blancas de mi habitación sentí el sonido de la puerta y pude ver a Laila entrar por esta con unas pastillas y un vaso de agua en la mano, en su mano izquierda tenía una pizza de Papa Johns, y me di cuenta lo hambrienta que estaba.

— ¡Wow! Luces como si hubieras tenido la peor resaca de tu vida — Me tendió las pastillas y el vaso de agua, los cuales no sé como hizo para traer y las bebí de inmediato.

— También me siento como si hubiera tenido la peor resaca, lo juro — Cerré los ojos por un momento.

— Tío Lucian dejo una nota en la cocina con dinero, la nota decía "Compren pizza, las quiero". Amo a tu padre — Laila sonrió y se sentó a mi lado abriendo la caja de pizza.

El olor a pizza inundo mis fosas nasales, y no dude dos veces en agarrar un pedazo, los pedazos de piña le dieron el sabor dulce a la pizza y un gemido salió de mi boca. No me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que empecé a comer. Laila llevaba casi 4 pedazos cuando yo ya había acabado el segundo.

— ¿Eso de comer mucho tiene que ver con tu licantropía? — Vi la sorpresa en sus ojos, hasta que recordó los acontecimientos de la noche anterior.

— Tenemos muy buena digestión — Se encogió de hombros.

— ¿Por qué no me lo habías dicho? Pensé que sabíamos todo acerca de la otra...

— Papa nos dijo a toda la manada que no podíamos decirle a nadie acerca de nosotros, yo...no quise desobedecer — Sonrió, pero la sonrisa no llego a sus ojos. Descubrí que no quería mentirme.

— ¿Tu papa es el jefe de la manada? — Mi sorpresa la hizo reír un poco. El siempre había sido serio y centrado en lo que quería y el respeto por todos en su hogar era notorio, ahora entendía el porqué.

Terminamos la pizza y estuve absorta al mundo real por unos minutos, y me sentí realmente mal por juzgar a Laila y reclamarle por haberme ocultado su secreto cuando yo estaba haciendo lo mismo. Luego de que ella decidiera decirme la verdad yo supe que tendría que decirle lo que era capaz de hacer pero no estaba segura de ello todavía, quiero decir, se lo diría, pero no estaba preparada para hacerlo. Tal vez podría mostrarle lo que podía hacer o algo así.

— Tenemos que ir a casa, tengo que decirle a papa lo que sucedió — Laila se levanto y recogió su teléfono celular para verificar la hora.

— Está bien, pero deja que me bañe al menos — Murmuré.

Me levante y me dirigí al cuarto de baño, al ver mi reflejo en el espejo descubrí que lo que había dicho Laila era completamente cierto, pareciera que hubiera tenido la peor resaca de mi vida, mis ojos miel estaban rojos e hinchados y las ojeras bajo estos no ayudaban con mi aspecto. Mi largo cabello castaño estaba enmarañado, más de lo que habría podido controlar. Mi cabello era rebelde, lleno de rulos bien marcados, no tenia amigas que fueran chicas a parte de Laila, pero Peter siempre dice que la razón por la cual las chicas me odian es por mi cabello, no estoy de acuerdo con él en absoluto, pero trato de mantener mi cabello lo mas recogido posible. A parte de mi cabello, la otra cosa que me hacía sentir fuera de lugar era mi color de piel, no era exactamente como la piel blanca de las demás chicas. Mi piel era morena, pero no era muy oscura tampoco, nunca deje que eso me hiciera sentir inferior ni diferente, porque de todos modos mi color de piel no definía quien era. Fui a la regadera y abrí la pequeña cascada artificial, dejando que cayera por todo mi cuerpo, relajando mis músculos. Dure unos 20 minutos cuando recordé que Laila estaba esperándome y salí rápidamente de la ducha.

When The Sun Goes Down.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora