El mismo sabor en cualquier vida

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El mundo no se estaba quieto, temblaba; temblaba como una frágil hoja a merced del despiadado viento. Una mancha roja se deslizaba como ameba a un lado de mi cabeza, manchando de carmesí la nieve sobre la que descansaba, toqué el líquido con un dedo pálido, y pude darme cuenta de que era sangre, mi sangre; era yo la que temblaba como una hoja a merced del viento; era yo la que empezaba a perder de vista la luz del mundo; el crepúsculo se cernía sobre mi, y los brillantes y bellos colores de éste no le eran visibles a mi ojos; solo podía distinguir una oscuridad, profunda y creciente, que se apoderaba lentamente de mi ser.

Henry, he hecho todo lo que he podido... mi propia voz dentro de mi cabeza sonaba como un susurro, un frágil hilo a punto de soltarse

Te... quiero... cerré los ojos, dándole a la oscuridad el placer de vencerme.

Dos semanas antes...

El sonido infernal de esta camioneta mientras entraba al estacionamiento del instituto me hizo preguntarme si alguna vez en su mecánica existencia había ronroneado como gatito. Suspiré ignorando los ojos de quienes habían volteado; no era mi primera vez en el instituto, y a pesar de que la mayoría nos conocía a mí y a mi viejo bebé, cada año parecía hacer mas ruido que el anterior; me dolía, pero mi bebé me estaba abandonando lenta y agonizantemente. Cerré con un estruendoso portazo y la quienes se me había quedado mirando me sonrieron y saludaron con la mano; les devolví tanto la sonrisa como el saludo y me ajusté la mochila al hombro. Guardé las llaves del auto en algún bolsillo de mi mochila y emprendí marcha hacía el instituto acomodando mi blusa azul.

Por fin último año... pensé que no te acabarías nunca, instituto. Llevé tras mi oreja un mechón de mi lacio cabello castaño, cosa inútil pues un chico que pasó corriendo a mi lado me dejó con la melena balanceándose frente a mi rostro.

- ¡Lo siento, Emma! - apenas si se volteó para hablar, y preferí que mirara adelante.

- ¡Fíjate en tu camino, Tom! - lo dije con una sonrisa, sin ánimos de parecer brusca o mostrarme violenta, solo quería evitar que derribe a alguien.

Me arreglé el cabello y apuré el paso para cruzar la calle, aunque al notar que se trataba solo del autobús me fijé en la ventanilla del conductor.

- ¡Hola, Joanne! ¿Que tal con el autobús? - los ojos negros de la mujer se achicaron y diminutas arrugas se formaron junto a éstos; su piel oscura era una maravilla, nunca se notaba ninguna imperfección en su rostro; parecía chocolate líquido, siempre brillante y cremoso

- No es lo mismo sin ti, Emma - los chicos bajaban del autobús sin demasiada prisa por llegar a clase.

- Que bien mientes... - negué lentamente con la cabeza mientras me cruzaba de brazos; ella se estiró buscando ver mi mano.

- ¿Ese novio tuyo aun no te regala un anillo o qué? - su voz se volvía bonachona de repente, como de esos barrigones que venden dulces y siempre tienen las mejillas rosadas; sin embargo al sentir ese calor subir por mi rostro, pude adivinar que la de las mejillas rosas, ahora mismo, debía ser yo.

- Solo tenemos 18 años... que cosas dices - desvié los ojos hacia el piso, y recogí mi cabello tras mi oreja una vez más.

- Si yo fuera él, cariño, no esperaría demasiado...

- Quieres que precipite las cosas... ¡eres mala influencia, Joanne! - ella se echó a reír con ganas y se preparó para cerrar la puerta del autobús.

- Nos vemos luego cariño, que tengas un buen día - la despedí con la mano pues ya estaba avanzando, y crucé por las grandes puertas de piedra; "Instituto Bends" estaba gravado en ellas, y por ser principio de año se leía perfectamente, no había grafiti y todo brillaba con aires de nuevo; no es que el pueblo estuviera lleno de delincuentes, pero el mismo clima era quien llenaba de plantas o moho a cualquier cosa a merced de la usual lluvia. Desvié los ojos a la fuente, y al no notar ninguna cabellera roja por las cercanías dejé mi mochila junto a mi pie y me senté para llamar a Charlotte.

- ¡BUUU! - unas manos se posaron sobre mis hombros inclinándome hacia atrás; fue más el vértigo y el miedo por caer al agua los que me hicieron saltar, y no esa voz familiar, como siempre, tratando de sacar el miedo dormido en alguna parte de mi cuerpo

- ¡Charlotte!... deja de hacer eso.

- Pero te asusté, ¿o no? - su corta melena brilló roja, aunque con movimientos delicados como la llama de una vela cuando el tímido sol se posó sobre ella; su sonrisa marcaba sus hoyuelos, y mi amiga sería completamente hermosa si no fuera por ese aire burlón en su rostro.

- No, fue la promesa de agua fría la que lo hizo - la miré con ojos fríos, sin embargo y como era usual, ella me ignoró.

- Lo que digas... oye, ¿has visto ya al nuevo? - sus ojos grises brillaron de repente con curiosidad cuando se inclinó sobre la fuente y acercó su rostro al mío - es guapísimo, de hecho toda su familia... podrías hacer algo así como escribir una historia sobre él en el periódico... toda una nueva sección, "la bienvenida" - extendió sus manos en el aire visualizando una marquesina, luego sus enormes ojos me miraron con expectativa; en cualquier ocasión me hubiera parecido una tontería y hubiera puesto los ojos en blanco ante sus constantes intentos de abusar de mi papel de editora del periódico para acercarse a cuanto ser vivo se le antojara, pero esta vez me pareció hasta una buena idea. Había escrito muy poco durante el verano, y me empezaba a preocupar, necesitaba mas historias en mi portafolios para la universidad, necesitaba inspiración - y luego me lo presentas - me guiño un ojo, sabía que diría eso tarde o temprano - ¿que te pasa Emma? - su rostro cambió en un parpadeo, arrugó el ceño y su voz se volvió baja, como si le hablara a un niño.

- Nada nuevo... solo que... ya sabes, sigo teniendo estos sueños extraños - negué con la cabeza; podía estar hablando de cualquier tema, pero esa sombra borrosa de mi sueños siempre estaba presente, especialmente durante las mañanas.

- Uy... ¡me pido ser tu intérprete de sueños! ¿Son sueños de besitos? Dame detalles.

- No todo el mundo es tan pervertido como tu, ¿sabes? - podía sentir el calor en mis mejillas de nuevo, y entrecerré los ojos para mirarla con una mezcla de reproche y diversión - te ves mona hoy, ¿ropa nueva?

- Tu que crees... - dijo como ausente mirando hacía el vacío de la entrada - todo esto es por tu novio, ¿a que si? - volteó hacia mi de repente, leyendo absolutamente todo en mi rostro. Josh. Todavía no lo he visto...

De tanto en tando durante el verano había tenido sueños extraños, solo eran sombras tenebrosas moviéndose sobre mi cabeza, mutando de maneras extrañas, tragándome a mi o a Charlotte. Josh aparecía como héroe con capa, pero al final despertaba agitada, envuelta en sudor y habiendo perdido a mis mejores amigos en mi inconsciencia.

- ¿Como lo sabías? - mi voz era un hilo, y ni siquiera me digné a mirarla a la cara.

- Deja de obsesionarte o vas a volverte loca, Emma - apenas si levanté los ojos, la miré como te miraría un cachorro al que estás a punto de echar a patadas del cuarto. Trató de mantenerse seria, pero al final no lo soportó, sonrió y me abrazó con fuerza, haciéndome sentir que me partiría en dos.

- ¡Rayos, te eché mucho de menos! Las vacaciones fueron geniales pero me faltaba mi mejor amiga en la playa. Anímate, ¡que viva el último año! - me miró sin soltarme y le dediqué una sonrisa - bueno, tengo que organizarme antes de clase.

- Trata de que tu taquilla no se te venga encima, ¿si?

- Deséame suerte - cruzó los dedos y se levantó; cuando sentí mi mochila junto a mi pie me dije que debería de hacer lo mismo. En Bends no éramos muchos, habían taquillas de sobra, así que no había necesidad alguna de cambiarlas, es por eso que al final terminabas olvidando varias cosas dentro de éstas. Me cargué la mochila al hombro de nuevo y me preparé a ver que tesoros habían estado esperándome todo el verano.

El mismo sabor en cualquier vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora