Oscuridad. Ni siquiera esa veta delgada de luz que entraba por la puerta me permitía ver más allá de la punta de mi nariz, el lugar era un agujero negro que absorbía por completo la luz. Di un paso al costado buscando algún interruptor en la pared, que según me dijeron mis manos era de piedra, pero un grupo de velas se encendieron una tras de otra, como una fila de dominós en reversa, levantándose en lugar de derribarse. La escasa luz temblorosa tampoco reveló mucho, solo habían manchas de humedad en las paredes y sombras que brillaban con tonos dorados, supuse que eran estatuas con figuras parecidas a las de elefantes y perros, sujetaban una hoz en una mano y un bastón en la otra.
De nuevo, esas estatuas tenían un aire muy egipcio. Habían estantes llenos de figuras raras; pirámides, frascos con contenido incierto, rocas, cristales y cruces egipcias. Un escritorio con tinta y pergaminos estaba junto a una pared y un sillón a su lado. Su aspecto victoriano lo hacía desentonar con el resto del cuarto, era una época colándose dentro de otra. Fue esa la razón que hizo que llamara tanto mi atención.
Revisé de reojo los pergaminos, con miedo a mancharme de tinta; aunque si tomé un par de viejas fotos y me acerqué a un grupo de velas para examinarlas. Habría sido tomada en los años 20, estaba en sepia, pero podía imaginarme los colores. En ella se veía a una mujer joven y probablemente rubia, con un largo vestido del mismo tono que su cabello, una boa de piel blanca y una pluma que resaltaba sobre su cabello, ella se colgaba de un joven de cabello oscuro, alto y delgado que llevaba unos pantalones claros y tirantes a juego, la camisa arremangada, sujetaba su chaqueta por sobre su hombro y su otra mano la envolvía a ella, quien a la par tenía una pierna envuelta al rededor de él. El joven miraba a la cámara por debajo del ala de su sombrero, pero a ella la lente parecía no importarle. El resto de las fotos eran siempre de ellos dos en distintas posiciones, varias besándose. Los observé a ambos por un largo rato, buscando el porqué de que ellos estuvieran en este cuarto, no se parecían a Judith en nada, ninguno de ellos, aunque... si... esa chica podía ser la copia de Catherine, pero la foto era tan vieja... ella podía ser Catherine si tuviera por lo menos 90 años... foto tras foto que pasaba me parecía reconocerla mas, era Catherine... era Catherine besando a... Henry.
De repente entendí por qué Henry no quiso venir aquí, y la verdad surgió delante de mi. Catherine era como Henry... ¿sería Judith... ?
Me sentí enferma, pero rápidamente ese sentimiento mutó hasta convertirse en rabia. Henry seguía ocultándome cosas, pero eso ya no era novedad, todos me ocultaban cosas, hasta Charlotte... descubrir que mi mundo conocido era poco menos que una pantalla me hinchó de enojo como un globo. Nada nunca había sido normal. Todo era una mentira.
Todo.
Incluso yo.
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El mismo sabor en cualquier vida
VampireEl mundo no se estaba quieto, temblaba; temblaba como una frágil hoja a merced del despiadado viento. Una mancha roja se deslizaba como ameba a un lado de mi cabeza, manchando de carmesí la nieve sobre la que descansaba. Toqué el líquido con un dedo...