Se llevó el secreto a la tumba.

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Dos días.

Solo 48 horas habían pasado desde mi encuentro demasiado cercano con la muerte, y de igual forma había terminado en el cementerio. Conocía a Joanne desde niña, había sido mi amiga, la acompañaría hasta el final sin importar si hubiera tratado o no de llevarme con ella.

Aparqué el auto y suspiré profundo. Observé el cementerio, los autos a mi al rededor, mi cuerpo no sentía nada mas que la paz lúgubre propia de este lugar, mis oídos no percibían nada, pero en mi mente había un coro de murmullos, provenientes de los asistentes al servicio. Me fijé en una macha café, achocolatada y peluda que me miraba agitando pausadamente la cola. Le sostuve la mirada unos segundos, pero cuando busqué la manilla de la puerta, el gato se alejó corriendo, ¿me tenía miedo?... no podía culparlo, pero aún así me sentía herida; casi me aplastan por salvar a ese animal, y luego éste me rehúye… tonto gato.

Cerré la puerta del auto y con paso lento empecé a avanzar hacia el interior del cementerio, al cruzar los portones ya podía divisar a un grupo de sombras, la mayoría estáticas, rodeando un hueco, pero una solitaria se acercaba hacia mi sin apuro, al menos hasta que me vio. Josh se apuró a alcanzarme, y pasó un brazo sobre mis hombros, normalmente hubiera pasado mis brazos por su cintura, pero algo dejó bien en claro, que ni él ni yo estábamos en un momento “normal”.

- ¿Te encuentras bien? – me había pasado días pretendiendo que todo iba de maravilla, los dos sabíamos que era una mentira, pero el tono tan cálido de su voz no me permitió hacer otra cosa sino ser simpática. Asentí y esbocé una sonrisa.

- Estoy bien

- Me cuesta creer que casi te pierdo – apoyó su frente contra la mía, y enseguida se alejó un paso, llevando las manos a los bolsillos – ¿Charlotte estaba contigo?

- Llegó luego, ella siempre aparece cuando la necesito… - asintió inconscientemente, inmerso en sus propios pensamientos.

- Y Henry siempre está cuando pasa algo raro o peligroso… - levanté los ojos con el ceño fruncido.

- ¿Charlotte ya te contó su teoría?

- Hay algo en ese tipo que me da mala espina.

- Siento lo mismo cada vez que veo a Rose – me planté y casi escupí aquellas palabras, pero si íbamos a ir por ridiculeces tenía que sacar ese punto. Además, en una batalla de celos, yo tenía las de ganar – ¿la has visto últimamente? – la sorna en mi voz era evidente. Josh bajó los ojos un segundo, y volvió a mirarme luego de suspirar.

- No voy a mentirte, fuimos a tomar algo – y es que no puedo dejar de pensar en Rose.

Ante ese argumento, no pude hacer más que asentir, y me sorprendí al descubrirme… tranquila. Era como quitarme un peso de encima… sería por confirmar una sospecha.

- Solo pasé un minuto… debo ir al cumpleaños de mi hermano. Intenta que no te maten, ¿si? – sonrió de lado y besó mi mejilla antes de alejarse. Apenas si levanté los ojos, tenía mucho en que pensar, sobre todo en por qué me importaba tan poco haber escuchado que le gustaba Rose.

Lo siguiente que supe fue que Josh se marchaba, oí sus pasos alejarse sobre los adoquines del sendero y produje los propios al caminar hacia el grupo de sombras que había visto al entrar. Caras conocidas empezaron a rodearme a medida que me acercaba, chicos y personal de la escuela, además de los que seguro eran los parientes de Joanne. De repente me sentí ajena, sentí como que no tenía un verdadero derecho a estar ahí, esas personas conocían a Joanne mucho mejor que yo.

Las voces de los presentes se entremezclaban en mi mente, algunas simplemente estaban tristes y decaídas, otras sin embargo estaban aquí por información, podía sentir la suspicacia hasta en sus pensamientos. El oficial de policía barajaba teorías sobre qué pudo haber pasado, según sus informes no había rastro de drogas o alcohol en su cuerpo, tampoco signos de violencia… no quería creer que hubiera sido adrede, trataba de tranquilizarse pensando que había sido un accidente en si, que se había quedado dormida, o algo. Un chico con un cabestrillo, que evidentemente había estado en el autobús, tenía una teoría: Joanne no era ella misma, no tenía control sobre sí. Pensó en la palabra “vudú”, luego oí “chamán”… en Washington hay muchos pueblos indígenas, y yo sabía que Joanne pertenecía a uno... pero ¿chamán?... observé el ataúd, esa madera pulida perfectamente, este lugar tan pacífico que llegaba a ser aterrador... de un momento a otro, las cosas que tenía por seguro en la vida dieron un vuelco... y si esta mujer a la que conocía desde niña había sido una chamán ya no sabía en que creer, ya no lograba diferenciar la realidad de la ficción.Incluso dudaba que hubiera una diferencia. La realidad parecía abstracta. La realidad era el único y verdadero mito.

El mismo sabor en cualquier vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora