Abrí los ojos, sorprendiéndome más por las pestañas largas que vi enmarcando éstos que por la falta de luz que me rodeaba. Sentía el cuerpo pesado, y estaba desparramada en el suelo, como si me hubiera desmayado, de hecho, creo que me desmayé… ¿no estaba yo en la clase de ciencias?
Me levanté con cuidado para no marearme y observé todo a mi alrededor ahí sentada sobre las frías piedras de la entrada, me dolía la parte trasera de la cabeza, el hombro y el lado derecho de la cadera, sí me había desplomado en el suelo, ¿pero dónde estaba? Miré hacia arriba y procuré de levantarme, buscando leer una pancarta en el arco de piedra de la entrada “Bienvenida clase del 59”… ¿59?
- ¿Hola? ¿Hay alguien? – no me animé a gritar, pero mi voz era lo suficientemente alta para ser oída ¿por qué el instituto parece… nuevo? cada vez entendía menos lo que estaba pasando, y una puertecita en mi cabeza se abría más y más, dejando salir al gato curioso.
Fui adentrándome en el patio y como siempre hacía cuando entraba al instituto, fui hacia la fuente; me incliné sobre el agua y di un salto hacia atrás ante mi reflejo, cayendo sentada, de nuevo sobre las rocas del piso, y sintiendo un dolor agudo en la parte baja de la espalda, tomé un mechón de mi cabello con las manos, sin poderme creer lo que estaba viendo. En esa fuente había visto a una muchacha pálida, con apariencia de muñeca, de labios rosas y en forma de corazón, mi melena castaña había sido reemplazada por una larga y rizada cabellera rubia. Me quedé hipnotizada ante mi brazo, la manga que lo cubría empezaba a nivel de mi codo, y era un guante sin dedos color coral, miré mis piernas, cubiertas por altas medias del mismo tono que mis mangas, además llevaba una falda corta y con vuelo exagerado, mi blusa tenía la iniciales del instituto… ¿era esto un uniforme de porristas?... no recordaba que fuera así en el último juego de fútbol, lo que llevaba puesto era tan anticuado...
Acomodé mis piernas como para levantarme y escuché un crujido de papel, acababa de pisar un trozo cortado de forma irregular, arrugado y manchado, pero escrito con letra manuscrita y perfecta:
“¿ves el camino de rosas? Te estaré esperando al final."
¿Esa nota era para mi?... ¿quien la escribió?... ¿que rayos estaba pasando aquí?... mis ojos se fijaron en manchas de terciopelo color carmesí, salpicadas a lo largo de un sendero hacia las profundidades del patio.
- Esto tiene que ser un sueño – negué con la cabeza, pero mis pies ya habían empezado a avanzar por el sendero. Los faroles aparecían muy espaciados entre los árboles, y casi lo único que veían eran sombras o siluetas borrosas a contra luz. Un cuadrado blanco en el piso llamó mi atención. La misma letra manuscrita de la nota anterior.
“Solo unos pasos más y volveremos a estar juntos."
Solté un suspiro y miré hacia adelante, hacia donde se extendían las rosas, formaban una curva y terminaban en un espacio entre los muros y los árboles mas enormes del instituto. Moví los pies con suma cautela, buscando no hacer ruido al caminar, pero una mancha en el suelo distinta a las demás llamó mi atención, no era una rosa, eran gotas, gotas oscuras y cada vez mas grandes. Miré al final del pasillo y me horroricé al ver un hilo de sangre arrastrarse entre las rocas y me lancé a la carrera hacia allí.
- ¡Henry! – el chico estaba tendido en un charco, que crecía como si fuera una criatura viva. Me obligué a salir de la parálisis en la que entraron mis músculos y de un salto llegué a su lado. Me arrodillé y con delicadeza tomé su cabeza y la apoyé en mi regazo, buscando con los dedos el pulso en su cuello.
- Peggy – reaccionó ante mis manos, aunque no me miró y su voz era apenas un hilo… ¿Peggy? – corre, aun esta aquí.
- ¿Quién es Peggy?... soy yo, Emma – mi voz temblaba, y mi respiración que comenzaba a agitarse no ayudaba – ¿que pasó? ¿Quién te ha hecho esto? – los ojos me escocían, y me concentré para no opacar mi vista con el brillo vidrioso de unas lágrimas.
- Te quiero. Recuérdalo… siempre. – su mano alcanzó la mía, y la apretó cayendo a un lado enseguida. Me congelé. Tardé valiosos segundos en reaccionar.
- ¿Henry? – sentí un cosquilleo en la mejilla, mientras una gotita salada resbalaba por ella – ¡Henry!... Henry, por favor… - levanté los ojos de golpe cuando una sombra se movió delante de mi. Una figura alta, de pelaje oscuro, ojos rojos como la sangre y enormes cuernos de carnero en la cabeza me observaba desde la semi oscuridad, una luz azul empezó a crecer hacia un lado de éste y luego salió volando hacía mi. Me lancé sobre las rocas para esquivar lo que sea que hubiera sido eso y me levanté para escapar. Me costaba respirar y apenas si podía ver, sin embargo avancé a trompicones lo más rápido que pude, lanzándome al piso y escondiéndome tras árboles cada vez que oía un zumbido venir hacia mí.
Llegué a la fuente y salté dentro de ella, buscando apagar las llamas que se habían encendido en mi ropa al rozarme una de esas bolas de lo que sea, salí casi a gatas y choqué contra la puerta del instituto, cuando recordé como usar la perilla entré y la cerré detrás de mí. Un grito se escapó de mi garganta cuando sentí en la espalda el ardor de una de esas bolas, y la puerta prácticamente se hizo cenizas cuando salí corriendo hacia el interior del edificio. Pensé hacia donde ir, donde esconderme… ¿acaso había algún lugar seguro aquí?
Mis pies avanzaban solos, resbalando por las baldosas de los pasillos en cada curva que daba, parecía estar sola, pero podía sentir a aquel monstruo esperándome, tendiendo una trampa para acorralarme como a una rata. Di otra vuelta y me encontré de lleno con aquella sombra maligna, una enorme bola de fuego azul se encontraba entre sus manos y me lancé a un lado para esquivarla, me quemó la pierna con suma facilidad y abrió un enorme hueco en la pared por el cual me arrastré mientras el humo se disipaba, estaba en el aula de ciencias, totalmente oscura, excepto por las cenizas que aún ardían. Pensé en acurrucarme en un rincón, pero un par de ojos rojos se abrieron en la oscuridad, obligándome a escapar por la salida mas cercana, cerré con un portazo tras de mi y seguí corriendo por el pasillo más alejado del instituto, bolas de fuego volaban aquí y allá, cayendo en todas direcciones cerca de mi, no estaba tratando de matarme, estaba dirigiendo mi camino. Me cubrí la cabeza con las manos y entré por la puerta mas cercana, ni siquiera distinguí donde estaba, solo pude ver un relámpago azul salir de detrás de mi y un hoyo abrirse en la pared. Salté hacia él desesperadamente cuando me asustó la cercanía que me llevaba mi perseguidor.
Ahora me encontraba en el último pasillo, en el fondo del edificio, estaba acorralada y no veía nada a mi alrededor. Encontré una pesada puerta en la pared, así que entré y cerré la puerta tras de mi, fui hasta un rincón detrás de una caldera y me acurruqué ahí, buscando normalizar mi respiración. Me cubrí el rostro con la manos y sentí una sustancia viscosa, entonces lo recordé, me había manchado con sangre; sangre de Henry… No entendía que estaba pasando, solo sabía que no estaba en mi cuerpo, Henry estaba muerto, y un demonio me estaba persiguiendo… no, todo esto es un sueño… los golpes duelen y las quemaduras arden, pero esto es un sueño… vamos Emma, concéntrate en que esto es un sueño.
Había cerrado los ojos, así que no lo vi venir, lo último que supe era que me levantaban en el aire por el cuello, mis pies pataleaban en la nada buscando zafarme y conseguir oxígeno. Pude ver a aquella criatura a los ojos, ojos vacíos y profundos, con un brillo rojo de la mas pura maldad. Sus piernas eran las de un carnero, y su torso el de una persona: una mujer, tenía una cabellera plateada y larga, y una uñas inmensas y negras, pude comprobar que eran tan duras y tan afiladas como el metal cuando las hundió en mi vientre, haciéndome soltar de golpe todo el poco aire que quedaba en mis pulmones.
Me liberó y caí al suelo rota como una muñeca, podía ver mi nueva melena rubia mancharse de sangre, sentí un vacío, una brisa soplar contra los hoyos que tenía en el vientre y ahora solo podía ver oscuridad y el brillo de sus ojos rojos desaparecer poco a poco.
Tu serás la siguiente, Emma.
Me senté de golpe y tomé tanto aire como me lo permitieron los pulmones, terminé atragantándome con mi propia saliva. El mundo empezó a dar vueltas y podía oír mi sangre mientras corría en las venas tras mis oídos. Temblaba de pies a cabeza como una hoja, pero sabía en donde estaba, había despertado en la enfermería, mi cuerpo de nuevo era el mío… todo había sido un sueño, lo sabía… pero, ¿que significaba todo aquello?... siempre había tenido sueños raros, aunque el peligro nunca había sido tan claro en ninguno. Nunca había sentido miedo real, nunca habían conseguido matarme, ni me habían amenazado... ¿porqué Henry había estado en mis sueños?
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El mismo sabor en cualquier vida
VampireEl mundo no se estaba quieto, temblaba; temblaba como una frágil hoja a merced del despiadado viento. Una mancha roja se deslizaba como ameba a un lado de mi cabeza, manchando de carmesí la nieve sobre la que descansaba. Toqué el líquido con un dedo...