2| Mañana de resaca y... ¿Nuevos vecinos?

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Él

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Él.

Me levanté de la cama aturdido por la noche anterior.

La fiesta de 'Fin de verano' había sido impresionante. Las gemelas Stoll se habían superado. Y eso que ellas hacían unas fiestas realmente sorprendentes.

No recordaba cómo había llegado hasta mi habitación. La cabeza me daba vueltas debido a que ayer seguramente infringí uno de mis códigos personales y me pasé con la bebida.

Me levanté de la cama sintiendo un dolor de cabeza horrible debido a la resaca. Miré la hora en mi móvil. Las doce del mediodía. ¿Cuánto había dormido?

Logré ponerme en pie pero un retorcijón en el estómago me impidió avanzar. Por algo tengo un código para no pasarme con la bebida. He tenido malas experiencias. Mejor no hablemos de ello.

Casi arrastrándome conseguí bajar a la cocina donde se hallaba mi madre preparando la comida.

-¿Qué tal dormiste cielo? -preguntó mientras troceaba las verduras. Observé una pequeña caja de bombones en la encimera y fruncí el ceño.

-¿Algo que quieras contarme? ¿Quién fue esta vez? -pregunté cortante. Ella se giró mirándome fijamente.

-¿Ya gruñón desde por la mañana? -preguntó divertida.

-No me respondas con otra pregunta, sabes que lo odio. -dije serio, haciendo un pequeño movimiento con la cabeza para que notara que hablaba de los bombones.

-Ah eso... -dijo pensativa. -Se ha mudado una familia a la casa de al lado y quería ir a darles la bienvenida. Pero ya que te has levantado y has sacado el tema, ¿por qué no vas tú?

-¿Nuevos vecinos? -pregunté en tono cansado. No sabía como tomarme eso. Los antiguos vecinos habían sido un matrimonio de ancianos gruñones que se quejaban al más mínimo ruido.

-Si, se han mudado desde San Francisco, y quiero que se sientan como en casa. Es muy duro dejar tu antigua casa, familia y amigos. Ya lo sabes.

Sí, si que lo sabía. Cuando vivía con mi padre había tenido que mudarme varias veces por lo que no tenía casi amigos. Fue al decidir vivir con mamá cuando la cosa cambió. No solo con mis amigos, sino que también con mi padre. Una semana después de haberme mudado con mi madre, él desapareció. Y lo peor de todo es que ni siquiera se dignó a despedirse. Yo tenía ocho años y aunque haya pasado mucho de aquello, sigo dolido.

-Así que haz el favor y llévales los bombones. -añadió mientras me entregaba la pequeña cajita en forma de óvalo. Sonreí, mi madre siempre había sido una mujer muy amable con todo el mundo. Casi nunca se enfadaba. Sabe que salgo a menudo de fiesta y conociendo lo que podemos llegar ha hacer los adolescentes, me dejaba salir y nunca pone pegas. No porque me tenga miedo o algo parecido, sino porque ella también ha tenido mi edad y ha pasado por cosas como estas.

Acepté la caja y me dirijí a la puerta. Sí, todavía seguía llevando la ropa de ayer en la fiesta. Y para mi sorpresa no estaba tan sucia y arrugada.

-Vuelvo ahora. -dije al salir. Caminé unos pasos cuando vi a un señor sacando, o al menos intentando sacar, un sofá de lo que parecía ser un camión de mudanzas. -¿Quiere que lo ayude? -pregunté.

-Bueno... si insistes. -dijo con una media sonrisa. Y cogí el sofá por el otro extremo para ayudarlo a bajarlo. -Gracias chico. Oh... por cierto soy George -dijo ofreciéndome la mano tras secarse con el brazo un poco de sudor de la frente. Parecía amable comparado con los antiguos vecinos. -Nos hemos mudado aquí desde San Francisco.

-Un placer Señor George. Yo soy Jacob. Vivo en la casa de al lado, venía a darles la bienvenida...

-¿¡Papá, necesitas ayuda!? -me interrumpió una voz.

Una chica salió de la casa. Parecía ser más mayor que yo. Tenía el pelo negro y los ojos azules.

Detrás de esta, salió otra, diría que de mi edad. Ésta era pelirroja y parecía tener los ojos verdes. Me quedé mirándolas un rato hasta que me encontré con los ojos de la pelirroja.

Tenían un verde esmeralda y brillaban por la luz del sol, lo cual los hacían más interesantes. Vi como la chica de pelo negro la daba un codazo.

-Auch -se quejó la pelirroja. Se miraron durante un rato hasta que la pelirroja volvió a decir cortante -De ninguna manera.

Las miré divertido ante su pequeña conversación gesti-visual "si existe esa palabra". Debían ser hermanas. Aunque no se parecían mucho. La chica de pelo negro se parecía al señor George, aunque era la chica pelirroja la que tenía sus ojos.

-Muchacho. -dijo el Señor George. -Estas son mis dos hijas, mi esposa está dentro, no se si saldrá, pero la conocerás pronto. -sonreí asintiendo. -Chicas. -dijo esta vez dirigiéndose a ellas. -Él es Jacob, el vecino de al lado.

-Hola. -dijo la chica de pelo negro estrechándome la mano. -Soy Stephany, aunque si quieres me puedes llamar Steph. -añadió sonriente.

-Jacob, encantado. -dije aceptando su mano. Dirijí mi mirada hacia la pelirroja de nuevo.

-Yo...yo soy Bethany, su hermana. -dijo señalando a la pelinegra con la cabeza. -Encantada. -añadió mirándome fijamente.

-Esto... es para vosotros...emm...¿vosotras? ah... -¿estaba titubeando? No, imposible. -los ha comprado mi madre. Quería que os sintiéseis a gusto vuestro primer día aquí. -la pelirroja, digo... Bethany, sonrió sin apartar la mirada.

Yo tuve que bajarla o de lo contrario empezaría a titubear de nuevo. Sus ojos esmeralda desprendían tanta intensidad que habrían podido intimidar a cualquiera.

-Wow, gracias. -dijo cogiendo la pequeña cajita fingiendo entusiasmo. Al hacerlo rozó sus dedos con mi mano, por lo que la miré de nuevo. Ella también debió de darse cuenta pues se apartó rápidamente con una sonrisa nerviosa en el rostro. -Tu madre debe de ser una mujer encantadora.

-Si...ya la conoceréis. Ella no ha podido venir porque estaba haciendo la comida. Lo que me recuerda que debería irme. Lo siento Señor George.

-No te preocupes Jacob, entre Beth y Steph podremos cargarlo. Pero gracias por tu ayuda. Ah, y llámame James.

-¿James?

-Si, me llamo James George Williams. La gente cercana me llama James. Y me da la impresión de que tú estarás pronto en ese montón. -alzó las cejas con gesto divertido mirando a la pelirroja quien abrió sus ojos como platos mirando con nerviosismo hacia otro lado. Pude ver como el rojo subía a sus mejillas. -Gracias de nuevo Jacob.

-No hay porqué darlas. -dije sonriendo. -Que pasen un buen día. -Bethany volvió a centrar su atención en mi.

-Gracias. -respondieron los tres al unísono y me di la vuelta encaminándome hacia mi casa.

-Ah y Jacob...-dijo Bethany sonriendo. -dale las gracias a tu madre de mi parte. -Sonreí.

-Tranquila, lo haré en cuanto llegue. -dije aún sonriendo, y ahora sí definitivamente volviendo a casa.

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Editado

 La Pelirroja de mi VecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora